La evidencia es consistente en mostrar cómo las creencias sobre el esfuerzo y las expectativas sobre su retribución generan efectos significativos y concretos sobre el rendimiento académico de los estudiantes, sus aspiraciones, motivación e, incluso, en su salud mental debido a que contribuyen a una disminución en la ansiedad en el aprendizaje. La mentalidad de crecimiento (“growth mindset”) -en contraposición a la mentalidad fija- se define por la OCDE como la creencia de que las habilidades e inteligencia se pueden desarrollar a lo largo del tiempo y no son invariantes. Lo anterior refleja la diferencia entre quienes creen que esforzarse tiene resultados o no.
Según los resultados PISA 2022, controlando por nivel socioeconómico, quienes tienen mentalidad de crecimiento tienen menor ansiedad en el aprendizaje de matemáticas y mejores puntajes en esta área, con una diferencia de 18 puntos en comparación con quienes tienen una mentalidad fija. Esto sucede también en Chile incluso con más fuerza, donde en los resultados de esta prueba se encuentra una diferencia de 30 puntos en promedio en matemáticas entre estudiantes chilenos que creen que sus habilidades e inteligencia sí se pueden desarrollar versus quienes consideran que no.
En los resultados SIMCE 2018 se encontraba el mismo escenario, donde los estudiantes que se reconocían como alguien que se esfuerza, alcanzaban hasta 21 puntos más en lectura y 18 puntos más en matemáticas. Sin embargo, esta mentalidad se encuentra poco presente en los NNA de menores niveles socioeconómicos, donde más de la mitad de los alumnos de 6to básico y el 40% de los alumnos de II medio del primer quintil tienen una “mentalidad fija” versus porcentajes significativamente menores en los quintiles más altos.
Esta evidencia viene a rebatir el creciente cuestionamiento a las ideas de esfuerzo y mérito, situación que ha llevado a la instalación de un discurso donde retribuir al que más se esfuerza y al que tiene mayores resultados implica generar y perpetuar desigualdades. Sin desacreditar la realidad de que existen inequidades importantes dentro de nuestra sociedad, los datos demuestran y llaman a revalorizar las ideas del mérito y el esfuerzo y sus resultados concretos en los aprendizajes, los que incluso son más fuertes en quienes se encuentran en menores niveles socioeconómicos.
Así, es crucial y justo volver a potenciar la idea de que existe una retribución para quienes se esmeran por obtener buenos resultados en Chile, país donde además el porcentaje de estudiantes resilientes – estudiantes que se encuentran en el cuarto inferior del índice PISA de estatus económico, social y cultural, que obtuvieron una puntuación en el cuarto superior- es mayor que el promedio OCDE en 2022 (12,8% vs 10,2%).
José Antonio Kast no necesita ser el más simpático, ni el más dialogante, ni el más versado en corrección política. Su ventaja radica precisamente en lo que lo separa del resto: su disposición a romper con el statu quo sin ambigüedades.
No es solo un tema de números y exportaciones; es una cuestión de futuro, de cómo queremos vivir y trabajar en las próximas décadas. O definimos hoy dónde queremos llegar y planteamos una estrategia, o seguiremos atrapados en debates cortoplacistas.
La invitación no es solo a leer y analizar el informe sino que también a abordar la temática con altura de miras, desde 3 mil metros de altura, valorando el trabajo realizado, alcanzar puntos de encuentro y cediendo en muchas aristas en búsqueda del bien común.
La política fiscal en Chile debe continuar avanzando en un marco de gestión más robusto y ad hoc a la volatilidad de la economía chilena, que apoye la sustentabilidad fiscal en el largo plazo.
Sin un ecosistema favorable para la creación de nuevas empresas, es difícil esperar una expansión significativa del empleo formal y sostenible.