Es curioso cómo el tema de pensiones y salario mínimo suelen tomarse la agenda, pero no el origen del problema: el mercado laboral. Uno que está cambiando aceleradamente de la mano de los cambios tecnológicos. El debut de Sora -la nueva aplicación de Open AI- que es capaz de generar videos como respuesta a una simple instrucción escrita, dejó a medio mundo perplejo. Poco más de un año atrás nos sorprendimos con una aplicación que era capaz de conversar con total naturalidad, pasar los exámenes universitarios más exigentes e incluso superar el famoso test de Turing (ejercicio que constata que un humano no es capaz de distinguir un interlocutor artificial de uno humano). Sin embargo, su impacto en el mercado laboral no es tema.
Que la mitad del país gane formalmente menos de 500 mil pesos, que el promedio sea 757 mil, que un 8,5% de las personas no encuentra empleo, que economía emplee a casi medio millón de personas menos que antes de la pandemia (tasa de ocupación bajó de 58,2% a un 55,4%) , y que un 27,5% de las personas trabajan informalmente, revela lo precaria de nuestra economía. Una que lentamente se desarrolló a paso firme durante 20 años, pero que durante la última década no logra levantar cabeza. Con la productividad estancada y un estudio tras otro recordando cómo las empresas necesitan personas con competencias digitales o simplemente diferentes, pero las universidades siguen con las mismas carreras desde hace décadas, y la discusión sobre regulación laboral sigue anclada en los años 60 ‘s.
En este contexto, es que constatamos que contamos con una institucionalidad completamente anacrónica. Un Ministerio del Trabajo preocupado únicamente de pensiones, sueldo mínimo e inspecciones laborales, cuando debiese también estar ocupado en fomentar un mercado saludable, dinámico, productivo, que genere más valor, y que como consecuencia, pague mejores sueldos. Así, centrándose en el origen del problema, se resolverán buena parte de los problemas que resultan en bajas pensiones, y aumentar el salario mínimo no fomentaría el mercado informal, porque la demanda desde empresas formales sería mayor.
Para enfrentar este desafío necesitamos crear capacidades, herramientas y una institucionalidad que no existe hoy. Construir conocimiento detallado sobre el mercado laboral, sobre rubros y ocupaciones específicas, niveles de salarios, competencias y tendencias, para ser capaces de poner los incentivos necesarios para corregir fallas de mercado.
Lamentablemente, el mercado laboral es bastante menos adaptable y eficiente de lo que nos gustaría. La regulación excesiva no permite a una pyme contratar a alguien por algunas horas a la semana en forma fácil y sin correr riesgos laborales. Algo tan esencial como esto, nuestra legislación lo impide en la práctica. Por otro lado, las nuevas tecnologías crearán obsolescencia de puestos de trabajo, crearán otros y las personas no podrán reinventarse de la noche a la mañana. Así, mientras la tecnología crea sustitutos para las personas, y estas no tienen alternativas, los salarios de esas personas tenderán a la baja para no ser reemplazadas.
El mercado se adaptará, pero ese ajuste creará importantes costos sociales, que derivará en descontento ciudadano, y este, terminará forzará a tomar decisiones regulatorias o implementación de políticas públicas parches y cortoplacista que profundizarán la atrofia del mercado laboral en vez transformarlo en uno más adaptable y productivo.
Como si todo esto no fuese suficiente, “post-labour economics” ya es un concepto sobre el que se escribe y estudia. A su vez, Sam Altman – fundador y CEO de Open AI – vaticina que en los próximos años empezaremos a ver empresas multimillonarias con solo un empleado. ¡Uno solo! Siendo capaz de llevar su contabilidad, coordinar proveedores, gestionar generación de contenido, entrega de servicios, y lo que sea necesario, de la mano de Inteligencia Artificial.
Solemos mirar a países desarrollados pensando que son tal porque tienen Estados de bienestar extendidos, obviando nuevamente el centro del asunto: son países desarrollados porque tienen mercados laborales productivos y bien balanceados. Los restaurantes en Zúrich son varias veces más caros que en Chile porque los salarios son mayores, pero a su vez, los valores de los supermercados son similares dado que los productos son intensivos en capital, y la productividad de los empleados es mayor. Ese nuevo equilibrio es el que debemos buscar.
Para lograrlo, necesitamos fomentar activamente un mercado laboral más productivo, permitiendo que existan menos costos para contratar y despedir, un sistema que permita a los micro emprendedores formalizarse con un escalón intermedio que no los haga pagar ningún tipo de impuesto, pero le entregue visibilidad al Estado, con una reforma profunda al sistema de educación superior con carreras actualizadas más cortas y flexibles pensadas para trabajar en paralelo, y con una coordinación con el mundo privado para proyectar y detectar la escasez de talento en determinadas sectores. Sólo así, Chile podrá seguir desarrollándose en esta nueva era digital.
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