-Jorge Schaulsohn dijo que la derecha se había sacado de encima el sentimiento de culpa respecto del golpe. ¿Estás de acuerdo con eso?
-En parte. Yo creo que la derecha sigue teniendo sentimientos de culpa. No toda, pero uno sigue viendo expresiones en la derecha de una cierta búsqueda de validación en la izquierda. Pero es verdad: el presidente Boric y el gobierno enfrentaron el aniversario con un espíritu tan polarizante, que generaron una reacción. Eso no había pasado antes. En 2003 para los 30 años, el Presidente Lagos tuvo una actitud muy diferente. El Presidente Lagos siempre distinguió muy claramente su rol de jefe de Estado, de su rol de jefe de Gobierno. Y todos esos momentos complicados en el aniversario del 11 los enfrentó sin un ánimo revanchista.
-¿Ahora has visto un ánimo de revancha?
-Lo que sucedió es que durante la preparación se empezó a armar todo un ambiente de búsqueda de reivindicación de posiciones que a lo único que llevó fue a exacerbar las diferencias. Y en ese espíritu, evidentemente también desde el mundo de la derecha hubo una reivindicación de la crítica de lo que fue el gobierno del presidente Allende. Y defender la idea de que el 11 de septiembre fue una reacción a la destrucción del país y de la democracia, durante el periodo de la UP.
Yo creo que habría ganado mucho más la izquierda si hubiera tenido una actitud de mirar hacia el futuro. Pero en personas que ni siquiera habían nacido en 1973, como el presidente Boric, hubo un afán de reivindicación que lo único que logró es dividir. Uno ve en el liderazgo del Partido Socialista y en gente que sufrió en carne propia las consecuencias de esa época, una actitud muchísimo más madura, muchísimo más de reflexión y de reencuentro, que la de los principales dirigentes del Gobierno.
-¿Cómo viviste el 11 de septiembre de 1973?
-Yo era niño, vivía en La Serena. Estaba en los primeros años de la enseñanza básica. Y el recuerdo que tengo es que entramos a clases y el profesor se fue unos 20 minutos. Volvió y nos dijo que se suspendía todo, que nos fuéramos todos a nuestra casa directamente, sin pasar a ninguna otra parte.
Tengo un recuerdo muy vago. Lo que sí recuerdo es que con la felicidad del niño de no tener clases, me fui a mi casa, que quedaba a 50 metros del colegio. Al llegar veo a mi papá que estaba escuchando la radio con gran expectación. Y cuando ya se confirmó que había un golpe y que se había derrocado el gobierno del presidente Allende, mis padres estaban muy contentos. Yo vivía en un hogar en el cual se vivió el 11 con espíritu de salvación, de liberación.
-Precisamente, la UDI nació como partido con una identidad basada en parte en el golpe. ¿Sigue estando en su ADN?
-Yo me vinculé a la UDI años después que se había fundado. Fui alumno en la Universidad de Jaime Guzmán, lo conocí bien y tuve la oportunidad de conversar muchas veces con él. Yo tengo la impresión de que a Guzmán lo que lo alentaba era, por un lado, influir en el proceso político, de manera que el país se encauzara y que el de las Fuerzas Armadas no fuera un gobierno militar permanente. Y por otro lado, veía una oportunidad de hacer una renovación de la política en la derecha. Lo que inspira la fundación de la UDI, más que una vinculación con el golpe, es la idea de un reseteo de la política en que se podía intentar crear algo nuevo.
-¿Hay en el partido una mirada distinta sobre Pinochet; ya no subsiste esa admiración o defensa?
-Hay que distinguir la figura de Pinochet vinculada al gobierno de las Fuerzas Armadas con su evaluación histórica posterior. Fueron Jaime Guzmán y la gente que después formó la UDI, los que influyeron de manera muy importante para que hubiera un régimen institucional que transitara a la democracia y en su vertiente económica se diera esa cosa tan especial de un gobierno militar autoritario que instaura una economía liberal. Eso es algo bastante anómalo, algo muy diferente a todo lo que ocurrió en los otros gobiernos militares latinoamericanos.
Es distinto mirar a Pinochet desde esa época, a mirarlo después, con perspectiva, con distancia, cuando se conocen de mejor manera las violaciones a los derechos humanos que obviamente existieron. Una cosa es el juicio del político cuando está en la actividad política y otra cosa es el juicio de la historia. Y eso en el caso de Pinochet evidentemente es distinto.
-A propósito del medio siglo del golpe, ha aparecido también una revisión crítica de lo que fue la Unidad Popular. Están los libros de Patricio Aylwin, de Daniel Mansuy, y lo que ha escrito antes Fermandois.
-En buena medida esa ha sido la reacción a la manera en que el Gobierno enfrentó estos 50 años. La gran diferencia que me parece que es irreconciliable, porque ni la generación actual ni probablemente las que vienen van a poder zanjar, es si el golpe era evitable o si tuvo una justificación. Y esto es algo que la historia irá resolviendo: ¿cuándo se rompe la democracia en Chile? La izquierda se aferra a la tesis de que el 11 de septiembre se destruyó la democracia. Y existe otro sector del país, al cual yo pertenezco, que consideramos que la democracia en Chile se destruyó progresivamente desde fines de los 60 y que el 10 de septiembre de 1973 lo que había en Chile estaba muy lejos de ser una democracia normal. Había una crisis absoluta de gobernabilidad, una crisis económica, de control del orden público, en que el riesgo de la guerra civil era inminente. La violencia en las calles era una cosa de todos los días y la posibilidad de caer en un régimen al estilo cubano castrista, la dictadura del proletariado, era una posibilidad cierta.
-¿Es justificable?
-Lo que pasa es que la alternativa, la disyuntiva democracia o dictadura, no era la disyuntiva del 10 de septiembre de 1973. La mayoría de los chilenos sentía que la alternativa era dictadura del proletariado, la dictadura castrista o una dictadura militar de las Fuerzas Armadas. Esas eran las opciones. La opción democrática ya estaba completamente destruida.
-¿Chile Vamos perdió una oportunidad al no firmar el acuerdo del Presidente y no asistir a La Moneda ?
-Yo era absolutamente contrario a que se firmara el acuerdo del actual Presidente de la República. Ese acuerdo tiene una suerte de preámbulo, dos o tres párrafos, que se refieren a la estabilidad democrática de Chile, a esta falsa democracia admirable. Todo eso es una leyenda rosa que no tiene absolutamente ningún correlato con la realidad.
Por supuesto que hay que defender la democracia. El Estado de Derecho es el avance civilizatorio más grande que ha hecho Occidente. Pero una cosa distinta es compartir esa visión edulcorada de que Chile vivía en una democracia extraordinaria y que todo el mundo miraba este fenómeno chileno. Eso es mitología. Construir un acuerdo sobre la base de un diagnóstico mítico de lo que era Chile es reescribir la historia. Y eso no lo comparto
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Joaquín Fermandois, historiador: “Decir que Estados Unidos derrocó a Allende es falso”.https://t.co/3BRkllTB4O
— Ex-Ante (@exantecl) September 11, 2023
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