En su carta al Consejo General de la DC, el entonces candidato Gabriel Boric, hacía el siguiente mea culpa, al momento de solicitar su apoyo para la segunda vuelta presidencial: “La arrogancia generacional es una mala consejera… no hay virtud per se en la juventud y la novedad, sino que un proyecto político debe juzgarse por sus convicciones, principios y actuar en consecuencia”.
El FA se había consolidado como una fuerza política anclada en el movimiento estudiantil, la clase media emergente y un votante que migraba desde las coaliciones tradicionales a otros referentes. Sin embargo, con esa fórmula el techo de la coalición se veía todavía bastante bajo, como lo reflejó el segundo lugar en la primera vuelta presidencial y un decepcionante resultado en el congreso.
La coalición ya había dado algunos pasos en dirección a expandirse, pero estos todavía eran tímidos. “Jóvenes de todas las generaciones” había sido uno de sus lemas de las primarias. Pero ahora se enfrentaban por primera vez al desafío de convertirse en un proyecto de mayoría.
Entre otras cosas, eso implicaba la necesidad de tomarse en serio la pregunta de qué es el FA. Más allá de la apuesta generacional ¿Cuáles son sus convicciones y principios, por los que debiese ser juzgado?
En esta columna, la última de la serie, intentaré bosquejar la discusión ideológica del FA. Propongo, al respecto, dos cosas.
En primer lugar, el FA se ha ido situando en una visión “ciudadanista” de su sujeto político. En esta visión, el tradicional sujeto político de la izquierda, la clase trabajadora, se diluye en una multiplicidad de identidades que exigen igual reconocimiento a sus demandas.
En segundo lugar, es posible observar en su ideario una serie de incorporaciones de los principios de la democracia pluralista. Esto, por cierto, no exento de controversias y conflictos internos, pero nítidamente reflejado en su rechazo a la derivas autoritarias de Venezuela y Nicaragua. En esta última definición ideológica ha terminado jugado un rol crucial el liderazgo del presidente Boric, que ha empujado decididamente a la coalición por esta senda, desde el hito de la firma del acuerdo de nueva constitución hasta su entrada a la Moneda.
Qué es el Frente Amplio
Algunos podrán creer que la ideología es algo medio esotérico, que no es tan relevante para gobernar. Sin embargo, especialmente estando en el gobierno, la ideología es crucial. Es la brújula que permite navegar cuando el viento empieza sopla en contra y te encuentras desorientado.
Lo cierto es que el FA no es el resultado de un prediseño acabado, puesto en práctica. Más bien, los partidos y las coaliciones “se hacen haciendo”. En este sentido, la ideología de un partido no es un elemento accesorio, es la esencia de un proyecto político. Como lo explican Mair y Mudde (1998), ideología es aquello que un partido es, en lugar de lo que hace.
¿Qué es el Frente Amplio y los partidos que lo componen? En lugar de responder esta pregunta, plantearé dos áreas en las que más temprano que tarde el viento soplará en contra, y será necesario definirse.
A quién representa el Frente Amplio
La primera pregunta es a quién representa el FA. Convergencia Social, el partido en que milita el presidente Boric, se define a sí mismo en su declaración de principios como: “una organización política de ciudadanos y ciudadanas comprometidos y comprometidas con la consecución de una sociedad socialista, democrática, libertaria y feminista”. De modo similar, Revolución Democrática se define en su declaración de principios como: “una colectividad de personas que, agrupadas bajo reglas democráticas, participa del sistema político chileno”.
Compárese estas definiciones con las del PC en su declaración de principios afirma explícitamente que la clase trabajadora es el sujeto político de su proyecto o, incluso, el Partido Socialista que hace lo propio con “trabajadores manuales e intelectuales”.
El Frente Amplio es, en muchos sentidos, hijo de su tiempo. Un tiempo en que las identidades aglomeradoras, como la de la clase trabajadora, han perdido su ascendencia. No es que no se reconozca el conflicto capital-trabajo, presente también en sus declaraciones, sino que este se pone a la par con un conjunto inabarcable de identidades y sus conflictos. Todos esos distintos sujetos se engloban con el término “ciudadanía”, sin negar sus diferencias.
La expresión más nítida de estas identidades son los movimientos sociales. En este sentido, un gran desafío identitario que tendrá el gobierno es su relación con estos movimientos que, por esencia, defenderán demandas parciales ante un gobierno que debe tener visión de conjunto. ¿Cómo priorizar entre demandas apremiantes?
Por otro lado, siempre habrá una mayoría de la población que no participa activamente en movimientos sociales, ¿Cómo evitar que su voz sea desplazada por los que gritan más fuerte? El presidente al momento de asumir declaró prometer ante “el pueblo y los pueblos”. En este gesto me parece que se percibe esta tensión que los acompañará, entre la visión de conjunto y las parceladas. En los momentos más tensos del mandato, encontrar el equilibrio entre ambos será su principal desafío.
Contra qué lucha el Frente Amplio
La segunda pregunta es cómo ve el conflicto en la sociedad. En términos de su relación con la democracia pluralista, las definiciones ideológicas del FA también son bastante decidoras. Si bien hay matices, que se han reflejado en disputas internas del FA desde su origen, algunas señales son bastante notorias.
Por ejemplo, en las resoluciones de su congreso ideológico, RD declara que se reconoce parte de una tradición republicana de la democracia, en la que el bien común prima sobre los intereses particulares y “son las mayorías las que deben expresarse y decidir, en un marco de respeto por las minorías y grupos históricamente excluidas”. En este sentido la principal pregunta es por la relación con los adversarios, ¿Cómo hacer valer la voluntad mayoritaria, sin aplastar a las minorías? ¿Cómo se garantiza institucionalmente que nadie sienta que ganó o perdió tanto que la competencia democrática ya no tiene sentido?
Ciertamente, buena parte de esta discusión estará presente en el debate constitucional. El rol que juegue el FA, tanto en la Convención como en el gobierno, en estos temas será crucial, sobre todo en los momentos más álgidos, cuando más se crispen los ánimos con la oposición.
El Frente Amplio llegó a la Moneda: Comienza la era Boric
El sorprendente crecimiento económico de Chile y la reducción de la pobreza en los últimos 30 años derivó en la aparición de nuevos actores sociales. Las clases medias emergentes y sus demandas que en parte explican a esta nueva izquierda.
Por otro lado, la otrora exitosa apuesta electoral de centroizquierda, esto es, que una alianza del centro político con la izquierda garantizaría una mayoría, ya no funcionaría en una sociedad crecientemente ajena al eje izquierda-derecha.
La nueva izquierda chilena es un monumento tanto a los logros como a los fracasos de la Concertación.
En los próximos años, el Frente Amplio vivirá importantes momentos de definición. Su capacidad para demostrar que puede ser motor de un nuevo ciclo progresista para Chile dependerá de, al menos, dos elementos. Para ambos, la presencia o ausencia de una ideológica coherente jugará un rol central.
En primer lugar, deberá convencer de que, además de encarnar un malestar con el modelo social y económico chileno, es capaz de formular nuevos consensos sociales y avanzar en transformaciones con un horizonte de tranquilidad, “paso a paso para no desbarrancarse”.
En segundo lugar, deberá mostrar suficiente capacidad de gestión política para articular una mayoría política, sin perder el vínculo con los movimientos sociales. En definitiva, articular mayorías sin perder lo que le permitió llegar al poder.
Dos gigantescos desafíos de la coalición que desde la calle llegó a la Moneda. Hay mucho en juego, pero, después de 10 años “sorprendiendo” a los agoreros del fracaso, se escuchan pocas voces que les nieguen al menos el beneficio de la duda. Quizás lo logren. Ojalá.
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