-¿En su última novela, que ha recibido críticas mixtas, todavía está el talento del escritor clásico que todos conocemos?
-Claro. Pero lo más importante es que hace de la novela un acto de amor al Perú. Una reivindicación de su sangre, de su patria.
-¿La novela tiene algo de despedida?
-Sí, tiene algo de despedida. Y tiene también otra dimensión que no sé si es ajena a la novela. Probablemente hay una reivindicación, una apología del español como idioma que es notable también.
-¿Qué dice sobre la lengua?
-Dice que España, con todos los peros que pueda tener la Conquista, nos dio el idioma y que el idioma le dio a este continente una capacidad de entendimiento y de paz. Que antes de la llegada de los españoles no existía. Este era un continente de tribus en permanente guerra.
-¿Mario Vargas Llosa se retira en el momento adecuado? Porque es importante retirarse a tiempo.
-Es importante retirarse a tiempo. Es una dimensión que solamente la puede evaluar cada cual. Él se está despidiendo a los 87 años. Y parece que el tiempo le ha pasado algunas facturas. Kissinger duró hasta los 100. Nadie llega muy bien después de los 80.
-Nicanor Parra pasó los 100…
-Es distinto. Son distintos los genes, es distinta la forma de vivir.
-Otra cosa que me parece muy simbólica es que es el último gran autor del boom y representante de esta idea del escritor como alguien relevante en términos políticos, sociales. ¿Eso también es significativo?
-Por supuesto. Eso va a acompañar a Vargas Llosa hasta el final. Aparte de ser un gran escritor, fue un tipo con mucha opinión. Con muchas convicciones.
-¿Cómo fue tu relación como lector con él? ¿Cuándo lo leíste por primera vez?
-Recuerdo haberlo leído muy al comienzo. Fue cuando La ciudad y los perros gana el premio Biblioteca Breve en 1962. Lo leí y me maravilló. Me conquistó para siempre.
-¿Es un autor que siempre te ha acompañado, más allá de sus altibajos?
-Sí, siempre, en todo momento. Recuerdo textos suyos que me encantaron como El escritor como aguafiestas. Mira, la memoria me puede engañar, pero lo recuerdo reproducido por El Siglo.
-El diario del Partido Comunista.
-Exacto. Eso fue en los años 60, antes de Pinochet. Uno de los libros que más me marcó y que le dio expresión verbal a muchas de mis intuiciones fue La orgía perpetua.
-Sobre Gustave Flaubert.
-Sí. Especialmente sobre Madame Bovary. Pero también es un libro sobre la escritura, sobre muchas cosas. Y me pareció fuera de serie. Me encantó ese ensayo como modelo de trabajo crítico.
-Precisamente en la última entrevista a Vargas Llosa, él decía que por primera vez estaba leyendo Madame Bovary en español.
-Sí, qué curioso. Siempre la leyó en francés
-¿Cuáles son las cumbres de Vargas Llosa?
-A mí la que más me gusta es La ciudad y los perros. Después La Guerra del fin del mundo, Conversación en la catedral. También Historia de Mayta. Probablemente no está en el mismo peldaño, pero me encanta.
-Lo que también tiene interesante Mario Vargas Llosa es que tuvo un proceso político que partió desde la izquierda y terminó como con ideas más liberales. ¿Eso lo valoras intelectualmente?
-Lo valoro. Aún cuando a veces me pregunto si acaso en Vargas Llosa no hay un cierto fanatismo.
-¿Porque pasó de un extremo a otro?
-Claro. Y de hecho los personajes que mejor le salen a él son personajes un poquito sobregirados. Y un poquito fanáticos. Esa es la verdad. Parece que con gente correcta, bien comportada, ecuánime, es muy difícil hacer novelas y hacer épica. Entonces, lo entiendo. La vieja democracia liberal formal es un poquito aburrida. Por eso entiendo esa fascinación que tiene Vargas Llosa por los personajes extremos.
-También tiene una fascinación y hace una defensa a ultranza por la novela, un género difícil en estos tiempos.
-Por supuesto. Es un género que en las últimas décadas se ha contaminado. Sigue respirando, pero se ha vuelto anticuado. Hay mucha literatura del yo, hay mucha crónica, mucho ensayo.
-¿Mucha mezcla?
-Sí. Lo cual está bien. A mí no me preocupa eso. Hay un autor que me interesa bastante que es Javier Cercas. Alguien dijo que sigue el modelo de Vargas Llosa, aunque sus novelas son impuras. Vargas Llosa es un novelista clásico.
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