Santiago cada vez se torna una ciudad menos amable, más peligrosa, oscura y sombría, Santiagótica, un lugar cada vez más parecido a la ciudad en que se desarrolla la trama del cómic Batman. Un terreno donde la incivilidad le gana al orden. Donde el crimen organizado y las mafias avanzan desde los suburbios a los principales centros neurálgicos de la ciudad y la corrupción asecha en todos los niveles del gobierno: comunal, regional y central.
Ciudad Gótica es eso, una triada de inseguridad, criminalidad y corrupción.
Los titulares de las crónicas rojas parecen cada día más perturbadores, pero no son del Gotham Gazette, el mítico periódico de Ciudad Gótica, sino que son de nuestra prensa nacional: sólo en las últimas seis semanas, seis menores de edad fueron asesinados a balazos en diferentes poblaciones de la Región Metropolitana.
En 2023, de acuerdo con datos del Ministerio Público, a nivel nacional, 279 niños fueron víctimas de homicidio en grado consumado o frustrado. Asimismo, el fin de semana pasado nos enterábamos de que en la Región Metropolitana 47 personas fueron víctimas de homicidios en los últimos 50 días.
Los santiaguinos acostumbrábamos a decir que la capital era un lugar apacible en el verano. La mayoría de los habitantes de la urbe se desplazaban a zonas balnearias o lacustres, incluyendo los delincuentes, quienes, de forma oportunista, aprovechaban la ventana estival para hacer turismo delictual fuera del Gran Santiago.
Menos tráfico, algunas semanas con un ritmo de vida menos frenético y uno que otro panorama cultural como telón de fondo, lograban apaciguar el pulso de la metrópoli durante el verano. Poco y nada de eso queda.
Hace unos días el Gobernador de la Región Metropolitana Claudio Orrego anunciaba una serie de conciertos sinfónicos en la capital durante enero en comunas como Puente Alto, Estación Central y Maipú. Un esfuerzo loable, una puesta en escena amable, quizás un oasis entre la cruda melodía incesante de balaceras y detonaciones de fuegos artificiales que han pasado a ser la nueva música incidental de nuestra capital.
Quizás más que Carmina Burana, un Réquiem por Santiago interpretado por la Orquesta Sinfónica Nacional, habría sido más ad hoc. Santiago se hunde al son de acordes de una orquesta, como el Titanic.
La capital en lo que va de verano ha sido una auténtica pesadilla: cada una de las historias de asesinatos, mutilaciones, decapitaciones o hallazgos de cadáveres anónimos en las arterias de la urbe, bien podrían ser uno de los thrillers centrales del Festival de Teatro Santiago a Mil, que tradicionalmente se toma la ciudad durante el mes de enero.
Entre medio, los chilenos parecen resignarse, prácticamente ya nada asombra: Peor aún, a diferencia de Ciudad Gótica, acá no hay ningún Batman que a lo menos introduzca una tenue luz de esperanza mediante una batiseñal que se pose sobre el cielo de las crudas noches capitalinas. Tampoco hay un Harvey Dent: fiscal carismático y popular, que nos diga: “la noche es más oscura antes del amanecer, y lo prometo, está a punto de amanecer”. Todos sabemos cómo termina la trágica historia de Dent…un villano más, bajo el pseudónimo de doble cara. Pero, al menos Dent, sembraba esperanzas.
En Santiagótica, con o sin alguien como Dent, los ciudadanos hacen como que respetan la ley y el Gobierno hace como que la cumple. La peor combinación posible.
Pero los paralelos entre Gótica y Santiago, no terminan acá. En uno de los pasajes estelares de la película Batman The Dark Knight Rises, dirigida por Christopher Nolan, el villano Bane desafía el orden establecido, iniciando una revolución de los subalternos, marginados y excluidos que emergen desde las sucias alcantarillas de Gótica, para quitarle el control de la ciudad a los políticos corruptos, los “opresores de generaciones que han mantenido al pueblo sometido con falsas promesas de oportunidades”. Una de las acciones más emblemáticas de Bane en el film, es la liberación de los presidiarios “oprimidos” de la cárcel de Blackgate.
En Santiagótica el Presidente Boric no sólo indultó a 13 condenados en el contexto del estallido de 2019; entre ellos sujetos con prontuarios como el de un ex frentista, condenados por delitos de incendio, porte de artefactos explosivos, delito frustrado de homicidio cometido en contra de un funcionario de la PDI, etc.
Sino que también, de acuerdo a la Contraloría General de la República, el Gobierno ha entregado más de 400 pensiones de gracia a personas supuestamente afectadas en el marco del estallido social de 2019, dentro de ellas, 58 contaban con antecedentes penales, pero no cualquier tipo de antecedentes: homicidio, tráfico de drogas y producción de material pornográfico infantil. Sí, lee bien, producción de material pornográfico infantil.
La verdad es que el paralelo entre Gótica y Santiago, en materia de impunidad se queda corto. Hemos tenido nuestro propio Blackgate, incluso peor.
Santiago, la Región Metropolitana y todo Chile, al igual que Gótica, es pura impunidad.
El otrora dirigente de RD y ahora embajador en Brasil Sebastián Depolo nos había advertido en una irrisoria entrevista a El Mercurio que “introducirían inestabilidad al país”. El Joker, uno de los villanos más paradigmáticos de Gótica, advirtió que cuando alteras el orden establecido, comenzará a reinar el caos. El sabio mayordomo Alfred le indicó a Bruce Wayne (el hombre real detrás de Batman): “Bruce, hay hombres que sólo quieren ver arder el mundo”, algo de eso ya vivimos para octubre de 2019, pero ni en Ciudad Gótica se le entregaban pensiones de gracia a delincuentes de por vida.
En medio de toda esta desolación, los chilenos han perdido la capacidad de asombro ante la desprolijidad, la falta de criterio y la desidia del Gobierno.
Contra intuitivamente, el principal legado de una generación que elevó las expectativas ciudadanas a más no poder y que con tono estridente venía a “cambiarlo todo”, quizás se reduzca a esto: haber desplazado el umbral de tolerancia ciudadana ante sus continuos errores a la hora de gobernar, hasta niveles jamás pensados.
La capacidad de sorprenderse ante los errores de un Gobierno es uno de los mejores predictores del estado de salud de una democracia. Esta generación pareciera haber contribuido a disminuir nuestros anticuerpos frente a la mala gobernanza y una democracia en que la ciudadanía internaliza como un régimen de lo habitual el que su clase dirigente atente, contra las nociones más básicas de un buen gobierno, está condenada a perpetuar la mediocridad y el fracaso, como en Gótica.
En octubre de este año se celebrarán las elecciones municipales. Desde el año 2008 que las coaliciones políticas que se imponen en la comuna de Santiago logran llegar al Palacio de La Moneda en la elección sucesiva.
En 2008, el ahora gran anfitrión del poder Pablo Zalaquett, ganó la alcaldía de Santiago y al año siguiente Piñera ganó su primera presidencia. En 2012 Carolina Tohá, paradójicamente hoy a cargo de la seguridad del país, ganó en Santiago y en un par de años Michelle Bachelet retornaría a La Moneda.
En 2016 Felipe Alessandri daría la sorpresa y contra todo pronóstico se transformaba en Alcalde de Santiago, en la presidencial sucesiva, Piñera derrotaría a Guillier iniciando así su segunda administración de gobierno. En 2021 Irací Hassler se convertía en la primera alcaldesa comunista de la historia de Santiago. Al año siguiente, Gabriel Boric sería electo Presidente de la República. El patrón parece claro.
Los habitantes de Santiagótica merecen que su ciudad vuelva a ser Santiago. A esta altura, quien sea capaz de arrebatar el control del sillón municipal de la capital al Partido Comunista, podría marcar un punto de inflexión que, a la luz de las circunstancias actuales, podría hasta ser considerado una gesta heroica. ¿Quién asumirá el desafío?
Por todo lo descrito, la elección municipal de Santiago 2024 será la madre de todas las batallas, la más épica de las contiendas. Una en la cual, como diría Harvey Dent en Batman: “O mueres siendo un héroe, o vives lo suficiente para convertirte en villano”.
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