-¿Cuál es su visión general de lo que ha hecho el Presidente Milei estas tres semanas?
-Está haciendo una revolución. Nunca se planteó un cambio tan radical de la economía, pero en el buen sentido, en la buena dirección. Para hacerlo planteó un corpus jurídico de más o menos mil artículos. El problema es cómo lo planteó. El decreto de necesidad y urgencia tiene que ser rechazado o aprobado en su totalidad por el Congreso con una comisión bicameral. El problema es que tiene una minoría muy conmovedora en el Congreso: el 10% del Senado.
-¿El Presidente está dispuesto a negociar?
– Tiene una actitud de intransigencia y de inflexibilidad, al igual que su equipo. Por lo tanto es difícil prever cuál va a ser la suerte de ese corpus jurídico que es una revolución de la economía argentina. Esto se parece mucho a las modificaciones que el Partido Laborista australiano hizo en Australia en los 80.
-Y también una cosa bastante radical es el cambio que hizo en las FFAA.
-En el Ejército fue muy profundo el cambio, porque erigió como comandante en jefe a un militar, Carlos Presti, recién ascendido al cargo de General. Y había 22 generales arriba de él. 23 si se cuenta al jefe del Estado Mayor Conjunto.
-¿Cuál es el trasfondo de los cambios?
-En los últimos años de Cristina Kirchner, entre 2013 a 2015, ella depositó mucha confianza en el entonces jefe del Ejército, el general César Milani, cosa que en la democracia argentina nunca había sucedido. Desde que se terminó el tema de los carapintadas, los militares habían desaparecido de la escena política.
Cristina los repone increíblemente, porque ella se decía progresista, y decía que había luchado contra la dictadura militar. Ella repone en el primer plano de la política al jefe del Ejército, que era el general César Milani.
-¿Y de qué manera lo empodera?
-Le da un servicio de inteligencia paralelo porque ella no confiaba en el Servicio de Inteligencia del Estado, que depende del presidente de la Nación. Este general Milani creó durante mucho tiempo una gran corriente dentro del Ejército cercana a él. Lo que hizo ahora Milei es sacar toda la gente cercana a Milani y traer una generación nueva. Esto le permite oxigenar un poco. Sacó el kirchnerismo del Ejército.
Pero en la Argentina el tema de los militares está fuera de discusión política por una razón muy sencilla: las Fuerzas Armadas están destruidas.
-¿Por qué dice que están destruidas?
-Los sueldos son miserables, no hay renovación de instrumental de armamentos. Las Fuerzas Armadas argentinas no tienen un objetivo. El gobierno de Menem con el general Balza, que fue un gran jefe del ejército, que había reconocido los crímenes de lesa humanidad, puso a los militares en las tropas de paz de las Naciones Unidas. Después también desapareció ese objetivo. Entonces, no se sabe para qué están. Ya no hay más hipótesis de conflicto con Brasil, ni con Chile, ni con Uruguay. No hay un objetivo que les dé una presencia significativa en cuanto a las necesidades del Estado. Ya nadie sabe para qué sirven.
-¿Y en temas de seguridad o fronteras, como se discute en Chile?
-Ahí hay un proyecto de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, de sumar a las Fuerzas Armadas a la lucha contra el tráfico de drogas controlando las fronteras, mientras la Gendarmería, que es la que controla la frontera, se la incorporaría dentro del país para luchar contra el narcotráfico.
-Volviendo a este paquete gigante de reformas, ¿el problema es que en la cámara de Diputados hay falta de acuerdo?
-En el Senado tiene más resuelta la cuestión. Ahí hubo una muy hábil gestión de parte de la vicepresidenta Victoria Villarroel, que es además presidenta del Senado, que apeló al peronismo no kirchnerista y pudo conformar las comisiones. El problema se da en la Cámara de Diputados, donde no se pueden formar las comisiones, porque nadie tuvo la inteligencia de juntar a todas las fuerzas no kirchneristas.
-El presidente de la Cámara es Martín Menem, del oficialismo…
-Haciendo uso de una de sus prerrogativas, Milei quiso que el presidente de la Cámara fuese Martín Menem, sobrino del presidente peronista. Pero la verdad es que no tiene la experiencia ni la cintura ni la muñeca política como para manejar la Cámara de Diputados
El problema está en el Gobierno, que tiene un discurso que dice: somos intransigentes, no negociamos. Los que conocemos la política sabemos que eso no sucede en ningún cuerpo parlamentario del mundo. Si hasta los presidentes de Estados Unidos tienen que ir a negociar al Congreso, conceder cosas para conseguir alguna.
-¿Qué errores ha cometido el Presidente en estas tres semanas?
-Yo identifico dos: primero, que haya seguido con el discurso de campaña sobre la casta. La casta existe, existen los privilegios de la casta, eso no cabe ninguna duda. Pero no lo puede decir ahora ya siendo presidente de la Nación, porque necesita que parte de la casta que integra el Congreso le apruebe las leyes.
Y hay otro error: este corpus jurídico incluye decisiones importantes, trascendentales, junto a otras cosas que son absolutamente postergables. Por ejemplo, que los jueces usen toga y martillo. Tal vez sea bueno porque les da cierta seriedad y solemnidad a los jueces, pero no es urgente. O que los clubes de fútbol puedan ser privatizados. Una buena idea pero para otro momento.
-¿Cómo está el apoyo popular hacia el Gobierno?
-Hasta ahora tiene cerca del 60% de aceptación, a pesar de que ha tomado decisiones duras para la sociedad. Llevamos 12 años, entre el estancamiento y la recesión. Hay un aumento considerable de la inflación y sin embargo la gente lo comprende. No creo que la paciencia social pase más allá de abril o mayo.
-Usted personalmente se ha sorprendido positivamente con el presidente Milei.
-Creo que el grueso de las decisiones de él son buenas. Le está faltando habilidad y flexibilidad política, para sacar lo que es importante para su revolución económica.
-¿Y cómo están los indicadores económicos?
-La inflación de diciembre va a estar cerca del 30%. Estamos en la puerta de una hiperinflación.
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