Hasta hace un par de semanas reinaba la más completa incertidumbre respecto de si los expertos serían capaces de ponerse de acuerdo en un ante proyecto para ser entregado al Consejo Constitucional como base de su trabajo.
Peor aún, contrariando el espíritu con que fue creada la instancia se habían dividido en bancadas de gobierno y oposición presentando más de 900 indicaciones contrarias al acuerdo unánime alcanzado por el pleno.
Las páginas de los diarios están repletas de declaraciones desafiantes de personeros de los partidos de gobierno advirtiendo que no aceptarían una constitución escrita por la derecha, llegando incluso a plantear desde ya una opción de rechazo o sabotaje al proceso.
Pero ahora todo cambió. Primó el realismo y el sentido de responsabilidad en la izquierda que decidió ponerse el parche antes de la herida y se abrió a un acuerdo con la derecha ahora, asumiendo en plenitud su derrota electoral y confiriéndole así un mayor grado de legitimidad a la nueva constitución. Una actitud totalmente funcional a la estabilidad del gobierno que necesita que el proceso llegue a buen puerto.
Es una decisión dura, necesaria e inteligente porque aprovecha que en el Comité de Expertos está empatada con la oposición, a diferencia de lo que ocurre con los consejeros, donde tras las elecciones ronca la derecha.
El acuerdo no es total ni completo. Hay áreas grises y temas que no serán resueltos en la instancia como por ejemplo la constitucionalización de la coexistencia de los sistemas públicos y privados en salud, cupos reservados para pueblos originarios, sistema electoral, gratuidad en educación que pasan al consejo sin acuerdo; lo que para todos los efectos prácticos significa que se terminará imponiendo la postura de la derecha.
El acuerdo asume que habrá rechazos y abstenciones por ambos bandos a algunas propuestas de los expertos pero que serán meramente testimoniales para no aparecer concediendo cuestiones fundamentales, pero a sabiendas de que en el consejo operará la mayoría de las derechas. Una formula elegante de ceder sin aparecer cediendo, de morir con las botas puestas. El mismo criterio se aplicará en el consejo donde se repondrán algunas indicaciones, las que no prosperarán pues no habrá tres quintos para aprobarlas.
El oficialismo ha hecho importantes y dolorosas concesiones, sobre todo para un gobierno “feminista” como por ejemplo aceptar una paridad acotada, para usar un término en boga, donde se abandona el 50/50 y se establece una paridad transitoria por dos años que garantiza un 40 por ciento como piso y nunca más del 60% para un mismo sexo; y no se trata el tema de los derechos reproductivos de la mujer, es decir las cosas quedan exactamente igual que ahora.
En cuanto los derechos de agua, se mantiene el estatus quo, elevando a rango constitucional la regulación contenida en el Código de Aguas, y se consagra la participación de privados en la provisión de los derechos sociales y el derecho preferente a la vivienda propia.
Puede que el “Vía Crucis” de la izquierda aún no haya terminado y que le queden “sapos” por tragar. Más allá de algunas declaraciones de buena crianza, no sabemos realmente cuál será la estrategia del Partido Republicano que tiene una agenda ideológica y valórica conservadora y que aún no se ha manifestado formalmente en el debate constitucional.
El ante proyecto preparado por los expertos tiene muchos silencios, vacíos y omisiones y desde luego no obliga al Consejo Constitucional. Es sin duda una señal potente de un principio de entendimiento entre la centro derecha y el oficialismo. Sin embargo, me parece exagerado, prematuro y voluntarista hablar de un acuerdo que va desde el partido comunista a los republicanos.
¿Que pasara con el capítulo de las Fuerzas Armadas y de Orden que se eliminó? ¡Con las concesiones mineras, y con la salud privada, el sistema previsional y la gratuidad en educación?, materias que no concitaron acuerdo entre los expertos y que dan contenido y sustancia al estado social democrático de derechos. El ante proyecto nada dice sobre seguridad pública y la lucha contra la delincuencia, temas emblemáticos para los republicanos que podrían impactar algunas garantías constitucionales.
No pretendo desconocer la trascendencia del acuerdo alcanzado por los expertos y la poderosa señal de armonía que conlleva. Pero hay que tener cautela pues solo se trata de un acuerdo preliminar que puede ser rebatido, cuestionado y modificado por el consejo.
Es un acuerdo parcial y frágil pues no tiene la bendición explícita del “accionista mayoritario” ya que como sabemos desde el 7 de mayo la opinión de los republicanos es decisiva. Así como la izquierda tuvo que asumir su derrota y la decepción de sus bases hasta el límite de lo tolerable, los republicanos vencedores no se pueden dar el lujo de defraudar a sus votantes diluyendo sus principios y asimilándose a la centro derecha que representa Chile Vamos, a los que superaron en las urnas con un discurso intransigente. No pueden abandonar la estrategia que los llevó a ser la primera fuerza política del país.
Pero los republicanos no la tienen tan fácil; no les conviene aparecer como obstruccionistas pues para la mayoría de la población, incluyendo sus propios votantes, que ya dejo de vibrar (si es que algún día lo hizo) con la idea de una nueva constitución lo más importante es que se produzca un acuerdo, un finiquito que de por zanjado el tema.
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