En Chile está pasando algo muy extraño: Hay una especie de competencia para ver qué sector o lideres políticos son más incondicionales de los carabineros; algo parecido al movimiento “me too” que en este caso se traduce como “todos somos policías”.
El péndulo osciló hacia el otro extremo. Hace no tanto tiempo se hablaba de refundar carabineros y se la veía como una institución corrupta (Paco-Gate) y violadora de los Derechos Humanos.
Durante el estallido social una importante mayoría de la ciudadanía, según las encuestas de la época, justificaba la violencia desatada en las calles, los rostros principales de casi todos los canales de televisión apoyaban las manifestaciones, relativizaban los actos vandálicos y condenaban a los carabineros.
La intelectualidad progresista se cuadró con el estallido y la violencia proveyendo el sustento ideológico para atacar a Carabineros. También lo hicieron los partidos políticos de la izquierda incluyendo al Socialismo Democrático.
Es cierto, Carabineros abusó de su poder y cometió atropellos a los DDHH, pero éstos no fueron masivos. Hubo una campaña orquestada para inhibir la acción de la policía y así dejar la cancha libre para que los manifestantes pudieran acometer sus actos vandálicos.
Cualquier incidente era elevado a la categoría de violación de DDHH, subiendo videos adulterados a las redes sociales para difundir el odio a las policías. Los dirigentes políticos de la izquierda irreflexiva no se demoraban ni un segundo en validar esas falsificaciones apuntando su dedo acusador , exigiendo la salida del general director, la baja de los presuntos culpables y la pronta condena en los tribunales.
Tuvieron un éxito total, que hoy en este nuevo clima les está pasando la cuenta. La desmoralización de carabineros fue absoluta y se abstuvieron de usar sus armas de fuego para defenderse frente a la delincuencia común por temor a ser procesados.
Pero hoy todo gira en torno a la delincuencia y los carabineros son vistos como la salvación, los únicos que pueden combatirla y derrotarla.
Entonces se da la paradoja de que los mismos que los denostaron y desmoralizaron los necesitan desesperadamente porque ahora son gobierno y por ende responsables de mantener el orden y la seguridad.
El gobierno ha tenido un giro extraordinario en su discurso y ahora les jura amor eterno a carabineros; ya no los considera unos parias sino héroes y les ofrece todas las leyes, apoyo político y recursos materiales que sean necesario. El presidente se ve incómodo, irritable, molesto, “achunchado”, disminuido.
Su metamorfosis, tiene conflictuado al gobierno. Para la Apruebo Dignidad este “matrimonio” por conveniencia con carabineros, que implica necesariamente borrón y cuenta nueva, es intolerable y por eso han puesto el tema de los DDHH sobre la mesa; buscando que al menos cuando se trate de delitos cometidos en el contexto de manifestaciones la policía no tenga las mismas garantías de legítima defensa de que gozará en la lucha contra el delito común.
En este frenesí algunos han llegado al extremo de exigirle al presidente que pida perdón por sus “pecados”, que haga un mea culpa por ser quien es, que abrogue de su pasado como condición necesaria para que los ciudadanos le crean que está dispuesto a combatir el delito.
No veo de qué forma se podría sostener que humillar al presidente de la república obligándolo a pedir perdón a una institución que se supone está bajo su mando podría mejorar su estatura.
Para lo único que serviría sería para debilitar la autoridad presidencial y horadar la democracia confiriéndole a carabineros, un poder y un estatus extraordinario contrario a la letra y el espíritu de la constitución.
Además, si lo hiciera estaría faltando a la verdad, porque Boric no está en lo absoluto arrepentido ni de sus dichos ni de sus actos, como quedo de manifiesto con los indultos cuyos beneficiarios son los mismos que agredieron a los carabineros, muchos de los cuales gozan de generosas pensiones de gracia otorgadas por el presidente; y si no hay más indultos no es por falta de voluntad política sino única y exclusivamente porque no se atreven.
La pregunta que yo me formulo es ¿qué vamos a hacer cuando una vez aprobadas todas las leyes la delincuencia siga igual?
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