¿Crees que Republicanos es el principal responsable de la derrota en el plebiscito como dice la Carta de los 30?
-El resultado final de todo esto, más allá de la derrota del proyecto presentado, es que se acercaron posiciones dentro de la derecha, aunque persista un justificado resentimiento contra republicanos desde los sectores centristas por su comportamiento previo.
En cuanto a los contenidos de la propuesta, asumo que hay responsabilidades compartidas, puesto que en la mayoría de los casos se requirieron los votos de Chile Vamos. Si uno lee el texto firmado por los 30, nota que es bastante ponderado y razonable, y no la recriminación agria que algunos pretenden, ni una vuelta de mano del “piñerismo”. Pero claro, no mucha gente va más allá de los titulares.
-La Carta de los 30 no sólo culpa a Republicanos por su estilo confrontacional, sino que también hace una autocrítica a la centroderecha por renunciar a su “vocación histórica por los acuerdos”. ¿Era posible un escenario distinto?
-Hay un escenario de polarización de élites muy radical, que hace difícil construir acuerdos no forzados. Se han roto las confianzas a nivel hasta personal.
Asumo que desde el otro lado del río la visibilidad no es mejor. Hay una densa neblina. Sin embargo, la estructura del segundo proceso constitucional efectivamente forzaba esos acuerdos: no hubo página en blanco, se fijaron y respetaron 12 bases, y el Consejo democráticamente electo trabajó sobre una propuesta “aristocrática”, de expertos.
-¿Pero en algún momento se desbalanceó?
-El elemento clave fue que Republicanos arrasó en las elecciones populares, pero en ningún momento tuvo ni ejerció un chipe libre respecto a la redacción del texto. Por lo mismo, lo finalmente presentado no era en ningún caso una propuesta extremista.
Sólo la campaña inmunda desplegada después por la izquierda, que en sus mentes era una venganza por el proceso anterior, sumada a la inquina contra JAK desde distintos sectores, terminó colgándole ese mote.
¿Alguien en su sano juicio piensa honestamente que el 45% de los ciudadanos chilenos son misóginos fanáticos de ultraderecha? Es obvio que no. La propuesta final, pasada por todos los filtros ya mencionados, no tenía ninguna de esas características. Y toda la ultraderecha real votó en contra.
-Una de las discusiones es sobre la unidad del sector. ¿Cuál es tu perspectiva?
-El JAK de la propuesta constitucional no debería tener ningún problema doctrinario con participar de las primarias junto a la centroderecha. Y la centroderecha no debería tener mayores problemas con el JAK del proyecto constitucional. Sus posturas se mostraron mucho más cercanas de lo que la retórica indicaba.
Sin embargo, todos sabemos que los outsiders corren con ventaja en este ambiente político putrefacto, y si JAK no va por fuera, otro lo hará. Rojo Edwards ahora está trabajando el método frenteamplista en contra del propio JAK. Y, para remate, el mundo liberal progresista pretende fijar el cerco sanitario en JAK, en vez de hacerlo en Rojo Edwards. Todo eso incentiva un fraccionamiento inútil y electoralmente suicida… Rojo Edwards es una especie de Jorge Sharp.
La postura altanera y los supuestos consejos de analistas de ese mundo como Cristóbal Bellolio me han parecido contradictorios y algo superficiales. El planteamiento de estos liberales progresistas construye e incentiva el proyecto de una derecha outsider, antipolítica, populista y autoritaria.
-Antes de la derrota del plebiscito, algunos en la derecha daban casi por ganada la elección presidencial. ¿Ha quedado en una posición más vulnerable?
-Yo honestamente pienso que la política no se trata primariamente de ganar elecciones para estar en el poder, sino de orientar el ejercicio del poder por parte de quienes ganan elecciones. Ganar sin un programa realista y sin anclaje social es peor que perder. Es una derrota larga, donde tú terminas dándole cara y firma a posturas y decisiones con las que discrepas.
Es cosa de ver a Boric y sus amigos. Algunos le dicen madurez a su derrota programática, y es verdad que hay un componente de maduración ahí, pero eso no deja de hacerla una derrota. La derecha no necesita volver al poder sin un programa acorde a los desafíos del país y sin anclaje social. Para eso le conviene seguir como oposición. El verdadero desafío del sector es por fin generar una visión política a la altura de los desafíos reales del país, dejando atrás el lastre oligárquico y plutocrático.
-¿Qué lecciones puede sacar Chile Vamos? ¿Quizá es necesario otro tipo de liderazgo?
-Chile Vamos se la jugó por buscar acuerdos con un gobierno fanfarrón, alumbrado y altanero, que consideraba o considera que ser de derecha es un defecto moral e intelectual. Esto los desgastó y Republicanos les dio una estocada final por la espalda, acusándolos de entreguistas y cobardes. Macaya fue el héroe que Chile merecía, pero no el que necesitaba en ese momento. Así que lo hicieron pebre por todos lados. Pero, al final del rodeo, tuvimos a un Partido Republicano llamando a votar por una constitución que combinaba estado social y estado subsidiario.
-Otro aspecto crucial es la relación con el Presidente Boric. ¿La derecha debe dialogar con el Gobierno o evitar cualquier transacción?
-El gobierno necesita acuerdos para tener algún legado al final de sus cuatro años, por pobre que sea. Yo sigo pensando que les convenía el triunfo del “A favor” para que ese legado fuera una constitución firmada por Boric, aunque no le gustara, al estilo Mateo de Toro y Zambrano. Pero no fue.
A la derecha, a su vez, le conviene cerrar tratos convenientes con un gobierno de izquierda despelotado y débil, pensando en una futura administración de derecha. El tema complicado es que la negociación de estos acuerdos se da en un contexto turbio y malsano, de oposición casi existencial.
El Frente Amplio necesita una renovación ideológica que, a su vez, transforme su actitud política. Tienen que dejar atrás a Schmitt, Atria, Mouffe y Laclau, y la forma de hacer política que viene con ellos… El gobierno de Boric no es pato cojo, sino pato cuchepo (sin piernas), por lo que será pronto inevitable caer en una espiral especulativa sobre el sucesor.
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