“Perú está ante una encrucijada muy complicada”, explica el periodista, columnista y ex director del diario Perú 21 Augusto Álvarez Rodrich, al comentar la segunda vuelta que se viene el 6 de junio entre Keiko Fujimori y el izquierdista radical Pedro Castillo. “Son dos candidatos que tienen tantos reparos y que significan tanto riesgo para Perú”, asegura sin que se anime a adelantar un resultado, donde hay dos factores clave: el antifujimorismo y el antiizquierdismo, este último por el recuerdo de las décadas de terrorismo de Sendero Luminoso.
¿Cómo se puede entender la situación en la que está Perú a la luz de la primera vuelta, donde compitieron 18 candidatos, un escenario fragmentado y con el ganador de esa votación con menos del 20%?
Es consecuencia de fenómenos que ya son bien antiguos, y en la historia de las elecciones de las últimas tres décadas es una continuidad de sorpresas permanentes. Esta elección es una parte de esa cadena. ¿Cómo se explica eso? Porque los partidos políticos casi no existen en Perú. Lo que hay son asociaciones de amigos que se reúnen antes de una elección y ver si pueden gobernar el país o la cuota de poder que les toque. Se hicieron grandes reformas en el plano económico, pero en el plano institucional no se ha hecho nada, y los partidos políticos son inexistentes. Es como si se creyera que pueda haber economía de mercado sin empresas. Hemos creído que podría haber política sin partidos políticos.
¿Cómo ha afectado la pandemia en todo esto?
La pandemia ha sido un golpe muy fuerte en una estructura que ya estaba muy débil. Ha significado un colapso ya mayor del sistema político con cuatro presidentes en un lustro. Todo eso ha generado un desapego y una lejanía de la gente de la política enorme. Una gran distancia y la expresión de eso es que los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta sumados tienen 33%. Eso no era normal. Lo normal era que los candidatos que pasaban a la segunda vuelta tenían entre 60% y 55%, lo cual les daba una representatividad mayor.
¿Qué implica el triunfo de un candidato como Pedro Castillo en primera vuelta?
Lo que expresa la votación de Castillo es un malestar muy antiguo. No es que Castillo sea el mesías, la persona que estaba esperando. La gente estaba buscando alguien, así que pudo ser cualquiera de los otros candidatos que no eran muy conocidos, y a Castillo le tocó en suerte aparecer en los últimos días. Si Castillo aparecía cuatro semanas antes (en la parte superior de las preferencias de los sondeos) las críticas, las denuncias sobre su actuación, lo iban a derrumbar y la gente iba a buscar a otra persona.
Castillo, de alguna manera, recuerda al Fujimori de 1990. ¿Es correcto?
Así es, porque ninguno era alguien conocido. Castillo se parece al Alberto Fujimori de 1990 y el Perú de 1990 se parece al Perú de 2021. Así como hay una pandemia que ha matado a 150.000 personas, en 1990 había un terrorismo que había matado y por el que habían muerto 70.000 personas. Así como ahora hay una crisis económica muy profunda con un desempleo muy alto, entonces salíamos del Gobierno de Alan García que nos dio la segunda hiperinflación más larga de la historia en el mundo. Y en el plano político el final del gobierno de Alan García significó el colapso de la imagen de los políticos, porque él había generado tremenda expectativa, y su colapso significó un desprestigio enorme de la política. Se repiten esos tres elementos ahora con relación a hace tres décadas, y no me extraña que tengamos un resultado como el que tenemos ahora.
¿Pedro Castillo está dispuesto a negociar su programa o sus propuestas para lograr más apoyos?
Lo que él ha declarado es que él está dispuesto a dialogar con todas las fuerzas políticas pero que no va a cambiar ni una coma de su programa. ¿Entonces para qué quiere dialogar? Su programa es prehistórico y en muchas partes hasta estalinista. Porque proponer estatizar empresas, realizar expropiaciones. La renta de las empresas mineras ahora es de 30% y él dice que las va a obligar a tributar el 70%. Dice que va a disolver el Tribunal Constitucional el primer día. Dice “lo que está en contra del pueblo, se disuelve no más”. Entonces piensa disolver el Congreso, indultar a Antauro Humala, reforzar a los “ronderos” (agrupaciones de campesinos para defenderse de los ladrones), y eliminar los programas basura de la televisión y que no le hagan bien a Perú. Es decir, los que no le hagan bien al gobernante.
¿Cómo se puede definir a Pedro Castillo? Nadie se habla de él como populista, pero como un ultraizquierdista.
Él promueve un estatismo en la economía y una intervención del Estado, en cualquier índole, vía empresas estatales, vía distribución acelerada de los recursos. Propone que la Educación y la Salud reciban cada uno el 10% del PIB. Uno se pregunta ¿a qué sector le va a quitar? “Eso no importa”, dice. Son expresiones que reflejan un desconocimiento y una ignorancia muy grandes.
¿Quién está detrás de Castillo?
Lo que hay detrás de él es un político, Vladimir Cerrón, que ha sido gobernador de Junín, una región central andina, y que fue condenado por corrupción. Él tiene muy buena capacidad de organización en el centro del país. Pero, además, Pedro Castillo saltó a la escena nacional en 2017 cuando fue uno de los líderes de una huelga de maestros que duró mucho tiempo y que consiguió reivindicaciones de salarios. Lo que ahí se vio es que él contaba con la vinculación y la sociedad con una asociación que es el organismo de fachada de lo que queda del Sendero Luminoso. Cuando se le ha enrostrado eso en los últimos días, él ha dice que no tiene ningún problema de trabajar con ellos si le son útiles para defender al pueblo.
¿Keiko Fujimori es muy distinta políticamente de su padre?
Keiko Fujimori no tiene la habilidad política que tenía el padre y ha ido dando tumbos. En la campaña anterior creyó que separándose del padre le podía ir muy bien y fracasó en la segunda vuelta. En esta campaña, ha vuelto donde su padre en una onda de “papá lo sabe todo”, repite que su papá es su inspirador y que le da consejos. Keiko Fujimori es más endeble. Lo que sí ella ha sido muy esforzada en querer construir un partido político, cosa que ha logrado a medias.
¿Quién puede crecer más electoralmente? ¿Podría pensarse que Keiko Fujimori podría sumar los votos de la derecha, la centro derecha e incluso el centro?
A primera vista uno vería es que Keiko tendría las de ganar porque representa una posición más sensata. Pero el problema que tiene Keiko Fujimori es que hay en el Perú un antifujimorismo que sigue siendo muy alto. Es la candidata que tenía el mayor antivoto, es decir, que el 66% de la gente dice que nunca votaría por ella. Lo que ocurre ahora es que se enfrenta a un candidato de la ultraizquierda y también hay un voto antiizquierda. Es un dilema para los antifujimoristas, donde hay algunos que no son de izquierda. El voto antifujimorista es muy grande, que votó por Ollanta Humala en 2011, que era un izquierdista, para que no ganara Keiko Fujimori; que votó por Pedro Pablo Kuczynski, que era un banquero ultraderechista, para que no gane el fujimorismo. Ahí hay mucha gente que va desde las izquierdas hasta la derecha. No sé quién puede ganar.
En un eventual Gobierno de Keiko Fujimori, ¿su padre podría tener influencia sobre ella y su gestión?
No creo. Alberto Fujimori tiene 82 años, ha pasado en la cárcel los últimos 13 años y su salud está muy resquebrajada. Ha sufrido algunos golpes. Lo indultó Kuczynski, salió de la cárcel, lo volvieron a meter… Creo que es una persona que está muy acabada.
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