Pablo Milanés nació en Bayamo, Cuba, el 24 de febrero de 1943, y apenas con 6 años se inició como cantante en la radio local. Poco después su familia se radicó en La Habana, donde pudo conocer la rica escena musical de la capital y el auge del “filin” (que viene de “feeling”). Pero él desde muy joven quiso hacer algo distinto, un cambio.
Era un tipo rebelde e inquieto que ya desde muy temprano comenzó a observar un ambiente opresor tras el triunfo castrista en 1959. “Cierto orden represivo que a mí no me gustaba tanto en un sector como en el otro, la policía, etcétera. Y yo me venía oliendo todo lo que venía, entonces era crítico en ese sentido y lo expresaba además. Lo expresaba con gente inclusive que se fue después de Cuba, aunque yo me quedé”, dijo en un documental dirigido por Juan Pin Vilar.
El telegrama fatídico. De pronto le llegó un telegrama: “Me dice que ‘he sido aceptado para el servicio militar y fui elegido para mandarme a un campo de concentración’. Para un muchacho de 23 años, aquello fue brutal”.
“Estaba rodeado de guardias con bayonetas y unos guardias a cada lado de las puertas de los autobuses. Muchos autobuses, cientos de autobuses. Y no tuve tiempo de despedirme ni de mi esposa, ni de mi madre, que me acompañaron para despedirme… Hubiera querido seguir en lo mío. Pero bueno, me llaman para un deber. Me voy satisfecho y me iba satisfecho”, pensaba.
Pablo creía “que era un error que han cometido y empiezo a documentarme y mis amigos me empiezan a mandar libros, pero sobre todo el libro Iván Denisovich de Solzhenitsyn fue el que me abrió los ojos sobre todo lo que podía pasar… Leí La montaña mágica y también me di cuenta de lo que significa aislarse y estar en un ambiente donde tú creas tu propio ambiente intelectual y tu propio ambiente personal y superarlo. ¿Te das cuenta?”.
“Un día empezaron a llegar presos comunes al campo… Nosotros nos preguntamos ¿qué sentido tiene esto? ¿Enfrentarnos? ¿O las cárceles están muy llenas y necesitan pasear por acá? En fin, fue una idea oscura que nunca entendimos y que pudo haber ocasionado enfrentamiento entre unos grupos y otros”.
Milanés, no obstante haber declarado su compromiso político con Castro, fue enviado –junto a otros artistas, intelectuales, religiosos y homosexuales considerados “indeseables”– a una Unidad Militar de Ayuda a la Producción (Umap), en Camagüey. Mientras tanto, el discurso oficial decía: “Queremos una juventud de acero, una juventud dispuesta al sacrificio. Una juventud que combata las tendencias egoístas, la blandenguería, el conformismo frente a los errores”.
“La conclusión fue bastante macabra. Nos han logrado juntar a todos los que consideraban despreciables. En un campo de concentración”, dijo Milanés. Y pese a ello, sufrió el Síndrome de Estocolmo, escribió una obra a favor de sus carceleros, pero antes de estrenarla se dio cuenta del error y la destruyó. Decidió fugarse. Y así lo hizo, pero al ver la angustia de su madre, decidió entregarse.
“Empezamos a sentirnos culpables de estar ahí, porque todos los días nos lo decían: Ustedes son culpables, ustedes son árboles que han crecido torcidos… No fue por homosexual, no fue por drogadictos. No fue por contrarrevolucionario. No, no, no: fue por mis opiniones con respecto a la revolución a partir de un revolucionario y que era yo bastante liberal para decirlo donde quiera que lo estimaba”.
Profesor de Ampuero. Un capítulo inédito de Milanés es cuando fue profesor de música del escritor chileno Roberto Ampuero, que vivió cinco años en la isla. “Lo conocí en 1975. Yo estaba en la Universidad de La Habana y tenía un curso de música. Y esa clase fue tomada por él, era sobre ritmos del Caribe. Éramos un grupo pequeño; él se quedaba a la entrada y a la salida y ahí conversábamos. Imagínate, yo tenía unos 20 años. Y él unos 30. En esa época la mayoría absoluta de los artistas que estaban en Cuba, eran castristas, fidelistas. Él también, aunque ya había estado sintiendo represalias por una cosa muy rara, por lo que llamaban diversionismo ideológico”.
“La Unidad Militar de Ayuda a la Producción (Umap) era manejada por un tipo siniestro que se llama Luis Pavón. Yo tuve amigos que estuvieron presos, que me contaron que no se podían referir a su experiencia adentro porque habían firmado un documento y las penas serían las del infierno”.
El autor de Nuestros Años Verde Olivo recuerda que estuvo varias veces con Pablo Milanés. “Yo tenía una admiración muy grande por él. Me parecía increíble poder compartir, hablar. También nos vimos en actividades como el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes el 78. Ahí estaba Silvio Rodríguez. Conversé con los dos”.
Las protestas de 2021. El quiebre con el régimen se hizo más público el año pasado, cuando miles de cubanos salieron a las calles a protestar contra un sistema que lleva 63 años. “Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo”, se lamentó en su cuenta de Facebook.
Según la periodista cubana Yoani Sánchez, “el trovador se les había convertido (al gobierno) en un ser difícil, algo que quedó claro durante su último concierto en La Habana en junio de este año. En aquella ocasión, las autoridades quisieron recluir al artista en una pequeña sala que iban a llenar de acólitos de la Plaza de la Revolución, pero la indignación de sus seguidores obligó a cambiar el guion y trasladar la presentación para la más amplia Ciudad Deportiva. Eso sí, el lugar estaba repleto de policías políticos para evitar que el público coreara “¡Libertad!”.
Recordando su paso por la Umap, el famoso músico cubano y amigo suyo José María Vitier dijo: “Yo estoy esperando a alguien que un día le de una disculpa a Pablo y a otras personas que pasaron por eso. Hombre, la historia se la dio, pero nadie más”.
La disculpa aún no llega. El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, tuiteó: “Ha muerto Pablo, leemos al despertar en #Rusia y el dolor llega con la noticia. Desaparece físicamente uno de nuestros más grandes músicos. Voz inseparable de la banda sonora de nuestra generación”, lo que algunos opositores al régimen consideran una burla.
“En la medida en que va pasando el tiempo, tú vas adquiriendo una sabiduría propia que te permite vivir y sobrevivir, pero no cambias el mundo… El mundo, en mi criterio, sigue igual y todas las cosas que yo pensaba cuando joven, que es natural, eran de un idealismo extraordinario, ya no se dan”, dijo Pablo Milanés.
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