Uno de los desafíos que tienen los académicos en las distintas escuelas de comunicaciones es explicarles a los estudiantes cómo la comunicación condiciona la sociedad. A ello, debemos sumar que en los últimos 35 años -desde que ocupó una oficina permanente como profesor– hemos visto cómo la manera en que se reciben, cuándo y dónde los recibimos han cambiado significativamente. En el reciente entorno digital todos estamos comunicándonos a cada minuto.
“¿Cómo me muevo en las redes?” es una pregunta recurrente entre estudiantes, ejecutivos y empresarios que se acercan a las aulas de las universidades en busca de una respuesta. Algunos llegan asustados porque estaban viviendo una crisis, otros entusiasmados por las posibilidades, la mayoría temiendo las peores calamidades.
A través de Hiperconectados, mi último libro, intento dar respuestas a las preguntas que han ido surgiendo en este complejo entorno de la información, en el que dejamos de ser audiencia pasiva para convertirnos en usuarios activos, lo que exige entender mejor los mecanismos de las comunicaciones contemporáneas.
Cuando revisamos en que está la comunicación en el espacio digital debemos estar concientes que, pensando como periodista, es una noticia en desarrollo en que debemos ser capaces de describirla y establecer una guía hacia dónde puede dirigirse.
Tiendo a ser optimista al revisar mi propia experiencia en las redes. Estar conectado me ha dado la oportunidad de entablar conversaciones con personalidades que hasta antes de conocerlas en el espacio digital eran admirados autores que apenas veía como “lomos de libro” en mi biblioteca. Ahora estoy conectado con ellos en forma directa.
También juega en favor de mi sesgo el reciente aprovechamiento que hice de la hiper conectividad digital en la pandemia, que -como a muchos- me permitió seguir en contacto con mis redes cercanas, hacer muchas clases en un inédito confinamiento y seguir probando nuevas formas de interacción.
Finalmente, me pesa la experiencia histórica que muestra que con otros avances tecnológicos, tras momentos de tira y afloja iniciales, la humanidad normalmente ha encontrado la forma de aprovecharlos de manera positiva.
En este camino de construir mi mirada hice un esfuerzo por citar a un centenar de autores que he devorado en esta búsqueda de entender lo Hiperconectados que hoy vivimos, rescatar esas conversaciones que he tenido en los nuevos espacios que nos ha dado la tecnología como las lecturas de columnas de todas partes del mundo o escuchar podcast y conversaciones que de otra manera nunca lo hubiera hecho.
A través de este mundo hemos descubierto que somos partícipes de una fascinante historia de la masificación de los medios con los que hoy contamos. Quién en los ochenta, cuando aparecieron las primeras maletas para llevar los dispositivos móviles, podríamos haber imaginado que llegaríamos a tener el un pequeño dispositivo que integra todo lo que requiere un profesional de todas cualquier área.
La llegada de las aplicaciones que pueden mejorar indefinidamente nuestras comunicaciones y muchas otras actividades habituales. Del avance cada día de nuevos escenarios al que debemos estar preparados a las oportunidades que abre, por ejemplo, las mayores velocidades que significará un mínimo de tiempo con el 5G entre el enviar y recibir datos, y la proliferación de aplicaciones diseñadas específicamente para crear, distribuir y consumir contenido en diversos formatos, como texto, imágenes, videos, música, etc.
Soy un convencido de que las redes son adictivas no por la tecnología sino por la necesidad que tenemos de realizar conversaciones y desarrollar más contacto social. El punto revolucionario que estamos viviendo es que estas conversaciones ahora son conversaciones publicadas, que resultan de ese encuentro las redes y teléfonos táctiles, configurándose en un nuevo espacio tanto para la expresión, el disenso, el logro de acuerdos.
Habitar las conversaciones publicadas es una oportunidad comunicacional que tiene al centro al relato como herramienta para generar disrupción tanto en los mercados como en la vida social y política en general. Hay ejemplos virtuosos de cómo empresarios y activistas han aprovechado el entorno digital para entender mejor los dolores de la sociedad y han desarrollado historias adecuadas para la solución.
Aunque declaré abiertamente que soy de los que miro el vaso medio lleno, sí debemos enfrentar que también las mayores incomodidades que experimentamos al estar Hiperconectados.
La primera es el impacto de las redes en la democracia. Es un hecho que en la comunicación política actual, la autoridad puede vigilar como nunca antes, pero enfrenta nuevos problemas para comunicarse en un contexto de mayor polarización y donde aparecen voces nuevas constantemente y la protesta consigue herramientas perfectas para el activismo.
La segunda gran incomodidad es la desinformación que muchos creen se ha multiplicado de tal forma que la hiperconectividad nos está impidiendo mantenernos informados.
Un tercer fenómeno, que más que incomodidad es un desafío en el cual aún me considero aprendiendo: la necesidad de entender y cuestionar las características de los distintos algoritmos que se han convertido en un nuevo intermediario invisible que la mayor parte de los analistas desatiende.
Como facilitadores de entregar una visión sobre los nuevos desafíos que nos abre un mundo Hiperconectados no es posible hacer una evaluación sobre la hiperconectividad. Aunque en el mundo hay visiones que en la que algunos tienen el temor de que esto nos puede llevar a la extinción y otros lo ven como un paso positivo para la evolución de nuestra sociedad.
Hoy, la comunicación digital es una realidad que exige que ajustemos nuestra forma de comunicarnos. El desafío que hoy tenemos tanto como profesionales de las comunicaciones como a ciudadanos que habitamos en un país, reevaluar nuestras ideas sobre este fenómeno, y motivarnos a realizar los ajustes que el entorno requiere para seguir acercándonos cada vez más a la siempre improbable buena comunicación. Porque como lo avala la historia, no se trata de tecnología. Nos define el lenguaje con el que hablamos y pensamos y en eso siempre podemos tener control y responsabilidad.
El índice S&P IPSA de la Bolsa de Comercio de Santiago se alineó con las caídas de los mercados globales, retrocediendo un 1,83% en la jornada de este viernes, alcanzando los 6.245,42 puntos.
Antes de decidir cómo financiar las pensiones actuales, debemos diseñar un plan detallado y realista, focalizar bien las personas y grupos que necesitan de este apoyo, y no quedarnos con el 3% como un mantra. Solo luego podremos analizar el mecanismo de financiamiento más eficiente.
Es de esperar que en la discusión en el Congreso se corrija el rumbo de este mal diseño de política pública que genera distorsiones al mercado eléctrico. Para lograr esto, es necesario que el ministro encargado de la billetera fiscal salga de su silencio y tome el liderazgo en esta discusión.
Cuando mencionan que la inflación tendrá un descenso más rápido que lo previsto en junio producto de la demanda interna. Nos está diciendo que, en vista que la economía continuará muy fría y sin indicios de mejoras en el empleo, no existirá consumo ni inversión que presionen los precios al alza.
La bolsa chilena cayó 0,44%, siguiendo la tendencia internacional tras datos mixtos en EE.UU. El dólar cerró a $942,38, bajando levemente tras la fuerte subida del día anterior. Nasdaq logró recuperar un 0,25%.