Octubre 13, 2023

Israel-Palestina: El odio no es la respuesta. Por Ricardo Brodsky

Ex-Ante
Cohetes disparados por el movimiento Hamas.

Los objetivos del grupo terrorista Hamas son conocidos: la destrucción de Israel y la eliminación de los judíos. Sus crímenes no pueden ser presentados como “resistencia palestina”. Pero no todo es Hamas. Como sostiene el escritor Yuval Noah Harari, Israel ha estado pagando el precio de años de desmesura, de sentirse invencible y de creer que la fortaleza de sus FFAA son suficientes para garantizar no solo su seguridad y la paz, sino también para extender sus fronteras.


Desde la época de los pogromos -la devastación que se intensificó durante los siglos XIX y XX asolando a las comunidades judías de Europa central y del este, o desde el intento de destrucción de los judíos europeos por parte del nazismo- no habíamos visto una masacre tan brutal y cruel como la realizada contra cientos de jóvenes que participaban en un festival por la paz en el desierto de Neguev, a escasos kilómetros de la frontera de Gaza o en el kibutz Kfar Aza. Fueron asesinadas mas de cien personas indefensas, incluyendo bebés menores de tres años. Los asesinaron por ser judíos.

El asalto de Hamas ha sido comparado con el ataque a las torres gemelas de Nueva York en 2001 por el shock que significó para el mundo. Cerca de 1.300 víctimas fatales israelíes dejó la lluvia de 5.000 proyectiles y la incursión de Hamas del sábado 7 de octubre, coincidentemente con el aniversario número 50 de la guerra de Yom Kippur de 1973, cuando Egipto y Siria atacaron Israel.

Los objetivos de Hamas son conocidos: la destrucción del estado de Israel y la eliminación de los judíos. Su lógica se inspira en los llamados tres No: no al reconocimiento de Israel, no a las negociaciones y no a la paz. Su método: el control político y militar de Gaza y el terrorismo contra Israel. Quienes desean presentar estos crímenes como “resistencia palestina” ofenden a un pueblo digno y resiliente que merece respeto.

Sin embargo, no todo es Hamas. Como lo sostiene el conocido escritor Yuval Noah Harari, Israel ha estado pagando el precio de años de desmesura, de sentirse invencible y de creer que la fortaleza de sus fuerzas armadas y servicios de seguridad son suficientes para garantizar no solo su seguridad y la paz, sino también extender sus fronteras.

Probablemente, de la mano de Netanyahu y su coalición nacionalista de ultraderecha creyeron que podían y establecer una paz duradera con el mundo árabe ignorando a los palestinos.

De hecho, los Acuerdos de Abraham impulsados por la administración de Donald Trump se basan en la falsa premisa que es posible la paz sin considerar la cuestión palestina. El establecimiento de relaciones de Israel con Marruecos, EAU y Baréin y el probable acuerdo con Arabia Saudita, ha sido, como lo destaca el periodista del New York Times Thomas Friedman, lo que ha motivado a Hamas a desencadenar su furia sobre civiles indefensos.

¿Por qué? Por la sencilla razón que sabe que Israel tendrá que reaccionar con severidad sobre la franja de Gaza, lo que impedirá que el mundo árabe ignore a los palestinos victimizados. Un juego siniestro para una población cautiva del que no son ajenos los intereses de Irán, el histórico rival de Riad, que ve con espanto el acuerdo diplomático con Israel.

Hamas ha logrado con su incursión sembrar el terror entre los israelitas y hacer evidentes fragilidades de seguridad del país. Pero también ha provocado un daño irremediable en el corto plazo, ante la opinión pública mundial, a la causa palestina dejándola enterrada por largo tiempo bajo las cenizas de los actos bárbaros de sus militantes y el fuego de la aviación israelí.

El ataque también ha provocado el efecto de obligar a los israelíes a congelar las divisiones creadas por la política supremacista de Netanyahu -entre las cuales someter al poder judicial, impulsar los asentamientos en Cisjordania y desoír las advertencias de la comunidad de inteligencia y del ejército- conformando un gabinete de guerra con participación de la oposición democrática.

Forzados por la amenaza vital, se produce una baja de las tensiones internas en la sociedad política israelí que ciertamente, como ya lo está haciendo, responderá con firmeza la provocación de Hamas. Ello, sin embargo, no impedirá en el futuro juzgar las responsabilidades políticas de esta crisis.

Si la guerra de Yom Kipur le costó a Golda Meir su cargo y su bien ganado prestigio, hay que imaginarse lo que le espera de Netanyahu, principal responsable de las fallas de seguridad que provocaron sus desacertadas opciones políticas.

El estado de Israel existe justamente para defender y proteger al pueblo judío, que conoce desde tiempos milenarios la persecución y el odio racial. El ataque de Hamas no fue contra las cuestionadas colonias en Cisjordania, sino contra comunidades radicadas al interior de las fronteras reconocidas. El ataque de Hamas nos vuelve a recordar que su objetivo es la destrucción de Israel.

La eficacia del terrorismo es innegable: consiste justamente en provocar tanto una reacción de solidaridad deshumanizada, ciega a la violencia irracional, por parte en este caso de las comunidades pro-palestinas -ejemplo de ello, la declaración de intelectuales chilenos apoyando la acción de Hamas-, como en forzar respuestas enérgicas israelíes que harán retroceder las relaciones normales entre los países árabes e Israel, así como profundizarán el odio entre ambos pueblos a raíz de la situación de los secuestrados y de la catástrofe humanitaria en ciernes.

La acción sobre Gaza obliga a preguntas ineludibles: los bombardeos aéreos y el bloqueo tienen un efecto devastador y un elevado costo humano y de infraestructura, pero no lograrán erradicar a Hamas del territorio ni mucho menos poner a la población palestina en contra de ellos.

Se anuncia la incursión terrestre de miles de soldados sobre Gaza, lo que abrirá un largo período de lucha en las calles de la ciudad y la posible extensión del conflicto hacia la frontera norte de Israel, con la participación de Hezbola, un contingente bien armado y con experiencia de combate. Es un hecho la guerra en este momento, pero los dirigentes israelitas deben considerar los intereses del país a mediano plazo y estos pasan necesariamente por reconstruir la confianza con interlocutores regionales.

Israel debería asumir que a largo plazo la superioridad militar y tecnológica no es garantía para la paz y el pueblo palestino debería comprender que la principal amenaza a su seguridad proviene justamente de las organizaciones extremistas como Hamas, Hezbola, la Jihad Islámica y otros similares.

La Autoridad Nacional Palestina, los países árabes que han establecido relaciones con Israel y el propio estado judío deben trabajar juntos para aislar y terminar con las fanatizadas organizaciones terroristas: es condición para la paz y la construcción del estado palestino. En un mundo en que nuevas potencias emergen, todos deberían jugar por el partido de la paz.

El gobierno chileno -con algunos ripios producto de errores comunicacionales, pero con la distancia de parte de su coalición- ha reaccionado oportunamente y con coherencia frente a la crisis, asumiendo lo que ha sido la posición histórica del país con relación al conflicto del medio oriente: apoyo inmediato a los nacionales varados en la zona de guerra, rechazo al terrorismo, instar a negociaciones directas entre las partes, defensa de la política de dos estados con garantías de mutua seguridad y fronteras estables y vindicación del Derecho Internacional Humanitario ante las consecuencias de la crisis. No podría ser de otra forma en un país en que, dejando aislados los discursos de odio, deben convivir en paz y amistad ambas comunidades.

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