Panorama general. En los últimos años, el panorama empresarial global ha sido testigo de una ola transformadora, siendo la industria de los vehículos eléctricos (EV) un ejemplo. Esta transformación, aunque innovadora, pone de manifiesto la intrincada y a menudo precaria interacción entre la política y los negocios.
Respaldo financiero. Los subsidios han sido fundamentales para impulsar la industria de los autos eléctricos en China. Entre 2016 y 2022, las ayudas de dicho gobierno para esta tecnología ascendieron aproximadamente a US$ 57 mil millones. Este respaldo financiero, si bien impulsa la industria doméstica, distorsiona inadvertidamente los patrones del mercado.
Para contrarrestar tales distorsiones, los gobiernos muchas veces recurren a los aranceles. Sin embargo, los aranceles son una medida reactiva, una solución temporal que no aborda la causa raíz de los desequilibrios del mercado. En cambio, a menudo escalan a conflictos comerciales, perjudicando no solo al sector objetivo sino también a la economía en su conjunto.
Un ejemplo podría darse en el caso de los vehículos eléctricos chinos donde posibles imposiciones de aranceles por parte de gobiernos europeos y Estados Unidos podrían llevar a una nueva guerra comercial, perjudicando finalmente a consumidores y empresas por igual.
La escalada interacción de subsidios y aranceles entre grandes potencias, no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, su intensificación plantea riesgos significativos a nivel global.
Nivel local. Esta creciente tendencia al proteccionismo y la intervención estatal es especialmente peligrosa para economías pequeñas y abiertas como Chile. La estabilidad y el crecimiento de Chile han sido sostenidos por su compromiso con los principios de libre mercado y el comercio internacional.
En pocas palabras, 2024 continuará marcado por tensiones geopolíticas y comerciales, en un escenario global donde las grandes potencias mantienen su juego de ajedrez económico. En este contexto, Chile, con su economía pequeña pero abierta, seguirá inmerso en estas dinámicas, enfrentando los desafíos que estas conllevan.
Será fundamental para el país aprender a sobrellevar y circunnavegar estos desafíos, manteniéndose firme en su camino de apertura económica a pesar de las presiones externas.
Las economías como la chilena, que dependen significativamente del comercio internacional, deben ser astutas y resilientes frente a las políticas proteccionistas y las guerras comerciales. Esto implica no solo adaptarse a los cambios en el panorama global, sino también aprovechar las oportunidades que surgen en un mundo en constante transformación.
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