Cuando hace tres años atrás, en una conferencia sobre el valor de Codelco, postulé que su estrategia incluyera “impulsar una estrategia de diversificación, explotando minerales más allá del cobre, especialmente aquellos necesarios para frenar el cambio climático (litio, tierras raras, cobalto)”, jamás imaginé que esa proposición estaría tan cerca de realizarse como después del anuncio del acuerdo Soquimich (SQM) y Codelco. Tal como ha sido relevado por los bancos de inversión, el mercado accionario y diversos analistas es una estupenda noticia para Chile.
El tremendo potencial de extracción de litio que posee el salar de Atacama ha sido tratado como un negocio por las partes y ello implica que buscaron aquellos términos en que ganan ambas, cerrando inicialmente una propuesta win-win.
Codelco, por una parte, que se incorpora a una actividad que desconoce de la mano de uno de los actores más relevantes a nivel global y SQM, por otra, aventa la nube negra del término de su contrato de arrendamiento el año 2030, proyectándose hacia adelante, como dice un especialista de la industria ”más allá del infinito”(2060).
Permitirle a SQM aumentar con rapidez sus niveles de producción es un tremendo activo-país. No existe otra empresa capaz de hacerlo a nivel global y ello reposiciona a Chile como un actor clave en la industria, con el consiguiente interés por invertir en el potencial existente en el resto de los salares. Además, el Fisco verá crecer la recaudación de recursos tanto por arriendos como por impuestos.
Esta asociación público-privada se constituye en sí misma como un proyecto emblemático, de alto impacto en el país, especialmente porque muestra un pragmatismo muy alejado de las anteojeras ideológicas que caracterizan a nuestros extremos políticos: nadie del sector privado quiere asociarse con el Estado vs debemos desarrollar una empresa 100% estatal.
Felicitaciones para los equipos negociadores, especialmente para el Presidente del Directorio de Codelco, Máximo Pacheco y sus colaboradores, porque se ha actuado con profesionalismo y sentido de realidad.
Es cierto, el Estado tenía una posición negociadora fuerte y quizás podría haber obtenido más, pero la codicia rompe el saco. Nadie posee una bola de cristal para predecir el futuro del precio del litio, el avance tecnológico de sustitutos, los cambios de propiedad en la empresa u orientaciones políticas del Gobierno, etc, etc. Por eso, cerrar -aquí y ahora- el trato era lo mejor.
El Gobierno del Presidente Gabriel Boric tiene el legítimo derecho de sentirse satisfecho por el acuerdo alcanzado. Su opción de aprovechar a Codelco como vehículo negociador le dio resultado, no sólo por el talento empresarial demostrado por su equipo sino porque sacó de la esfera política un proceso con muchas aristas peligrosas, entre las que se cuentan la participación de muchas voces opinantes (ministerios, Corfo, partidos políticos, etc.), la intervención de otros organismos del Estado y las restricciones propias del aparato público (léase la Contraloría General de la República) y qué decir del rol que podía cumplir “el innombrable”.
Aunque pueda parecer majadero y autorreferente, esta negociación abre la puerta a otra de las propuestas hechas en la citada conferencia sobre la estrategia de Codelco: “aumentar sus niveles de producción completando los grandes proyectos estructurales -necesarios para extender la vida de sus yacimientos- y aprovechar al máximo su potencial minero con un agresivo plan de exploraciones y adquisiciones”.
Hoy, con la carga de endeudamiento que posee y la absoluta incapacidad del “dueño” de capitalizarla, eso es imposible. Las prioridades del Gobierno para distraer recursos en proyectos que -de por sí- son de retorno en el largo plazo son muy distintas.
Si asociarse con SQM es un buen negocio para el país, explotando la riqueza de los salares, por qué no es posible hacerlo con el cobre, habida cuenta el gran futuro que todos le auguran, por su importancia en la electromovilidad, la nueva matriz energética y todo el impulso destinado a frenar el cambio climático. Al respecto, hemos insistido en que un fondo soberano (un país) estaría más que dispuesto en participar en la transformación de Codelco en un ejemplo de minería verde, llevando a Chile a liderar la transformación del sector, partiendo por una minería latinoamericana baja en carbono (protección biodiversidad, agua y energía, hidrógeno).
Las condiciones son óptimas para constituir un gigante minero a la altura de Aramco, ENI, Petrobras y otras empresas que lucen orgullosas la bandera de su país. Si ello se concretara, Chile seguirá siendo un foco muy atractivo de la minería a nivel global, retomando la senda de crecimiento que tanto necesitamos.
Ojalá las buenas noticias sigan. De éstas quiero destacar tres: la inversión de US$4.400 millones de AMSA en la concentradora de la mina Centinela, una apuesta por la minería chilena del principal grupo empresarial del país; la selección de Chile por parte de The Economist como la séptima economía de la OCDE de mejor performance en 2023 debido -entre otros indicadores- al esfuerzo de la política monetaria y fiscal en la contención de la inflación y, por supuesto, este acuerdo entre Soquimich y Codelco.
Así que sigamos mirando el vaso medio lleno, feliz 2024.
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