-Uno puede observar infinitos carteles de ‘Se Arrienda’ en el centro de Santiago, lo que es más grave en las galerías interiores. ¿Qué ha pasado con el comercio?
-Santiago Centro tiene una dinámica que muy similar a la que está ocurriendo en general en los centros urbanos. Lo que hemos visto es que en los últimos cuatro años han cerrado más de 800 locales.
-¿Qué causas están detrás de ello?
-Se juntan varios factores: primero el estallido social que destrozó a los pequeños comercios minoristas y generó una inseguridad en el sector; segundo, comenzó la pandemia y muchos no fueron capaces de sostener su viabilidad frente a un nuevo modelo de negocio. Tercero, el primero en abrir sin autorización fue el comercio informal. Así, el comercio minorista, cuando volvió, se encontró con un territorio tomado como nunca antes por el comercio informal. Eso, junto con la caída de la demanda que ha mostrado la economía, le dieron un golpe violento a gran parte del sector. Muchos siguen funcionando en el sector precariamente y muchos cerraron.
– ¿Las acciones de la autoridad han ayudado a eliminar la competencia desleal que genera el comercio ilegal?
-El escenario es complejo porque las características del comercio informal que vemos hoy son distintas respecto de lo que conocíamos en el país como comercio informal o comercio ilegal. Existen muchas organizaciones delictuales en torno al comercio informal. O sea, toda la cadena de suministro, de protección, de instalación, de asignación opera en base a modelos de otra envergadura. Cuando se llega a un determinado punto, revertirlo es difícil.
Por ejemplo, cuando tienes una calle libre de comercio informal y se instalan un par de puestos es fácil lidiar con ello. No hace tanto daño y luego lo puedes perseguir mucho más fácil, sancionar o evitar que se reinstale. Pero llega un momento en que cuando ya no son dos, sino que son 10 o 20 y detrás de ello hay organización llega un punto que se hace casi irreversible. Ese punto no sabemos sí ya ocurrió. Se han hecho algunos esfuerzos con pequeños éxitos, pero hoy día está descontrolada la situación del comercio informal. Es una batalla que hay que dar con urgencia, pero cada vez es más difícil.
-Hoy no se saca nada con atacar al minorista sino que a la organización que está detrás y que asigna puestos, provee de la mercadería y además evade impuesto.
-Es un tema de inteligencia anticrimen, de inteligencia policial. Ahora se requieren otro tipo de instrumentos. Hoy es necesario atacar el problema de fondo y eso requiere de una estrategia de otra envergadura. Y lo otro es ahí en la calle, en la que debes ver cómo se afronta un escenario en el que ya no tienes la suficiente fuerza para desalojar y limpiar la calle.
La externalidad es que, además, eso genera focos de delincuencia muy severos. El problema de esa instalación informal es que además afecta a la sociedad en diversos ámbitos como la evasión de impuestos, la precarización del empleo y la seguridad social. Provoca inseguridad a los transeúntes, a los consumidores y a los trabajadores de los comercios que están ahí y va generando el cierre de los comercios que ya ‘tiran la toalla’ porque no tienen más capacidad de sostenerse.
-Es decir, el comercio del centro de Santiago debe luchar para sostenerse y para competir con bandas organizadas en torno al comercio ilegal.
-Sí. Pero también hay que observar que la articulación de estas bandas también llega al exterior del territorio. Gran parte de los productos que se comercializan ilegalmente provienen del extranjero. Ahí hay mafias comerciales que se preocupan de surtir a ese comercio ilícito.
-La evasión es importante. ¿Ustedes han calculado cuando es lo que se deja de recaudar por el comercio informal?
-Hicimos un cálculo en un documento que es una propuesta tributaria. En el caso del IVA, reducir las actuales tasas de evasión, cercanas al 20%, hacia niveles del 10% permitiría sumar más de US$ 3.000 millones anuales a las arcas fiscales.
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— Ex-Ante (@exantecl) August 26, 2023
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