Chile fue el país de la OCDE que más tiempo tuvo sus escuelas cerradas durante la pandemia. En total, los estudiantes no pudieron asistir a clases presenciales más de 250 días lectivos, lo que corresponde a casi un año y medio del calendario escolar. Las consecuencias de esta tragedia se han empezado a sentir desde la vuelta a clases presencial y nos acompañarán por décadas.
En el largo plazo, los años perdidos se traducirán en una fuerza laboral con menos habilidades, lo que tendrá un impacto evidente en nuestro crecimiento económico. En un escenario en que no mitiguemos la pérdida de aprendizajes, se estima una disminución del 5,5% del PIB por los próximos ochenta años, lo que corresponde a más de un 300% del PIB actual de Chile (Estudio CEP: Crisis educacional escolar pospandemia).
Ante esta situación, los países han enfrentado de forma distinta y en diferentes grados de intensidad la recuperación del sistema escolar. Está el caso de Suecia, donde las escuelas no cerraron y los estudios revelan que no se habrían producido pérdidas de aprendizaje ni aumento en la desigualdad. En otros como Japón, la baja en resultados ya prácticamente se ha revertido gracias a las políticas implementadas. Sin embargo, en la mayoría de los otros países, el desafío de recuperación sigue pendiente.
En una revisión en profundidad de seis naciones que se han caracterizado por una respuesta enérgica, tanto en monto como en la profundidad de las medidas implementadas, encontramos lo siguiente:
En Chile, desde 2022, tenemos el programa “Seamos Comunidad” que aborda las principales áreas identificadas por la literatura. Sin embargo, la cobertura de éste ha sido acotada, con escala menor a la nacional, y con un presupuesto adicional de 0,008% del PIB para el 2022, el que no varía sustancialmente en magnitud para el 2023.
Para poner esta cifra en perspectiva, Países Bajos, que es la nación estudiada con un mayor gasto anual, tiene un presupuesto casi 50 veces superior al chileno y tuvo sus escuelas cerradas un 80% menos de días. No se trata solo de gastar más porque sí. Se trata de impulsar estrategias reconocidas que nos pueden ayudar a mitigar los ingentes efectos económicos que tendrá la pandemia en nuestro sistema escolar.
El recientemente nombrado consejo asesor que propondrá recomendaciones para la creación de una estrategia de recuperación es una muy buena noticia. Es urgente un plan enérgico, que comprenda la profundidad y complejidad de los efectos de la pandemia, que aúne fuerzas de todos los sectores y nos permita comprometernos como país.
A diferencia del plan actual, se requiere la mayor transparencia posible y un completo y oportuno sistema de evaluación que nos permita saber sus resultados y facilite la rendición de cuentas. Aunque estamos tarde, éste es un esfuerzo que no podemos obviar si nos interesa el futuro de nuestros niños y de las próximas generaciones.
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Combatir este fenómeno no solo requiere buenas intenciones; como en cualquier proyecto exitoso, exige trabajo coordinado y, sobre todo, inversión. El Estado debe asumir una actitud decidida. ¿Está dispuesto a proporcionar al organismo encargado de defender sus intereses las verdaderas atribuciones y recursos necesarios, o seremos testigos, una vez más, de un ‘león sin dientes’?
Cuando se habla de crecimiento, la colaboración entre los actores públicos y privados no es una opción, sino una necesidad. Cada parte debe cumplir su rol con responsabilidad y visión de país.
Si bien hasta hace poco, las principales razones tras las fluctuaciones del precio de Bitcoin tenían un carácter especulativo, asociadas a comportamiento de manada de inversionistas minoristas, hoy por el contrario se observa una fuerte incidencia de institucionales movidos por razones fundamentales.
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