Mayo 23, 2021

Opinión: La rearticulación de la socialdemocracia tras la resaca electoral. Por Kenneth Bunker

Kenneth Bunker
Agencia Uno.

Después de la fallida inscripción de las primarias presidenciales se abrió un escenario que representa el primer choque real y directo entre la izquierda y la centroizquierda. Con resultados similares en la elección de constituyentes, la disputa por la hegemonía de la oposición se volvió real, y con ello, la amenaza de desaparecer del mapa se volvió tangible. Quizás por eso sacó la voz por primera vez en al menos una década.

Debacle de la centroizquierda. Quedan pocas dudas de que la fuerza electoral más dañada de la elección de constituyentes es Unidad Constituyente. Es la peor elección que ha enfrentado la socialdemocracia desde 1989. Los partidos que conforman la coalición no solo perdieron más de un millón de votos en cuatro años, sino que además llegaron cuartos detrás de los independientes, la derecha y la nueva coalición de izquierda, Apruebo Dignidad.

  • Entre otras cosas, la derrota llevó a un inusitado caos dentro de la alianza electoral. El no poder resolver el puzle de las primarias presidenciales a tiempo agravó el problema. Los titubeos, los vaivenes y los pasos en falsos terminaron por profundizar las diferencias entre y dentro de los partidos. El episodio transparentó, entre otras cosas, la facilidad con que el eje PS-PPD estaba dispuesto a abandonar a sus socios, el desorden dentro de la DC, y la irrelevancia del PR.
  • Si no hubiese sido por el inesperado veto de Convergencia Social y el Partido Comunista, el PS y el PPD estarían hoy inscritos en una primaria a punto de proclamar a Daniel Jadue o a Gabriel Boric como su candidato presidencial. Estarían en un lugar, muy probablemente, peor del que están hoy. Si se hubiesen inscrito a la primaria estarían a solo pasos de desaparecer completamente del mapa.

Una mala imagen, pero no una mala estrategia- No haberse inscrito en la primaria no necesariamente perjudica a Unidad Constituyente. Pues, de haberse registrado, hubiesen muy probablemente perdido frente a cualquiera de los dos candidatos de izquierda, quedando absolutamente fuera de la carrera presidencial en una cosa de semanas. Y si bien al menos tendrían algo del cual sujetarse, dependerían por completo de partidos que no han escatimado en declarar que los buscan enterrar.

  • No haberse inscrito les da flexibilidad y tiempo para ordenar la casa. Hoy, la socialdemocracia está herida. Hay problemas entre y dentro de casi todos los partidos de la alianza. No hay claridad sobre la dirección o la velocidad en que se debe avanzar, y haberse inscrito a primarias solo hubiese profundizado ese dilema. Al menos ahora tendrán tiempo para decidir cómo rearmarse en torno a la derrota y sus efectos políticos.
  • Antes de llegar al fondo de lo que tratará el debate interno, es importante sostener que hubiese sido imposible si cualquiera de los partidos de la alianza estaría hoy compitiendo en primarias. Ni los partidos tradicionales de la socialdemocracia, ni los que recientemente se han unido a la coalición—como el PL, el PRO, Ciudadanos y Nuevo Trato, podrían reponerse de la derrota si estuvieran comprometidos a competir en una elección en julio. De estar comprometidos en la primaria, los costos serían significativamente más altos que los beneficios.

 Los beneficios de no pactar. Los elementos que deben estar presentes en la rearticulación de la centroizquierda son varios. Partiendo por una evaluación de por qué perdieron un millón de votos en cuatro años. Este tipo de conversación no es ajena a lo que ha pasado en otros países. Es por ejemplo lo que pasó con los Demócratas en Estados Unidos tras la inesperada derrota ante Donald Trump en 2016 y el PSOE en España tras la irrupción de Podemos y su propia crisis interna.

  • Parte del diagnóstico es programático: qué puede ofrecer el eje PS-PPD en tiempos en que se ven amenazados por fuerzas que están conectando mejor con su electorado tradicional. Si bien es una conversación sobre el rol del socialismo en garantizar dignidad en la vida de los trabajadores, también es una introspección honesta sobre lo que la coalición ha hecho bien y mal cuando ha estado en el poder en el pasado.
  • Pero nada de ese debate llegará a buen puerto sin un liderazgo fuerte que este dispuesto a defender y a empujar las conclusiones de los diagnósticos. No queda espacio para ofertas pusilánimes de lideres insípidos. Lo que se necesita es una persona que sea capaz de reconocer fallas y proponer una ruta hacia adelante, que no necesariamente implique borrón y cuenta nueva, pero que sí refleje las demandas ciudadanas de la gente.

Una oportunidad. Hasta ahora ese liderazgo no ha existido dentro de la centroizquierda. No ha existido desde al menos 2005, cuando Bachelet asumió la plaza de cacique del sector. Desde entonces, solo se han reciclado nombres (incluso el de la propia expresidenta), que no han sido capaces ni de defender el legado de la alianza ni de proyectar un programa político atractivo (anclado en la ciudadanía) hacia el futuro.

  • Todo eso hasta ahora. Pues, después de la fallida inscripción de las primarias presidenciales se abrió un escenario que hasta ahora no se había dado. Ese escenario es el primer choque real y directo entre la izquierda y la centroizquierda. Con resultados similares en la elección de constituyentes, la disputa por la hegemonía de la oposición se volvió real, y con ello, la amenaza de desaparecer del mapa se volvió tangible.
  • Quizás por eso es que, por primera vez en al menos una década, que la centroizquierda sacó la voz para defender su historia. Las declaraciones de Narváez, con ecos en el senador PS Álvaro Elizalde y el senador PPD Guido Girardi, mostraron que si la socialdemocracia se quiere rearticular puede hacerlo. Lo que faltaba, tal vez, era entender a ciencia cierta que quienes están a su izquierda no son sus socios, son sus adversarios.

Hay merito en fundar una nueva propuesta- Hasta hace solo un par de días, la centroizquierda permanecía muda ante el avance de la izquierda. Paradojalmente, lo único que lograron fue fortificarla y unirla en su contra. Por lo mismo, es una estrategia que se debe enterrar. La socialdemocracia no debe tener temor de proponer una vía hacia adelante que sea más moderada de lo que sus lideres creen que es políticamente correcto. Debe, por el contrario, ser honesta con su ADN y avanzar sin escrúpulos.

  • No es una tarea fácil, pero seguir habitando en el espacio gris es una receta de autodestrucción. La centroizquierda, liderada por Narváez, u otro, debe estar dispuesta a proponer una ruta desacoplada de la coyuntura, pues una vez concluido el ciclo actual podrán al menos decir que fueron fieles a sus principios. Sin eso, quedarán completamente fuera de juego en un país que cambia día a día a pasos agigantados.
  • Narváez y compañía mostraron que sí es factible forjar una identidad nueva, sin darse a torcer ante quienes los buscan retirar permanentemente de la política. Aunque haya sido por un giro inesperado de eventos fortuitos, es precisamente lo que la centroizquierda necesitaba para poder rearticularse. El problema de aquí en adelante es definir cómo profundizar ese discurso sin alienar potenciales votantes de segunda vuelta.

 

 

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