Evelyn Matthei Fornet quiso ser pianista. Estudió en serio en Londres para ser concertista, pero la alejó de ello esa implacable exigencia tan poco chilena y tan alemana, que ha dominado su vida. Me imagino que debió también serle difícil mantenerse callada al piano escuchando los tosidos y carraspeo del público. Que no le resultó del todo natural no comentar la partitura y no mandarse unas chuchadas mientras se le escapaba alguna nota desafinada.
Quizás era la Evelyn concertista joven y tímida, pero la que conocimos y aprendimos a querer en política, es incapaz de callarse nada. Ríe más que nadie cuando hay que reír, se enoja mejor que nadie y corre como si tuviera 30 años cuando hay que correr. Es alguien que no sabe ni quiere pasar desapercibida, pero que tiene la extraña, entre nosotros, costumbre de cumplir su palabra y no sólo decir lo que piensa, sino incluso hacerlo.
En muchos sentidos su personalidad encarna muchos de los sueños húmedos de la derecha más radical: germánica, pero enraizada en la buena chuchada chilena, hija de un miembro de la Junta Militar, definitiva y eficiente, economista, además. Lo único que le falta para ser la líder soñada de los republicanos, es el hecho nada despreciable que Evelyn Matthei sí estudió Matemáticas, y Economía y sabe de política, y que su papá, el miembro de la Junta, fue el que acabó con el plan de Pinochet de desconocer el resultado del plebiscito y perpetrarse en el poder por las malas.
Así, Evelyn encuentra a José Antonio Kast el enemigo perfecto, no por todo lo que los diferencia sino por lo que los une. Porque nadie puede dejar de pensar que Evelyn es el original y José Antonio la copia. Alemán, pero de Paine, José Antonio, fanático, pero de modales suaves, sonriente, distraído, más acólito de misa que líder de comando. Abogado que sabe poco de economía y que no ha tenido nunca ninguna responsabilidad ejecutiva, José Antonio Kast es un “peso pluma” de la política que le ha tocado el rol de ser el jefe de los “pesados”. Lo contrario de Evelyn Matthei, radical en todo, menos en su admiración a la inteligencia ajena que le permite a veces escuchar y coincidir con gente que no piensa como ella.
Las alertas de Evelyn Matthei, ante la manera descocida y alucinada con que se está escribiendo la nueva Constitución, son sinceras y atingentes, pero disimulan apenas que su verdadero objetivo es despertar a José Antonio Kast de la siesta y llevarlo al pizarrón. La alcaldesa de Providencia sabe que sus posibilidades presidenciales dependen en gran parte de las debilidades de José Antonio Kast y la simpatía con que la centro izquierda mira la pelea entre estas dos rubias debilidades de la política chilena.
Un objetivo que parece haberse cumplido con creces. Al señalar las incoherencias del texto, la ilusión de los redactores de “pasar piola” y dejar pasar su texto por secretaría, se hizo humo. La profesora de Matemáticas, que también fue Evelyn Matthei, les recordó que, si seguían haciendo lo que se les pasara por la cabeza, iban a sacarse un 1 en el examen. No se lo recordó nadie plurinacional o feminista, sino una mujer que representa, por historia y trayectoria, por aspecto físico incluso, mejor que todos ellos el corazón de la derecha. Un corazón que tiene, eso sí, la cualidad de tener también cerebro.
Evelyn intenta recordarles a los votantes de la derecha más clásica que no hay nada más patético que los viejos “alolados”. Los que maduros y supuestamente responsables quieren en las discotecas “perrear” con las chiquillas. Quiere recordarles que el neoliberalismo, incluso en sus versiones más extremas, no es lo mismo que el “libertarismo” y que los dos han fracasado cuando se aplicaron sin mezcla. Quiso recordarnos que, si bien el 18 de octubre no fue una revolución, ni un golpe de estado frustrado, tampoco fue una pura ilusión, sino la expresión de una crisis no sólo intelectual o moral sino también económica y social ante la que nadie se digna en tener respuestas hoy.
La estrategia de obligar a José Antonio Kast a gobernar un sector ingobernable es impecable, aunque quizás sea prematura. El Consejo iba a naufragar por sí mismo y con ello el liderazgo de José Antonio Kast, y Evelyn necesita que sea competitivo para serlo ella también. Conforme se acerquen las elecciones seguramente surgirán candidatos inesperados ante los que Evelyn Matthei tendrá que usar las municiones que gasto en esta batalla previa. Todo puede pasar aún, pero de seguro lo que pasará a mejor vida es este proyecto constitucional y cualquiera que lo suceda porque es el proceso mismo el que está, desde el 4 septiembre pasado, muerto y enterrado.
Lo más sabio ante ese escenario de perpetua metamorfosis era esperar. Pero debe ser difícil decirle a Evelyn Matthei que espere. Ante los imponderables que no se pueden controlar, ha preferido actuar sobre lo que ya es visible, real, necesario, que no es otro que la inflación verbal y conceptual, que, como la inflación económica, destruye el corazón de la democracia. Una vez más la alcaldesa se compra gratis un problema que es a la vez una oportunidad. Dónde esta la lleve, está por verse.
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“Matthei sabe que tendrá que competir con Kast y que no puede darse el lujo de que él salga bien parado […] Y en cierto modo, el futuro de Evelyn está en manos de José Antonio Kast”, escribe @jschaulsohn.https://t.co/T4xCy9Zuh0
— Ex-Ante (@exantecl) September 29, 2023
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