Basta ver lo que Boric está haciendo en Relaciones Internacionales para entender que su gobierno está en serios problemas. En corto, el presidente tomó una cartera que nunca había tenido problemas y la detonó. Casi todas las semanas hay un incidente en Cancillería y no parece haber conciencia del daño que se está causando. Luego de Interior, es sin duda el ministerio que más problemas le ha traído a Boric, y probablemente el próximo lugar que se tenga que intervenir para prevenir una crisis más profunda.
Los incidentes comenzaron cuando el presidente acusó al Rey de España de haber atrasado la ceremonia de investidura y no han parado desde entonces. La lista es larga y sigue con el desprolijo nombramiento de embajadores chilenos, el ninguneo a John Kerry en Los Ángeles (CA), la designación del hijo de una diputada como agregado en un lugar sin oficina (Barcelona), el misterioso paso de un avión iraní por el sur, las señales contradictorias frente al TPP-11 y el bochornoso incidente en que se le cerraron las puertas de La Moneda al embajador de Israel.
Todo esto sería anecdótico si no tuviera implicancias reales sobre la gobernanza. Las fallas son tan notorias, y tan frecuentes, que están generando la sensación, dentro y fuera de Chile, de que el presidente, y su gobierno, no están a la altura de su mandato. A esta altura, es claro que lo que ocurre en Cancillería, y en otros ministerios también, no son simples errores de principiantes ni gajes de la instalación, son parte del diseño. No son errores fortuitos, son, en cambio, costos calculados de un gobierno que pretende refundarlo todo.
De lo contrario, cómo se explica que todo lo relevante haya sido tan conflictivo. Basta mirar la labor que ha realizado José Miguel Ahumada en la subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales para entenderlo. Lejos de estar coloreando fuera de las líneas, todo lo que hace responde a un plan. Desde la propuesta de plebiscitar tratados internacionales a torpedear la firma del TPP-11, todo ha sido intencional. Aunque algunos lo quieran catalogar como polemista, lo cierto es que no es ingenuo, está marcando los tiempos de la agenda original.
Obviamente no todo es parte del diseño. Hay una buena cuota de accidentes que ocurren por una mezcla de inexperiencia y poco profesionalismo (como lo que ocurrió en la gira a Canadá y California). Pero en lo grueso, lo que no está funcionando es por un tema de diseño. Esto se sabe porque los traspiés se han arreglado, pero los aparentes errores siguen ocurriendo. Por lo mismo, el presidente decidió mantener a Ahumada es su cargo, sabiendo que para la mayoría de los observadores, es evidente que le está causando un daño irreparable a la institucionalidad vigente.
La teoría es que cuando las cosas no funcionan en Relaciones Internacionales, no funcionan en las otras carteras tampoco. Y parece ser correcta, pues es consistente con lo que se observa en la práctica. El gobierno no encuentra éxito ni en Cancillería ni en ninguna de las otras carteras. Por ejemplo, no logra darle salida a la crisis de seguridad ni tampoco controlar la inestabilidad económica. Y, por lo mismo, son cada vez son más chilenos los que desaprueban de la gestión del gobierno, y que declaran estar arrepentidos de haber votado por Boric.
¿Qué salió mal? Pues bien, la estrategia original estuvo mal planteada. La idea del presidente en marzo, presumiblemente, era avanzar en la agenda de izquierda desde ciertas instituciones (como la Subrei), sabiendo que se podría incurrir en costos (como los incitados por Ahumada), pero que esos costos eventualmente se podrían restituir en el corto plazo (con la victoria del Apruebo). Estas premisas permiten explicar, entre otras cosas, por qué Boric insistió tanto en apoyar la propuesta de los constituyentes: estaba all-in.
Pero la apuesta no funcionó. La victoria del Rechazo echó todo por tierra. La gente, la clase media, no se compró la agenda de izquierda que propuso el gobierno y la Convención. Castigaron el hecho de que una pequeña elite tratara de imponer sus opiniones como verdades sin el beneplácito del centro. Y Boric, en vez de actuar con determinación para hacerse cargo del fondo del mensaje popular, hizo lo mínimo posible. Nominó a Carolina Tohá, que servirá para mejorar la gestión. Pero mantuvo a Ahumada, piedra angular del diseño de instalación.
Por esto Boric probablemente no mejorará en el corto plazo: porque se siente cómodo conviviendo en la contradicción de decir una cosa y hacer otra. En la teoría, entendió el mensaje del pueblo. En la práctica, insiste en su visión. No le importa decir A y hacer B. No siente que debe explicar su razonamiento lógico. Tampoco siente que debe ser consistente con su registro. Puede decir que sabe que la moderación es una condición necesaria para gobernar, pero puede perfectamente seguir metiéndole fichas a la izquierda. Vueltas de 360 grados.
Otra vez, esto es precisamente lo que subyace la identidad de la administración de Boric: decir una cosa y hacer otra. Por años dijeron, desde el Frente Amplio, que venían a renovar la política. Pero desde que ascendieron a la primera línea, solo han demostrado por qué son más de lo mismo. Desde Karina Oliva y su fiasco electoral en adelante, las señales solo han sido de continuidad con lo criticado. Criticaron la corrupción, criticaron el nepotismo, y criticaron la malversación de tiempo y recursos solo para ascender a lo mismo.
Volviendo al tema de las Relaciones Internacionales, que parece contener todos los ejemplos posibles de fallas y contradicciones de Boric y su gobierno, basta mirar lo que ocurre en la embajada de España para comprobar la tesis: el presidente literalmente nombró a su amigo Javier Velasco en el cargo. Premió, sin vergüenza, a una persona que carece de experiencia, etiqueta y entendimiento en una de las embajadas políticas más relevantes. ¿Acaso no era esto justamente lo que se criticaba? ¿Acaso no era esta la razón para “renovar la política”?
Más allá de la construcción de frases clichés y grandilocuentes como “habitar la república”, que no significan nada y que solo le generan alegría a la barra brava de la izquierda, poco le está resultando al presidente. La gente desaprueba mayoritariamente de su gestión y los problemas siguen sumando. Y, en vez de remover a Ahumada y Velasco de sus cargos por no estar a la altura de sus investiduras, insiste confirmándolos, premiándolos por hacer las cosas mal. Pues bien, y continuando con los clichés, parece que “todo se pondrá un poco peor antes de mejorar”.
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