Para que aburrir con los clásicos factores que explican cómo llegó Argentina a esto, ni ahondar en cómo pasó de ser una próspera economía a principios del siglo XX a una sucesión de fracasos y default de deudas. Solo destacaría que es un sistema que sufre de varios males, pero quizás el mayor de ellos sea vivir más allá de sus límites, financiado con deuda explosiva y emisión de dinero sin control.
Hacia fines de 2017, la última vez que nos reunimos in situ con agentes locales, públicos y privados, parecía estar la mesa puesta para una sana convergencia de la economía. El tipo de cambio estaba bajo los 20 pesos por dólar y estable, las tasas de interés locales en torno a 30%, se sabía lo que había que hacer para bajar la inflación y Argentina gozaba de un razonable beneficio de la duda y accedía a financiamiento externo. Con algo de buena fortuna, la convergencia podría haberse parecido a la del Chile de inicio de los noventa. Se podría decir que nada hacía presagiar…
El presidente electo Javier Milei ha mencionado, en varias ocasiones, a Chile como referente en cuanto a medidas económicas aplicadas por nuestro país en su fase de convergencia hacia la consolidación fiscal y apertura comercial. En inflación es más extremo, pero se entiende su cansancio. Menciona mecanismos de concesiones de obras públicas, el sistema de vouchers para co-financiar la educación, entre varios otros.
En definitiva, un vuelco total a las políticas que han desarrollado los sucesivos gobiernos argentinos en los últimos años. Esta vez, sin embargo, podría costar algo más convencer a los mercados y los inversionistas de apostar hacia la añorada re-estabilización de la economía. Con una inflación de casi 150% anual, un desorden cambiario de proporciones con el tipo de cambio oficial en 350 pesos por dólar y el informal en torno a 1.000, y crecientes presiones fiscales, la tarea parece titánica.
Pero hay factores que podrían jugar particularmente a favor para que el giro no sea tan costoso o resistido. Medidas bien orientadas en apertura comercial, atracción de inversión y reglas claras a largo plazo, ayudarían a aprovechar los recursos que Argentina posee y que calzan providencialmente con las demandas que vienen a corto y mediano plazo, en especial litio e hidrocarburos.
Por otro lado, una renovada vocación hacia cuentas fiscales sostenibles podría reducir significativamente la prima por riesgo que actualmente paga por su deuda. Podría darse la paradoja que, mientras todo el mundo pasa a endeudarse más caro que el período post crisis financiera global, Argentina enfrente costos de financiamiento en el margen más barato.
Donde no hay atajos posibles y se requiere un apoyo transversal para encaminarse a una salida de largo plazo a la crisis es en medidas de política fiscal y monetaria. Hay una lista de pros y contras para dolarizar, pero quizás un camino menos traumático sea dotar a su banco central de una genuina y sólida autonomía, para cortar de raíz el financiamiento vía emisión de dinero, fuente principal de la elevadísima inflación. Pero eso pone de inmediato el foco sobre la política fiscal.
Y ahí no da lo mismo lo que hagan sus autoridades, gobierno y Congreso, más allá del viento externo a favor de abrir gradualmente la economía. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero hay que liberalizar mercados y tarifas que reflejen su real costo, dar las señales para no caer en sub-inversión, construir una base de ahorro para desarrollar el mercado de capitales, repensar pensiones y racionalizar un estado hipertrofiado. ¿Qué se hace con el shock a los hogares? Mantener algunos apoyos focalizados en la transición, pero una inflación controlada es sin duda la gran medida de apoyo. Se requiere consenso técnico, pero también paciencia para pasar por una travesía poco atractiva en el primer periodo.
Y una reflexión para cerrar. Argentina busca dar vuelta décadas de crisis económicas, que han tenido un inmenso impacto en su población y muchas de las medidas propuestas por Milei miran con frecuencia a lo que hizo Chile ¿Será que Chile tiene que mirar hacia Argentina para buscar soluciones a nuestros problemas como está implícito en algunas propuestas? Ciertas dosis de ajustes son muy deseables en políticas de pensiones, salud, apoyo a grupos más vulnerables, entre otros. Pero es bueno ver que, sin control y disciplina, todo puede terminar muy mal.
Esta es una oportunidad histórica para Chile, tanto por la provisión de los minerales necesarios mundialmente, como por el apoyo que puede ser para el cambio climático. La minería, lejos de ser un villano ambiental, puede ser un motor de sostenibilidad, junto a ser uno de los motores de crecimiento económico para el país.
Hay una verdad económica que conviene recordar: no se puede recaudar sobre lo que no se genera. Y si algo ha quedado claro en la experiencia reciente, es que más impuestos no necesariamente significan más recursos. A veces, ocurre exactamente lo contrario.
Incrementar la asignación a Activos Alternativos al 20% en los próximos años podría añadir un 1% anual a las rentabilidades, elevando las pensiones autofinanciadas hasta un 25% más. Esto crearía un círculo virtuoso: mayores ahorros financian el desarrollo, generando empleos y fortaleciendo el sistema.
Seguir generando puentes de confianza es uno de los elementos clave para que avancemos en una dirección más positiva de mayor crecimiento, empleos formales, aumento de salarios y mejores políticas públicas en materias tan fundamentales como la seguridad, educación, salud, entre otras.
La gran norma anticorrupción (FCPA) no está muerta y la gran noticia es que se ha retomado su aplicación. Aunque la ruta es algo distinta, será importante estar especialmente atentos a su aplicación en los próximos meses.