Hace unos días Mirna Schindler fue viral recorriendo supermercados en Reino Unido y mostrando que muchos productos eran más baratos que en Chile. Lo anterior, generó una ola de críticas rápidas a las cadenas locales, al abuso empresarial y cualquier tipo de especulación simple que nos ayude a dar respuestas rápidas. Esta situación tiene múltiples aristas que vale la pena analizar, tanto en las consecuencias para nuestra democracia, como ángulos para entender la denuncia de Mirna Schindler.
Lo primero es constatar el proceso de formación de fake news y falsas verdades en base a percepciones particulares y narrativas acomodadizas, que muchos construyeron en torno a la denuncia de la periodista. Por un lado, en base a una o varias observaciones absolutamente insuficientes para tener rigor estadístico, se establece una verdad sobre un hecho (Santiago es un 100% más caro que Londres), y por la otra, la explicación del fenómeno se construye en base a tweets y opiniones rápidas, sin ningún análisis apropiado.
Lamentablemente, casi todos caemos en esto. Solemos creerle más a la experiencia de un amigo que a un estudio académico, tanto en la veracidad del dato como en las causas ocultas del fenómeno, que suelen ser bastante más complejas. El sesgo y predisposición a elegir las respuestas que confirman nuestras creencias previas termina por distorsionar la percepción y la discusión que necesitamos tener para hacer algo al respecto. Bienvenidos al mal de nuestros tiempos.
Segundo, yendo en concreto al nivel de precios entre países, es necesario insistir en el rigor metodológico, y no sacar conclusiones en base a un par de observaciones. Datos del Banco Mundial muestran cómo una dieta nutricional en Reino Unidos es un 47% más barato que Noruega, un 30% por debajo de Chile, y un 19% más económico que Francia. Otras fuentes hablan de que Chile sería entre un 10 y 20% más caro de Inglaterra (donde sin duda influye cómo se construye la canasta básica y otros supuestos). A su vez, vale la pena notar que Nueva Zelanda, un país comparable por su lejanía con los centros económicos mundiales y su baja población, es levemente más caro que Chile, utilizando los mismos datos (tal vez no estamos tan mal).
Entonces, con datos adecuados en la mano, podemos inferir que quizás Chile no es tan caro, como Reno Unido barato. Es decir, estamos descubriendo la virtud de las islas europeas, dado que las compras del supermercado en Londres son más económicas que en la mayoría de los países europeos, y un 30% más barato que en Estados Unidos.
Por lo tanto, acá es cuando corresponde hacer la pregunta en forma adecuada: ¿Cuáles son las causas que explican el nivel de precios en Inglaterra? Las primeras dos respuestas con causalidad directa son impuestos y subvenciones. La mayoría de los alimentos en ese país no pagan IVA, y el Estado inglés destina tres mil quinientos millones de libras esterlinas en subsidios a las industrias agropecuarias, equivalentes a casi un 10% del tamaño de esa industria. Es decir, podríamos decir que casi el total de la diferencia con Chile (aproximadamente un 30%) se explica por estos dos factores.
Aun así, viene una tercera corriente de análisis: ¿Cómo es posible que en un país donde “todo es más caro”, el supermercado cueste lo mismo? Toda la cadena productiva debe pagar sueldos y arriendos más altos, y aun así, logran llegar a buenos precios. Peor aún: los chilenos con niveles de sueldo menores terminan gastando proporcionalmente más en comida que los ingleses (según la OECD el nivel de precios es un 48% mayor que en Chile).
Aquí es donde llegamos al fondo del asunto y la verdad incómoda: somos un país en vías de desarrollo en el fin del mundo. Tal como un almacén de barrio le es imposible ofrecer mejores precios que un gran supermercado, a nuestro país le pasa lo mismo cuando lo comparan con Europa. En tres palabras: somos menos productivos. Tanto Chile como el almacén, tienen menos economías de escala (compran y venden menores volúmenes), tienen procesos menos eficientes, utilizan menos tecnología, y tienen un entorno menos competitivo. Esto es lo que explica que el almacén de barrio sea más caro, sin acusar al almacenero de ser ladrón.
Desarrollarnos como país justamente en lograr lo que está por detrás y explica el nivel de precios en los supermercados ingleses: su mayor productividad por persona, a pesar de que habrá aspectos que no podremos resolver: como nuestra lejanía con centros económicos, logística más compleja y economías de escala.
Paradójicamente, Mirna Schindler vino a recordarnos que somos un almacén de barrio, aunque nos guste pensar que somos supermercado. Sin duda podríamos serlo, pero solo lo lograremos con buenas políticas públicas y mercados competitivos, no con especulaciones.
El IPSA avanzó 0,98%, cerrando en 6.715 puntos con un volumen transado de $125.516 millones. SQM lideró las alzas tras anuncios de políticas más flexibles en China y proyecciones favorables para el litio. El cobre subió 1,73%, mientras el peso chileno se depreció a $969.
Chile enfrenta una encrucijada y necesita de una decisión colectiva. Resolver estos problemas no solo dependerá de las políticas públicas, sino del compromiso del sector privado y de la sociedad en su conjunto.
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El Proyecto de Ley Marco de Autorizaciones Sectoriales crea una oficina para supervisar la tramitación de permisos. Pero sin herramientas concretas para agilizar la gestión, corre el riesgo de engrosar la burocracia sin resolver el problema.
El Bitcoin alcanzó un máximo histórico al superar los US$100.000, impulsado por factores regulatorios, institucionales y tecnológicos. Este activo intangible se ha consolidado en los mercados financieros globales. En Chile, su adquisición se hace a través de plataformas públicas y requiere cumplir con el pago de impuestos.