Y, ¿qué pasa con el Proceso Constituyente? Por Cristián Valdivieso

Director de Criteria
Imagen de una sesión de la Comisión de Sistema Político, Reforma Constitucional y Forma de Estado del Consejo. Foto: Agencia UNO.

Si el plebiscito de salida no se transforma en una votación ni en relación al gobierno ni en relación a Republicanos, es más probable que tengamos nueva Constitución y un mejor escenario institucional. ¿Estarán de acuerdo el Presidente Boric y el candidato Kast en que a ambos les conviene un resultado positivo?


De pronto pareciera que entre lluvias, fundaciones y corrupción hubiera desaparecido el Consejo Constitucional. Pero no, el segundo proceso constituyente sigue corriendo en paralelo y encapsulado por la contingencia.

Visto así, el vendaval político que asola los extramuros del Consejo pareciera ser una buena noticia para quienes apostamos a cerrar -esta vez sí- el tema constituyente. Los focos de la refriega política y los “pelaos Vade” de ocasión esta vez hacen más noticia afuera que adentro como fue en el proceso anterior.

Sin embargo, en términos de números, las noticias no son principalmente halagüeñas. Un reciente análisis de Criteria, basado en más de 2.000 encuestas, muestra que si bien la mayoría de la población (53%) aún no tiene claro qué votará, la disposición a rechazar (30%) supera a las ganas de aprobar el texto que emane del Consejo (17%). Al mismo tiempo, el estudio muestra que la mayoría indecisa tiende a parecerse actitudinal y políticamente algo más a los detractores, evidenciando un difícil escenario.

Así las cosas, el Consejo está perdiendo el partido y, tiene que entender por qué, para darlo vuelta. ¿Qué juicios, motivaciones y percepciones están empujando la idea de rechazar el texto independientemente de su contenido? Veamos algunos de los juicios.

Uno de los argumentos más recurrentes para rechazar es que el proceso atenta o bien le resta foco a las urgencias cotidianas de la población. Desde esta mirada, el nuevo proceso también envuelve un gasto de recursos innecesario que debiese destinarse a preocupaciones “reales” de las personas.

Un segundo juicio crítico, también bastante transversal, se articula en torno al cansancio constitucional y el traumático proceso anterior. El malestar aquí se produce por la polarización y división social que han generado las elecciones constitucionales, los plebiscitos y el proceso constituyente mismo entre los chilenos. Un malestar que se vive con una mezcla de angustia y rabia y que se resolvería rechazando por defecto lo que venga.

Quienes se identifican con la derecha también articulan su ánimo rechacista en torno a lo que perciben como un pecado de origen del proceso: este habría sido dirigido por grupos de izquierda e impuesto por la violencia del estallido social lo que le restaría toda legitimidad.

Por último, entre personas más identificadas con la izquierda, aparece una crítica al nuevo proceso por estar basado en un acuerdo entre partidos políticos a espaldas de la ciudadanía. Además, se cuestiona el rol de expertos designados “a dedo”, sin votación popular.

En fin, hay más, pero con esto es suficiente para avistar algunas jugadas para dar vuelta este adverso partido.

Lo más evidente es que el proceso tiene que conectarse de mejor manera con la contingencia. Si la elección de Consejeros del 7M trató mucho más de contingencia (migraciones, delincuencia, economía) que de temas constitucionales, la respuesta del Consejo, aunque le duela en el alma a los constitucionalistas, no puede alejarse radicalmente de la estas materias.

Darle entidad a la discusión de las Iniciativas Populares de Norma puede apoyar un anclaje a lo contingente. Ya hay varias que aspiran a las 10.000 mil firmas para ser discutidas y, si bien la participación ha sido baja, las iniciativas más recurrentes están muy conectadas con las subjetividades sociales en curso: “con mi plata no” que ya logró las firmas; “por un Estado sin pitutos”; “un Policía que nos cuide”, son algunas de ellas.

Relevante será también que todos los consejeros, sin ambages, valoren positivamente el que el país logre una nueva Constitución nacida en democracia. Si esta idea logra transversalidad política movilizará a una parte importante de los indecisos en favor de la propuesta. También podría ser bien vista por quienes hoy rechazan por proyectar más divisiones que posibilidades de consensos.

Por último, sintonizar con las emociones predominantes. La motivación más profunda de una sociedad que ha ido de crisis en crisis durante los últimos 10 años, está en recuperar estabilidad y reducir la incertidumbre. Si el imaginario colectivo se alinea con la idea de que a Chile le irá mejor con una nueva Constitución, y que recuperará el rumbo a partir del consenso constitucional, la disposición a aprobar se incrementará significativamente.

Con todo, si el plebiscito de salida no se transforma en una votación ni en relación al gobierno ni en relación a Republicanos, es más probable que tengamos nueva Constitución y un mejor escenario institucional.

¿Estarán de acuerdo el Presidente Boric y el candidato Kast en que a ambos les conviene un resultado positivo?

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