Más allá de nuestras preferencias personales no hay que “hacerse trampa en el solitario” ni pecar de ingenuos. El proceso constituyente termina de verdad solo si nace a la vida jurídica una nueva constitución que reemplace a la actual. Si triunfa el “en contra” es inevitable que al menos una parte de la izquierda saldrá, con fundamentos, de inmediato a decir que nunca fue su intención ratificar la constitución del 80´ sino solo rechazar la de Kast.
Un desenlace que nadie imaginó. Hemos estado buscando desesperadamente “una que nos una” y resulta que ya la teníamos, enfrente de nuestras narices. Es La vilipendiada constitución vigente, la única que concita apoyos que van desde la extrema izquierda hasta la derecha más rancia, pasando por el centro.
- No, lo que acabo de escribir no es una broma de mal gusto, ni una campaña de desinformación, ni un deseo sino un golpe del destino, un desenlace que nadie jamás imaginó.
- Hay que recordar que todo el proceso constituyente partió de la premisa de que era urgente cambiar una constitución que adolecía de un vicio, un defecto incurable, a saber, su ilegitimidad de origen.
- Fue el 6 de marzo de 2018, cinco días antes de dejar el poder, que la presidenta Bachelet firmo el proyecto para crear una nueva constitución.
- En su discurso señaló que “los motivos para dar forma a una nueva Carta Fundamental son claros. Hoy tenemos un texto constitucional ilegítimo en su origen, con un conjunto de reformas válidas, pero sin coherencia con el resto de las disposiciones”
- No voy siquiera a intentar entender a que se refería con lo de “reformas válidas, pero sin coherencia”. Un “argumento” que en todos estos años en que la constitución ha estado en el banquillo nadie ha repetido ni desarrollado.
- La frase “criptica” de Bachelet evidencia que un sector de la izquierda, con el cual la expresidenta se identifica casi más que con la misma concertación, nunca dio por buenas ni suficientes las reformas de Lagos. Para ellos siguió siendo la constitución de “los cuatro generales” (algo que ni siquiera el propio Ricardo lagos tuvo el coraje de desmentir).
Un instrumento para refundar el país. Como quedó claro con el estallido social la nueva constitución era un medio, un instrumento para refundar el país y cambiar radicalmente el modelo de desarrollo. Un objetivo ideológico que no era compartido por la abrumadora mayoría de los chilenos que rechazaron el proyecto emanado de la Convención.
- Sin embargo, ahora todo cambió. Muchos en la izquierda tuvieron su “epifanía” y han descubierto que la constitución vigente no es tan mala ni perversa, que en realidad Lagos no andaba tan perdido cuando en la ceremonia de firma de la nueva constitución dijo que “este es un día muy grande para Chile, tenemos razones para celebrar, tenemos hoy, por fin, una Constitución Democrática, acorde con el espíritu de Chile, del Alma permanente de Chile”; recibiendo una ovación de todos los dirigentes de la izquierda, la mayoría de los cuales siguen siéndolo hasta el día de hoy
- Hay un viejo refrán, que hoy sería considerado políticamente incorrecto que dice que “la letra con sangre entra”; y describe perfectamente lo que está viviendo la izquierda oficialista.
- Las dolorosas derrotas sufridas por su proyecto que culminaron con el rechazo y luego con el triunfo arrollador de la derecha en el Consejo Constitucional la están obligando a reevaluar la situación.
- Es que la realidad es más fuerte que las fantasías propagandísticas que los llevaron al negacionismo, a desconocer durante años la profundidad de las reformas del presidente Lagos, a las que hay que sumar las modificaciones de los quorum impulsados por los senadores Matías Walker y Ximena Rincón.
- Entonces, en la recta final del proceso constituyente surge, más allá de las racionalizaciones interesadas, una realidad indesmentible: Que la constitución vigente es la única que puede exhibir un respaldo totalmente transversal. Cada cual, con sus motivaciones, pero el domingo sacará votos tanto del socialismo democrático, de Apruebo Dignidad como de la derecha.
- Además, es una constitución cuyo tinte ideológico neoliberal y conservador inicial ha sido horadado por décadas de gobiernos progresistas. Una constitución probada que le dio a Chile progreso económico y social, que permitió que gobiernen desde las derechas hasta la extrema izquierda y que cumple con los más altos estándares democráticos internacionales.
- Una constitución a la que nadie puede acusar de ser un “programa de gobierno” encubierto. No es la constitución la que le impide al presidente Boric llevar a cabo algunos aspectos de su programa, sino la falta de votos en el Congreso.
¿Termina el proceso constitucional? Es sin duda una ironía (un despropósito) que la convergencia de amplios sectores ideológicamente diversos en torno a mantener la constitución vigente deba expresarse en forma negativa votando “en contra”.
- Ahora bien, hay que tener muy claro que el tema constitucional podría no quedar zanjado el domingo, dependiendo del resultado. Este es un asunto crucial porque muchos ciudadanos están decidiendo su voto en función de eso. Sabemos que la abrumadora mayoría quiere que el proceso termine y por eso ambos bandos se han esmerado en prometer que así será.
- Más allá de nuestras preferencias personales no hay que “hacerse trampa en el solitario” ni menos pecar de ingenuos. El proceso constituyente termina de verdad solo si nace a la vida jurídica una nueva constitución que reemplaza a la actual.
- A contrario sensu, si triunfa el “en contra” es inevitable que al menos una parte de la izquierda saldrá, con fundamentos, de inmediato a decir que nunca fue su intención ratificar la constitución del 80 sino solo rechazar la de Kast. El debate constitucional se trasladará al Congreso, hasta que existan las condiciones político-electorales que les permitan volver a poner en la agenda un nuevo proceso constituyente.
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