El columnista e investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad, Pablo Ortúzar, quien cursa un doctorado en la Universidad de Oxford, piensa que es posible cerrar la grieta que surgió en la sociedad chilena, pero no será facil ni rápido, entre otros motivos  porque estima que se están creando expectativas y promesas “que han llegado a extremos ridículos”. Además, defiende que sería un error introducir el parlamentarismo (“es cosa de mirar el cumpleaños de monos que es la Cámara de Diputados”). A continuación, su mirada sobre lo que viene el próximo año.


¿Cuáles son las amenazas que ve para Chile en 2021?

Chile tiene un tremendo desafío por delante el 2021: reactivar la economía de forma legítima en medio de un proceso electoral partidista, una crisis sanitaria y del inicio de un proceso constituyente. ¿Por qué creo que la prioridad es la reactivación? Porque la base de la crisis social es económica: el sistema de la vida que tenemos está en disonancia con los estilos de vida de la mayoría, que resultan cada vez más difíciles de estabilizar. Necesitamos avanzar hacia un sistema de la vida que entregue mejores puntos de apoyo a los diferentes estilos de vida que florecen en Chile. La legitimidad de la reactivación dependerá de ello. Ejemplos prácticos podrían ser avanzar definitivamente hacia un sistema de salud de cobertura universal, que ampliara la seguridad sanitaria de la mayoría. O estudiar quitarle el IVA a los productos básicos de consumo doméstico. Hay que quitarle lastre a los hogares chilenos, pero sin achatar o deformar su pluralidad.

¿Y las oportunidades?

Las épocas de crisis son las de mayores oportunidades para aquellos capaces de mantener la cabeza fría y observar sin ilusiones el curso de los hechos. Eso es así a nivel personal, político y económico. En este caso, en términos generales, tenemos la oportunidad de reordenar la carga antes de enfrentar una nueva etapa de aceleración de la globalización que de seguro vendrá luego de la pandemia. El rápido aseguramiento de vacunas ya nos puso en una posición ventajosa en el plano sanitario, ahora nos falta enfrentar el proceso de vacunación política: buscar una reacción fuerte del sistema inmune institucional que nos fortalezca, evitando una sobre-reacción que nos destruya.

Según la encuesta Criteria los personajes más influyentes de 2021 serán Daniel Jadue, Pamela Jiles, Joaquín Lavín, Evelyn Matthei y Sebastián Sichel. ¿Cómo ve ese listado?

Churchill distinguía entre ser útil y ser importante: es distinto ser instrumental para lograr conquistas relevantes y duraderas  que hacerse famoso mediante el escándalo y el manejo mediático. “Influyente” es un concepto neutro, que no distingue entre ambas cosas. Todas las personas mencionadas, por ejemplo, son importantes. La pregunta es si serán útiles.

¿Cómo cree que terminará su mandato el Presidente Piñera?

Con un gran alivio personal y general. Aunque asumo que hacia el final será valorado por su gestión en la crisis sanitaria -que habrá sido de las mejores del continente- y, a falta de otros atributos, por haberse mantenido en el timón en medio de la tormenta. Aunque el rumbo elegido, una y otra vez, haya sido hacia el corazón de la misma.

¿A qué atribuye el crecimiento del PC y el declive de la centroizquierda chilena en 2020? ¿Cree que esa tendencia persistirá el próximo año?

Fue un gran error que la Nueva Mayoría, por ambición electoral, legitimara y le abriera la puerta a un partido como el comunista, que no tiene y jamás ha tenido un compromiso sustantivo ni con la república, ni con la democracia, ni con los derechos humanos. Al poco andar los comunistas usaron la plataforma que le entregó la Nueva Mayoría para generar el mayor daño posible a la izquierda moderada. Han crecido este año en base a no asumir ninguna responsabilidad: desde el inicio de la crisis de octubre intentaron agudizarla, pidiendo que renunciara el Presidente, y luego no estuvieron disponibles para el acuerdo de noviembre. Han intentado usar el caos como escalera al poder. Y hay que recordar que los comunistas piensan que el partido es el representante absoluto de los intereses verdaderos del pueblo, lo que lleva en la práctica a un oportunismo canalla al que le da lo mismo el bienestar de las personas en la medida en que no beneficie las ambiciones de poder del partido. En la medida en que las personas vayan notando esto, su apoyo debería disminuir.

Hay quienes dicen que en esta crisis la institucionalidad chilena funcionó, que el Estado no se cayó a pedazos como pronosticaban algunos. ¿Está de acuerdo con que una de las lecciones de la crisis es que la institucionalidad chilena aún consolida grados de fortaleza importantes? ¿Esas fortalezas se van a poner a prueba en el proceso inédito de seis elecciones seguidas el próximo año?

Es cierto que el sistema fue puesto bajo mucha tensión y aguantó. Per no sé si aguantó por su propia virtud, o porque no se empujó más fuerte desde abajo. El perfil demográfico y socioeconómico de Chile -un país envejecido y de clase media, que tiene mucho que perder- no es el más propicio para escaladas revolucionarias. Tiene que haber mucha desesperación, en un contexto así, para llegar a una revuelta como la que vimos. Pero su objetivo nunca fue derrocar el orden establecido: ni siquiera había voceros o líderes en esa revuelta. Lo único que yo tengo claro, más allá de si el sistema funcionó o no, es que el presidencialismo, incluso en su versión peor manejada -tal como hemos visto-, resulta mejor que el parlamentarismo para nuestro país: es cosa de mirar el cumpleaños de monos que es la cámara de diputados. De hecho, me parece que un grave problema es que no haya posibilidad de reelección por cuatro años más para los presidentes. Un ciclo de ocho años te entrega cinco de gobierno efectivo. Uno de cuatro, dos y medio. Y nadie hace mucho en ese tiempo.

Algunos analistas han planteado que el principal conflicto instalado en la sociedad chilena es una tensión muy grande entre la ciudadanía y la élite, y que el desempeño de los candidatos va a depender de su capacidad de impugnación respecto de la élite en general y el poder. ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

Hay dos tensiones fundamentales en la crisis chilena: una entre élite y pueblo, y otra entre distintas facciones de la élite. Estas tensiones se alimentan entre sí: mientras más polarizados y ombliguistas son los conflictos intra-elitistas, menos capacidad muestran esas élites para entender y procesar la presión que viene desde abajo, y esto más refuerza la convicción popular de que las élites son incapaces de hacerse cargo de los problemas de la mayoría del país, que son principalmente de acceso y de ingresos. Del sistema de la vida, y no de los estilos de vida. Luego, las posturas demasiado extremas y estruendosas -que suelen ser parte de la retórica de la “impugnación”- no deberían ser tan bien recibidas por las mayorías, en la medida en que sean vistas más como parte de la pelea de arriba en vez de como pragmáticamente orientadas a mejorar la situación de las clases medias y bajas.

¿Es posible cerrar esa grieta en la sociedad chilena?

Es posible, pero no es rápido ni fácil. Lo clave ahora sería un consenso elitista en torno a un nuevo pacto de clases que haga más sostenible los estilos de vida de la mayoría de los chilenos. El problema es que en la medida en que se profundiza y se vuelve más agresiva la disputa intraelitista por los espacios de visibilidad y poder, más lejano se hace ese consenso, y más se inflan las expectativas de lo prometido al pueblo, que hoy llega a extremos ridículos. Es cosa de ver al Frente Amplio prometiendo que si ellos redactan la constitución, Chile podrá tener el sistema de pensiones noruego, el sistema de salud del Reino Unido, el sistema universitario de Estados Unidos, la educación básica de Finlandia y el transporte de Holanda. Todo con el PIB de Croacia. Eso no es serio. No tiene ningún sentido.

¿Está de acuerdo con que el actual sistema electoral favorece la fragmentación y la polarización?

El voto voluntario por cierto que tuvo ese efecto. Fue un error garrafal. Es como cuando a las asambleas universitarias dejan de ir los estudiantes y los dirigentes más reafirman su convicción respecto a la soberanía de la asamblea -que se vuelve una pura cocina militante-, hablando pestes de los no presentes en lugar de generar estrategias de convocatoria.

Si tuviera que sugerir 3 libros para entender la naturaleza de la actual crisis chilena, ¿Cuáles sugeriría?

Creo que uno clave es “El fin del poder” de Moisés Naim: identificó con claridad las tendencias de descomposición del poder mundial. Otro es “Ages of Discord” de Peter Turchin, que introduce elementos teóricos muy interesantes para mirar el fenómeno desde lejos. Y el tercero sería “Nos fuimos quedando en silencio” de Daniel Mansuy, que hace un zoom brillante a la degradación progresiva de la política chilena durante los últimos 30 años.

¿De las varias expresiones de la centroderecha chilena hoy cuál le parece que es la que ofrece mejor futuro?

Todas tienen posibilidades abiertas, excepto el liberalismo aguachento, identitario y pituco que terminó encarnando parte de Evópoli: ese no tiene de dónde agarrarse en el nuevo ciclo político, porque las disputas serán demasiado serias y las tensiones de clase estarán demasiado presentes. La derecha autoritaria y economicista -alicaída por su compromiso oligárquico- puede volver por los palos si es que las alternativas más sociales son incapaces de ofrecer prosperidad material y orden público. Ahí estará el corazón de la disputa en el sector.

¿Cree que los jóvenes que se han marginado de participar en las últimas elecciones esta vez acudirán a votar?

Quizás mejoran sus porcentajes. Pero nada asegura que lo hagan. Antes a muchos jóvenes no les interesaba la política y por eso no votaban. Ahora siguen habiendo varios de esos, pero se les suman los ultra y asambleístas que les interesa la política pero no creen en la representación democrática. El “yo no voto, me organizo” encarna esa visión, que tiene harta afinidad con la socialización egocéntrica y consumista, donde el deseo del cliente es privado e intransferible, de la juventud de hoy.

Entre las explicaciones para las crisis que están ocurriendo en Chile y el mundo está la influencia de las redes sociales y la mentalidad de las generaciones más jóvenes. ¿En qué medida está de acuerdo con esta tesis?

Hay que leer “El enemigo conoce el sistema” de la periodista española Marta Peirano. Es de lo mejor que he visto sobre el impacto de las redes sociales en nuestra vida en común, que excede ampliamente a las generaciones jóvenes. La lógica individualista de impacto y espectacularidad de las redes ha ido colonizando todas las relaciones sociales, partiendo por el sistema de la opinión pública, del cual la política es una caja de resonancia. El daño a la democracia, y a la idea misma de mediación en todo nivel, ha sido enorme. Y esto está recién comenzando.

Si tuviera que hacer 3 predicciones para el 2021, ¿Cuáles serían?

La primera sería que el acoplamiento del ciclo electoral partidista con el proceso constituyente será nefasto para este último, incentivando una inflación inútil de conceptos y de promesas. Pero una vez pasado ese ciclo, quizás el proceso constituyente logre levantar cabeza y enrielarse. La segunda sería que la izquierda se fragmentará todavía más, ya que la presión política del Partido Comunista y la caída del Frente Amplio en su órbita generará movimiento de posiciones. La tercera es que la legitimidad del violentismo callejero decaerá en la medida en que aumenten los actos criminales violentos -como hemos visto en los últimos días- y haya mayor demanda por orden público para reactivar la economía.

¿Cuál es su diagnóstico de la forma en que se desenvolverá el proceso constituyente el próximo año?

Será una cueca en pelotas. Hasta que termine el ciclo electoral partidista, Chile amanecerá nublado todos los días por el humo de las promesas constitucionales de los candidatos a cuanta cosa hay. Es una tragedia que el proceso constituyente y este ciclo electoral se hayan acoplado. La esperanza es que el primero se ponga serio después de las elecciones.