Diciembre 12, 2021

Gobernando en la cuerda floja: el dilema de los votos prestados de Boric y Kast. Por Kenneth Bunker

Ex-Ante

Cuando Sebastián Piñera asumió su segundo gobierno en 2018 lo hizo con 55% de los votos. En el papel, una amplia mayoría que le permitiría gobernar casi sin problemas. En la realidad, un castillo de naipes. Pero como ahora sabemos, en realidad los votantes nuevos que se sumaron a su campaña entre primera y segunda vuelta no lo hicieron con convicción. Es una lección que deben tener presente ambos candidatos.

Una imagen falsa. El principal problema de Piñera fue no haber escuchado. Desde el comienzo se negó a hacerlo. Cuando asumió el poder, lo hizo prácticamente ignorando todo lo que había ocurrido en los cuatro años previos. No solo archivó el proceso constitucional que había iniciado oportunamente Bachelet, sino que además nombró a más de un tercio de los ministros que ya habían formado parte de su primer gobierno.

  • Cuando Piñera finalmente perdió el poco apoyo que le quedaba (tras el estallido social) su gobierno pasó de ser uno empoderado a uno administrativo. Ahora bien, a diferencia de lo que algunos sugieren, el punto es que el presidente nunca perdió el poder. Simplemente nunca lo tuvo. El apoyo que obtuvo en la segunda vuelta no fueron más que la sombra en la caverna. Una imagen falsa.

Lecciones de gobernabilidad. Lo que ocurrió con Piñera sirve como ejemplo de lo que no hay que hacer. Es una lección que le sirve a ambos candidatos que hoy buscan la mayoría absoluta. A pesar de que rara vez gobernantes aceptan que podrían repetir los errores de sus antecesores, ocurre con frecuencia. Basta recordar que, al momento del estallido social, Piñera ya había gobernado 5 años combinados. Aún así, poco pudo hacer para evitar el descalabro que vendría.

  • A diferencia de lo que algunos creen, la clave no es escuchar a la gente una vez que se llega al poder. Es escucharla antes de llegar. Entre primera y segunda vuelta. Es allí dónde la gente plantea sus demandas. Todo lo que viene después son solo exigencias de esas expectativas. Al menos ahora parece haber evidencia de que los candidatos escucharon. Los giros hacia el centro son testimonio de aquello.
  • Ahora bien, escuchar no garantiza nada. El mismo Piñera trató de cumplir con las promesas que hizo entre primera y segunda vuelta de 2017, y simplemente no pudo. El problema es que el escenario podría ser aún más drástico con Boric o con Kast en la presidencia. Los dos, por sí solos, obtuvieron menos votos en primera vuelta que Piñera. Mientras la base de Piñera era un poco más que un tercio del electorado, la base de Boric y Kast apenas sobrepasa el 25%.

 Boric y la imagen falsa. De ganar, Boric comenzaría su gobierno con un cuarto de apoyo (lo que obtuvo en primera vuelta). Ese cuarto, por cierto, sería un cuarto de los votantes (y no de la población total). Eso ya es una señal de alerta. Por supuesto, como Piñera y todos sus antecesores, Boric asumiría con una mayoría absoluta. Pero todos esos votos adicionales, lo que sume sobre el millón ochocientos de primera vuelta, sería una imagen falsa.

  • Como con Piñera, muchos se caerán en el camino. Yasna Provoste, y otros líderes de la centroizquierda, ya lo adelantaron. Apoyarán a Boric en la segunda vuelta, pero no serán gobierno. Ante esta realidad, la única solución parece ser la adelantada arriba: respetar los compromisos tomados entre primera y segunda vuelta y darles viabilidad. Si Boric no lo hace, y retorna a su base de apoyo, a su campaña de primera vuelta, naufragará como Piñera.
  • Si lo que ha ocurrido en las últimas semanas es indicación de algo, hay razones para preocuparse. Pues, más allá de los cambios estéticos a la candidatura de Boric, la inclusión de nombres parece ser más de lo mismo. Los expertos, los técnicos, los académicos que se sumaron a la campaña parecen ser correcciones cosméticas más que cualquier otra cosa. Basta ver la reedición del programa económico de Boric para entender por qué.

Kast y la gobernabilidad. En el escenario en que Kast gana la elección, el panorama no se ve mucho mejor. Pues bien, como Boric, Kast debutaría con una base de apoyo extremadamente baja. Pero a diferencia de Boric, ha hecho mucho menos para ampliarla. Los consensos y compromisos que ha tomado entre primera y segunda vuelta han sido insuficientes y decepcionantes.

  • Si llega al gobierno, es evidente que su base de apoyo sería su partido, un partido que por cierto se define en un nicho de derecha de la derecha. Eso probablemente lo complementaría con las figuras de Chile Vamos que lo han apoyado recientemente. Aún así, quedaría igual de atrincherado. No sería un gobierno transversal políticamente, y menos un gobierno para todos los chilenos.
  • Parece claro que a esta altura no habrá grandes cambios en la candidatura de Kast. Si no cambia posiciones dramáticamente tendrá dificultades para llegar a los moderados, y parece simplemente haber escogido no hacerlo. En cambio, ha buscado depender casi enteramente de su oferta de orden, seguridad y paz. Por cierto, son temas importantes, pero que difícilmente serán útiles por sí solos para ganar la elección.

Gobernando en la cuerda floja. Los dos candidatos que llegan a la segunda vuelta lo hacen con los apoyos más bajos que ha tenido cualquier candidato presidencial que ha clasificado a la instancia desde el retorno de la democracia. Más allá de la efusividad con que sus respectivas bases los apoyan, y la peligrosa certidumbre que sus respectivos candidatos son prácticamente inmejorables, lo cierto es que de igual modo caminarán por la cuerda floja de la gobernabilidad.

  • La idea es no cometer los errores que cometió Piñera. Y si de escuchar a la gente se trata, parece haber un candidato que lo ha hecho mejor que otro. Para ese candidato no solo será importante respetar los compromisos hechos entre la primera y la segunda vuelta, sino que también el espíritu de los compromisos.
  • Muchos temen que, con el próximo gobierno, sea de quien sea, vendrá el descalabro. Temen que la economía colapse y que la persecución política volverá. Pero la cruda verdad es que ambos escenarios son improbables. El verdadero peligro es que el próximo presidente no logre hacer nada por no contar ni con el apoyo de base para hacerlo, ni el pragmatismo político para conseguirlo. La verdadera tragedia sería no avanzar en la medida de lo posible.

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