Condiciones climáticas. Al director regional de Senapred (ex Onemi), Miguel Muñoz, le ha tocado rescatar a varios muertos en la montaña. Por eso respeta los picos de los Andes, que son impredecibles. Muñoz está en Lo Valdés, en el Cajón del Maipo, donde se ha organizado el centro logístico que recibió los cuerpos de 3 andinistas argentinos que murieron congelados en el cerro Marmolejo, en la frontera de Chile y Argentina.
Dice que la operación, realizada por especialistas chilenos del GOPE, del Ejército, de Cuerpo Andino y de la delegación presidencial provincial, entre otros, funcionó a la perfección. “Partimos a las 08:00, todo el proceso de recuperación había sido planificado ayer (martes). Tuvimos condiciones climáticas excepcionales. Los cuerpos ya están en la base donde tenemos el puesto comando”.
En esa zona de Lo Valdés se instaló una especie de villa de emergencia. “Es un lugar que nos acomoda porque tenemos dependencias para tener a los familiares, los tenemos en domos que nos prestaron los dueños del lugar. Tenemos psicólogos, voluntarios trabajando con ellos y todos los equipos de respuesta destinados para hacer bien el procedimiento. Labocar (Carabineros) ya está en el lugar, al igual que gente del Servicio Médico Legal”.
Tres helicópteros. Muñoz revela que llegaron los tres helicópteros juntos, cerca del mediodía, con el objetivo de que las familias sepan que los tres cuerpos habían sido rescatados, aunque sin vida. “En estos momentos el Labocar está haciendo todas las pericias correspondientes para luego ser revisados por el Servicio Médico Legal. Esperamos que en un par de horas, cerca de las cinco (de este miércoles), los parientes puedan verlos y tranquilizarse”.
El cerro Marmolejo, de 6.108 metros, tiene vientos que rompen las carpas y obligan a huir. “Todos los cerros en Chile son peligrosos. Uno tiene que tener un respeto absoluto a la montaña. Lo que pasa es que muchas veces las personas suben sin las capacidades, los equipamientos ni la logística correspondiente, a diferencia de lo que pasó ahora con Ignacio Lucero, que era un andinista muy avezado con muchas cumbres en el extranjero”, cuenta Muñoz.
El testimonio de la pareja. Entre los familiares que esperan en Lo Valdés está precisamente María Fernanda Martínez, quien cuenta que conoció a Lucero hace 14 años en Mendoza. “Tuvimos algo, pero era muy chica y andaba en sus cosas entonces. Pero seguimos en comunicación. Yo era asistente dental en un consultorio. Un día mi jefe me dice: va a venir un amigo que es extranjero. Resulta que por su Accidente Cerebro Vascular (ACV) hablaba medio trabado. Yo lo vi y pensé: qué interesante, con sus rastas, todo raro. Me gustaba mucho, pero en ese momento tenía 25 años y me acababa de ir a vivir sola, como que quería vivir mi vida”.
Fernanda Martínez se emociona al recordar. “Nos volvimos a reencontrar en pandemia y desde el primer día, el 21 de mayo, empezamos a buscar a nuestro bebé. Él tenía que esperar un año sin subir a la montaña. Es decir la altura afecta la fertilidad. Y él era un fanático de la montaña. Él vivía por la montaña. La amaba”.
“De hecho, cuando él estaba mucho tiempo acá en la ciudad, yo le decía: ¿cuándo se va a ir? Vivíamos en dos casitas. Pero siempre estábamos juntos. Éramos familia, éramos pareja. Era preferible así porque él era tan libre y también me gustaba estar sola un rato”.
Al final, lograron tener un hijo, Salvador, hoy de dos años.
-¿Usted entendía esta pasión que él sentía por la montaña?
-Cómo le iba a quitar esta pasión; era como ponerle un revólver arriba de la mesa y decirle mátate. Dejaba que se fuera, para extrañarlo. Ahí me daba cuenta que lo amaba más cuando se iba.
Al borde de la muerte. En 2011 tuvo dos infartos a 7.400 metros en el Himalaya y cuando lo estaban operando en un hospital asiático le dio un ACV. Pero siguió escalando, muchas veces acompañado de su perro Oro. Tenía 30 años de experiencia. Aparte de eso, una licenciatura en Literatura y un gran gusto por la lectura.
A sus 50 años, esta era la primera vez que subía el Marmolejo y la última expedición de su vida. El jueves se perdió su rastro junto a Raúl Espir y Sergio Berardo, sin la experiencia de Lucero. Cuando el domingo a Fernanda Martínez le dijeron que rescatistas chilenos iban a buscarlos, tuvo un mal presentimiento. “Yo ahí supe que no volvía. Mi corazón lo dijo. Ya no va a volver”.
Ella sufre de vértigo, de miedo a las alturas, por eso le costaba entender la pasión de Lucero, aunque la aceptara. Había llegado a la cima del Aconcagua 46 veces. “Primero me enojo, porque él siempre quería un poquitito más, un poquitito más. Y segundo, yo desde que lo conocí, supe que él iba a morir en una montaña. ¿Por qué? Porque es un deporte muy arriesgado”.
Salvado por metros. No era su primer accidente. “En 2021 estuvo en una zona donde hubo cuatro avalanchas. Me despierto a las 05:30 cuando me mandan unos videos con las avalanchas y los cuerpos. Y yo no me podía comunicar con él. Recién me pude comunicar a las 02:00 del otro día ya. Se salvó porque estaba a unos metros”.
Cuando partió al Marmolejo, Fernanda Martínez estaba muy tranquila, “porque él era tan experto, tan cuidadoso. Desde que nació su hijo tomaba muchas precauciones. Tenía adoración con su hijo. De hecho, el falleció el jueves y yo llego de trabajar ese día y mi bebé estaba con la niñera, y lo acuesto y empieza a llorar. Hicimos la oración del angelito de la guarda. “Papá está en el cielo, mamá”, me dijo”.
Ella dice que el último mensaje que recibió de él fue: “Estoy emprendiendo mi viaje”.
Gerardo Castillo, guía de montaña que conocía a Lucero, dijo que “era un buscador que siempre estaba haciendo cosas nuevas”.
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