Hugo Otero piensa que el desembarco de Francisco Sagasti en la presidencia de Perú va a bajar la progresiva tensión que se instaló en las calles de su país en los últimos días. De la crisis, de todas formas, tiene una explicación estructural.
Otero vivió su niñez en Chile. Su padre se exilió tras la crisis que llevó a declarar en Perú la ilegalidad del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), en 1948. Estudió en el Liceo Manuel de Salas y comenzó trabajando en Radio Portales, donde dio sus primeros pasos en el periodismo. El 2006 volvería a Santiago, donde permaneció casi tres años como embajador de Perú.
-¿Qué representó para usted la salida de Manuel Merino, quien renunció 5 días después de asumir su mandato y tras la abrupta caída de Martín Vizcarra?
– Es el fin de una etapa de nuestra historia republicana, el agotamiento de un modelo. Se trata de un problema mundial, pero en Perú tiene su expresión dentro de lo que son las características de nuestra historia, que es confusa y sobresaltada. No tenemos la continuidad que tuvo Chile en su desarrollo político del siglo 19, donde entraron los conservadores y luego hubo un paso pacífico a los gobiernos liberales. En el Perú no. Entonces la crisis se expresa con mucha confusión, violencia, incertidumbre y ansiedad de la población. Vamos hacia otra república, pero no sabemos cómo ir. Se propone, como en Chile, una nueva Constitución. Hay un consenso en ello. El proceso se ha agudizado con los desentendimientos entre el Ejecutivo y el Legislativo, lo que demuestra que los equilibrios constitucionales no funcionan. Entonces, esta constitución ya no funciona.
– ¿Cuánto influyó en la crisis el desprestigio de la clase política?
-La clase política es parte de la crisis. El Perú ha entrado en un agujero negro del cual todavía no vemos la salida. La clase política ha sido parte de ir hacia este agujero negro por su inconsistencia e incapacidad de conectarse con las grandes aspiraciones y los diversos pueblos de Perú. El Estado está desconectado con la realidad y ha aparecido un actor inesperado para los políticos, los dirigentes empresariales, los intelectuales, académicos y periodistas: los jóvenes. Los jóvenes, que aparentemente no se manifestaban, han emergido sorpresivamente diciendo que quieren un cambio y han salido a la calle con pancartas.
-¿El origen del desprestigio está en los sobornos pagados por la constructora Odebrech? Cuatro presidentes han caído por este escándalo, entre ellos el propio Alan García.
-No solamente Alan García, sino que toda la clase política está inmersa en eso. También los empresarios. O sea, es una debacle de la elite dirigente peruana. Cuando preguntan por qué se manifiesta usted, la respuesta es, bueno, esto me llegó hasta la coronilla, no aguanto más la corrupción, los malos gobernantes, los robos, que hagan lo que les da la gana. Todo eso reventó y la corrupción es parte de ese menú fatídico del Perú.
-Usted que fue muy cercano a García, ¿Habló con él sobre su diagnóstico de la política antes de que él suicidara, en 2019?
-Con Alan García nos alejamos después de la última elección presidencial, cuando fue elegido Pedro Pablo Kuczynski (2016). Tomé otro camino político dentro del APRA. No conversé más con él. Pasaron dos años hasta que decidió desgraciadamente suicidarse.
-¿Qué similitudes y diferencias percibe entre los procesos chileno y peruano, con las diferencias propias de ambos?
-Hay similitudes, pero no son iguales. Hay similitudes en la Constitución, la presencia explosiva de la juventud del proceso, el fin del modelo. Pero son países que tienen historias diferentes, procesos de formación de la nacionalidad y de la República diferentes. Chile ha sido más parejo en su desarrollo, entonces tiende a un mayor equilibrio, a pesar de las manifestaciones. El Perú no. Ha sido un país muy disparejo, caótico, con muchos desequilibrios en toda su historia. En la Guerra del Pacífico hubo cinco caudillos mientras peleábamos con Chile. Perú tiene una historia de sobresaltos, a diferencia de que Chile, que tiene una continuidad mayor. Chile vive un proceso similar al de Perú, pero tiene una institucionalidad más robusta.
-¿A qué lo atribuye?
-El Perú ha tenido por lo menos 8 o 9 constituciones. Chile no tiene esa cantidad de constituciones, esa es una idea.
-Ahora, estos hechos paralelos entre Perú y Chile están abriendo una relación inédita entre nuestros países. Sé que los muchachos, peruanos y chilenos, se comunican a través de las redes sociales e intercambian información abundante sobre la organización y sentido político de las manifestaciones y marchas. Eso nadie lo puede parar y es un capítulo nuevo de la relación bilateral. Mi nieta Sol me dijo: “Ustedes los viejos no saben sino pelear, nosotros con los chilenitos vamos a trabajar juntos para conquistar el mundo”. Ella tiene razón.
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