-¿Cuál es tu opinión del momento en que Lagos anuncia su despedida?
-Lagos lo vincula muy claramente a la edad, menciona los 86 años. Lo que hace pensar que se siente un poco cansado y que probablemente no confía tanto ya en sus fuerzas intelectuales, digamos. No sé si eso indica, no me parece que indique claramente una enfermedad, sino más bien como cuando la gente se quiere jubilar. Posiblemente una señal para mucha gente que lo busca continuamente. Y que lo asedian un poco, como ha pasado en los últimos, dos años, por lo menos.
-Uno de ellos era el presidente Boric, ¿no?
-El presidente Boric, el Partido Socialista, los parlamentarios. Es un hombre que ha estado siempre asediado.
-Dicen que ser un buen presidente es muy importante, pero también es importante ser un buen ex presidente. ¿Crees que Lagos fue un buen ex presidente?
-Sí, ha sido muy prudente, muy cauteloso en sus opiniones, no ha querido perturbar mucho a sus sucesores. Es inevitable que los comparen, entonces su posición era muy jodida, porque como ha sido evidente en el día de hoy, él tiene un aprecio entre distintos sectores de la política chilena que no tiene nadie más. Entonces para Bachelet, para Piñera, para Boric, que los comparen continuamente con él, yo creo que ha sido un problema.
-Fue tan prudente que no dijo que votaba Rechazo ni Apruebo, lo que en el fondo podía ser visto como un espaldarazo al Rechazo de la propuesta de la Convención.
-Sí, en el fondo todos entendíamos que eso significaba Rechazo. En ese sentido, Lagos es bien delicado, entiende cuando tiene que ser explícito y cuando no.
-Tú escribiste con Rocío Montes “La historia oculta de la década socialista” e investigaste exhaustivamente el gobierno de Lagos. ¿Cómo lo definirías?
-El gobierno de Lagos es esencialmente un gobierno que busca reponer la gobernabilidad de la izquierda. O sea, su problema es Allende. Y no digo la persona Allende, sino el gobierno de Allende. La forma de terminar, lo que eso significó para el país, pero también lo que fue la gestión, yo creo, del propio gobierno de Allende, aunque no lo diga, aunque no haya sido explícito en eso.
Su obsesión era que el presidente socialista posterior a Allende tenía que terminar su mandato y terminarlo lo más alto posible. Creo que ese fue su horizonte, que incluía tener mucha presencia internacional, digamos, reponer la dignidad del cargo, incluso con cierta arrogancia, no entregarse a los partidos políticos, ni siquiera a los aliados. En fin, creo que la única intervención poco discreta de Lagos en ese período fue la inclinación por Michelle Bachelet en la competencia electoral de 2005. La única.
-Dicen que es muy difícil que un presidente no termine arrepintiéndose de haber designado a su sucesor.
-No creo que haya estado arrepentido, pero creo que sí estaba arrepentido de la imprudencia que cometió cuando le preguntaron, en televisión si mal no recuerdo, y él dijo que sabía dónde estaba su corazoncito. Esa fue la imprudencia. No más allá, porque en la campaña electoral no participó, se trató de marginar lo más posible, pero cometió esta imprudencia inicial que él la explica con una cosa medio naive. Creo que sí fue un traspié, en el sentido de que no fue algo premeditado ni muy meditado.
¿Pero tú no crees que más allá de todos sus méritos, que cuando él llama para felicitar a la presidenta Bachelet por su victoria y le dice que le tiene ciertas tareas, ¿no se ve un cierto paternalismo ahí que habría molestado a Bachelet?
-Mucho, mucho. Y hay episodios posteriores todavía peores que eso, como una visita a Argentina donde le dijo a Kirchner que le podía declarar la guerra cuando ya no era presidente. O sea, mucho. Lagos siempre se sintió un poco tutor. Pero tutor, no sé si de Michele Bachelet solamente, sino un poco de lo que pasaba en el país después de su gobierno. Habría sido igual de paternalista con otro de la Concertación que no fuera Bachelet.
-Tú seguiste la trayectoria de Lagos desde que él se hizo presente en la transición donde el hito principal es el “dedo de Lagos” hasta, a falta de mejor palabra, su ocaso en la vida política. ¿Cuánto fue cambiando? ¿Qué hitos crees que lo marcaron más para esos cambios?
-Lo conocí exactamente el año 1984 cuando asumió como presidente de la Alianza Democrática, que tenía una presidencia rotativa. Entonces justo en ese momento Pinochet decretó Estado de sitio. Tenía un desayuno con Lagos en su oficina y cuando llegué estaba lleno de militares. Militares como carapintadas, encapuchados.
Llegó como a los cinco minutos y los agarró a gritos y los tipos se pusieron muy nerviosos y salieron corriendo escaleras abajo. Quedé muy impactado porque horas después fui a la sede del entonces MDP, la unión de los socialistas de Almeyda con el PC y el MIR. Y la gente que estaba ahí, que había sido allanada también, estaba más bien aterrada de que pasara algo peor. Nadie había tenido la entereza que tuvo Lagos para imponerse, y decir esto es mi oficina, esto es ilegal, en fin.
Entonces fue una presencia muy importante para el mundo de la izquierda en cuanto a ir perdiendo el terror, el terror paralizante. No quiero decir que no tuviera un poco de susto, pero sí ese terror paralizante que no le permitía actuar en nada. Él fue fundamental para eso, aunque muy pocos se lo vayan a reconocer después, porque de esas historias siempre se siente dueño el Partido Comunista o el Partido Socialista, que estaban más a la izquierda, en fin.
-¿Sus grandes modelos fueron Felipe González y François Mitterrand?
-Sí. Claro, tú mencionas los modelos, los modelos más o menos históricos, pero a él le tocó el momento de la tercera vía. Simpatizaba mucho con Tony Blair, con Bill Clinton, con la gente que representaba eso en el mundo. Claro, sin calcular, ni poder calcular que después eso iba a ser vilipendiado por la propia izquierda.
-Su ambición era cerrar la transición y reconciliar a la izquierda con el mundo empresarial y el mundo militar. ¿Tú crees que lo logró?
-No, no lo logró. Bueno, logró una parte de eso, lo logró con la parte que le era leal, la que estaba en la Concertación. Pero no logró que esa situación fuera perdurable en el tiempo. Diría que si uno le pregunta hoy a los actuales dirigentes, de eso queda muy poco. En realidad hay que interpretar todo lo que viene después de Lagos como un esfuerzo de la izquierda por revertir lo que hizo Lagos.
-¿Por qué una parte importante de la izquierda miró en menos el gobierno de Lagos?
-Bueno, hubo una izquierda que no le gustó nunca, que fue la del Partido Comunista, para decirlo con claridad. En el PS había sectores que tampoco les gustó desde el comienzo, como Escalona y otros. Pero diría que lo que pasó después es que, sobre todo con la formación del Frente Amplio, es que se configura una izquierda que considera que gobiernos como el de Lagos, que no producen transformaciones económicas radicales, que no están contra el sistema en forma frontal, que creen en el crecimiento, que creen en el desarrollo, no son suficientemente de izquierda. O no representan el pensamiento de izquierda tradicional.
-¿En qué se tradujo eso?
-Los partidos del Frente Amplio nacieron fundamentalmente en contra de Lagos, para ponerlo en palabras simbólicas, en contra de ese tipo de izquierda. Ellos pretenden superar el tipo de gobierno y el tipo de izquierda que representan los Lagos. Lagos no acepta este desafío, o sea, lo desdeña, se hace el sordo, pero sabe perfectamente que ese es el objetivo final. Algunas de las figuras del Frente Amplio, como el propio presidente Boric, han retrocedido sobre esos pasos, pero yo creo que la mayoría no. La mayoría piensa que fue un gobierno de derecha disfrazado de izquierda.
Lo que no creo es que haya estado muy feliz con la evolución de la política chilena después de que él dejó el gobierno. No creo que haya sido un campeón, digamos, del gobierno de Bachelet, sobre todo del segundo (mandato). Por supuesto que obviamente no le podía gustar Piñera y me parece que ha tenido bastante distancia con el Frente Amplio pero, claro, una distancia nuevamente un poco paternalista, como diciendo “ya se van a dar cuenta, estos son niños”. Pero me parece que él siente que el país no ha sido lo mismo que dejó. Y si lo pasas a la esfera internacional que tanto le importa, todavía más claramente es así, con poca relevancia internacional.
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