No debe sorprender que, una vez electo presidente, Gabriel Boric haya tenido muy presente la figura de Salvador Allende. De hecho, sus palabras en la noche de su triunfo el 19 de diciembre de 2021, aluden directamente al discurso que su predecesor pronunciara en la noche del 4 de septiembre de 1970. El candidato victorioso sugería así una correspondencia directa entre ambas jornadas. El detalle es importante: el triunfo no debía verse como una prolongación de 1988, sino que había que retroceder hasta 1970 para comprender su significación histórica.
El sitial privilegiado de Salvador Allende en el discurso del joven mandatario se vio confirmado el 11 de marzo del 2022, durante el cambio de mando. Ese día Gabriel Boric realizó una cuidadosa puesta en escena para manifestar del modo más nítido posible dónde estaba su principal fuente de inspiración. Así, antes de entrar a La Moneda se acercó a la estatua de Salvador Allende en la Plaza de la Constitución y se inclinó frente a ella antes de ingresar al palacio presidencial (…)
Poco después, en su primera alocución como mandatario -y tras haber omitido expresamente la referencia a Ricardo Lagos entre los ex presidentes del Chile reciente- Boric cerró su intervención con una mención que supone una enorme carga histórica respecto de su propia administración:
“Como pronosticara hace cincuenta años Salvador Allende, estamos de nuevo compatriotas, abriendo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, el hombre y la mujer libre, para construir una sociedad mejor. Seguimos. ¡Viva Chile!”.
La frase, en boca de un político de izquierda, es tan imponente como peligrosa. Imponente porque Boric conecta directamente su mandato con las últimas palabras de Allende. Aupado por el 18-0 y el proceso constitucional en curso, el presidente anuncia que su administración viene a concretar el anhelo más profundo de la izquierda: Boric encarna la profecía allendista. Y es peligrosa porque supone situarse en un pedestal muy elevado: soy el legítimo heredero de Salvador Allende (…)
Al inicio de su gobierno, la Convención era una pieza fundamental de su proyecto histórico. Los elementos parecían estar disponibles: estallido social, desprestigio de las elites tradicionales, crítica radical a los 30 años, proceso constituyente para acabar con el legado de Pinochet y la transición, triunfo de una nueva generación libre de los amarres de los 90’ y así. (…)
En la mente de estos dirigentes, el proyecto de nueva Constitución tenía por objetivo central hacer posible la reconfiguración entera de la sociedad, purgar los males heredados de la dictadura y los años de la Concertación, y lograr aquello que la UP no había podido.
Este cuadro ayuda a comprender la magnitud de la derrota sufrida en las urnas por la izquierda el 4 de septiembre del 2022, exactamente 52 años después del triunfo de Allende (…).
En rigor, el 4 de septiembre de 2022 fue un durísimo golpe a la línea de flotación que parte significativa de la izquierda había construido desde la movilizaciones de 2011 hasta el 18 de octubre de 2019. Todo fue una enorme ilusión retrospectiva que remite, en último término, a un diagnóstico errado sobre Salvador Allende y la Unidad Popular (…)
Los últimos episodios de nuestra historia transcurren pocos días después del 4 de septiembre. Tan solo una semana después, el domingo 11, el presidente Boric debe encabezar el aniversario del golpe de Estado. El presidente se nota afectado por el resultado electoral. Quizás por lo mismo, abandona las frases más ampulosas y opta por un estilo más íntimo y minimalista:
“En sus últimas palabras nos recuerda que siempre estará junto a nosotros, y ese metal tranquilo de su voz sigue resonando hasta el día de hoy (…). Es cierto lo seguimos oyendo (…) Quiero hoy día, en este día tan simbólico, expresar mi admiración por el compañero Salvador Allende, pero por sobre todo por esa alegría cuando durante la UP se estaba haciendo historia, por su profunda convicción democrática”.
En todo caso, el mandatario toma nota del resultado del plebiscito:
“No estamos gobernando para la historia, estamos gobernando para el presente (…) A diferencia de hace 49 años, la derrota que sufrimos en las urnas (…) fue una derrota democrática” (…)
Hay algo que se perdió en el trayecto, entre sus palabras firmes y decididas del 11 de marzo (estamos abriendo las grandes alamedas) y el tono dubitativo del 11 de septiembre (no estamos gobernando para la historia, estamos gobernando para el presente). En el camino se perdió la convicción de estar cumpliendo los designios proferidos por Allende aquella mañana de 1973. (…) La épica duró solo seis meses y de allí el giro discursivo desde las grandes alamedas al modesto gobernar para el presente del 11 de septiembre. La grandilocuencia se ha esfumado (…)
(Boric) hubo de resignarse, por la fuerza de los hechos, a anestesiar al mito del que quería beber. Esta es sin duda su mayor derrota ideológica: se vio obligado a transformar su gran punto de referencia en un mensaje vago y sin consistencia (…) Boric quería emular a su sucesor pero ni siquiera es seguro que haya comprendido cabalmente al personaje.
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