Eutanasia. “Me jubilo sin júbilo alguno”, escribió Carlos Alberto Montaner en su última columna publicada hace menos de dos meses en varios medios. Parece un verso, pero en realidad era la metáfora de una decisión: quería morir a su manera. El gran intelectual cubano, probablemente el crítico más relevante del régimen castrista, tenía 80 años cuando falleció este viernes en Madrid.
Padecía parálisis supranuclear progresiva. Y él mismo la definió como “una enfermedad rara del cerebro. Me la diagnosticaron tras una resonancia magnética. Tres personas por cada 100.000 la padecen. No es contagiosa, ni heredada. No hay cura para ella”.
Era un liberal, que se salvó del paredón por oponerse al naciente comunismo en la isla cuando era un adolescente y con la misma actitud enfrentó la enfermedad. Su hija Gina explicó: “Mi padre es un hombre que defendió la libertad para vivir y para morir, y quería morir dignamente en sus términos, y lo hizo, es una decisión muy meditada”. Por eso se decidió por la eutanasia, en virtud de su “defensa de las libertades individuales”.
Contra Fidel. Nacido en 1943, en un principio apoyó la revolución, sobre todo como una manera de poner fin a la dictadura de Batista. A los 14 años comenzó una historía sentimental que duró hasta el final de sus días. Hubo un atentado y buscando a sobrevivientes, vio a una niña que lloraba. Se llamaba Linda, tenía su misma edad y ya mayores se casaron y formaron con el tiempo una familia. En los días finales, Linda le leía el diario.
El adolescente Montaner empezó a ver que el régimen perseguía a opositores, homosexuales. Los fusilamientos y sentencias de cárcel le parecían arbitrarios. Se acercó a grupos contestatarios –“terroristas”, según el gobierno- y en 1960 fue detenido y condenado a 20 años de prisión. Logró escapar y refugiarse en una embajada, desde la cual partió al exilio. Así, comenzó una larga carrera como referente anticastrista.
Escribió un libro, “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, junto a Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza, que fue un best seller. En él desnudaba las contradicciones, máscaras y estrategias de cierto progresismo.
“Tengo el mejor recuerdo y sobre todo admiración por la forma de libertad y entereza con la cual asumió el momento en que debía dejar esta vida, después de estar padeciendo esa terrible enfermedad que le diagnosticaron. Su lema siempre fue buscar la liberación de su patria, Cuba, y no pudo regresar en esta vida a una Patria Libre por la cual luchó”, dijo Mendoza.
El amigo chileno. Montaner fue muy cercano al escritor Roberto Ampuero, se conocieron hace 30 años y hablaban seguido. De hecho, dos semanas antes de su muerte, conversaron. “Era un referente del exilio cubano: liberal, calmado, culto, refinado, de gran inteligencia, memoria y exquisito humor. Presente en la CNN y los medios de Miami, asistía como invitado a numerosos congresos. Lo vi por última vez en Madrid, después de un acto de este año en que asistió Díaz Ayuso y recibió la condecoración de la FIL por su aporte intelectual al liberalismo y la lucha por la democracia”, dice el ex canciller chileno.
Ampuero recuerda que después de la actividad lo invitó a almorzar con Linda y su hija Gina. “Fue una suerte de despedida. La última vez hablamos hace unas dos semanas por teléfono. Me contó de su novela sobre el yerno de Karl Marx y me preguntó cómo iba mi novela sobre Berlín. Hicimos recuerdos de Miami. Era cubano, español y estadounidense, muy bien conectado internacionalmente”.
De sus más de veinte libros, entre ensayo y ficción, Ampuero recomienda “Sin ir más lejos”, sus memorias. “Fue un hombre feliz y realizado, sin resentimientos, y nunca dejó de pensar en Cuba ni de aportar al análisis sobre la dictadura. Yo escuché de él por primera vez en La Habana, en 1975, en casa de un alto funcionario cubano.
“Lo acusaban de terrorista, agente de la CiA y contrarrevolucionario, como a todo aquel que criticaba a la dictadura que entonces “sólo” llevaba 17 años. Hoy lleva 64. Cuando lo conocí, nos juntamos en un tranquilo restaurante español de la Little Habana. No se parecía en nada a como lo pintaba la dictadura. Hablamos hasta que nos dijeron que iban a cerrar. Nunca más dejamos de vernos cuando yo pasaba por Miami”, agrega Ampuero.
Al escritor chileno lo golpeó muy fuerte la noticia. “Lamento su muerte y que no haya podido ver el fin de la tiranía. Como Heberto Padilla, otro gran amigo cubano, siempre tuvo un análisis realista y sombrío de la isla: demasiados de los mejores cubanos se habían ido al exilio y una policía política Kantiana en una isla del Caribe, formada y adiestrada por la KGB y la Stasi, es un enemigo difícil de batir”.
Peleando con Silvio. Carlos Alberto Montaner tuvo muchas polémicas, entre otras cuando apoyó a los Contra, grupo paramilitar de extrema derecha en Nicaragua, pero una de las más comentadas últimamente fue su intercambio con Silvio Rodríguez, el ícono cultural de la Revolución. “Si los miles de cubanos que perdimos familia en atentados de la CIA hiciéramos una carta denuncia, ¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?”, escribió el cantautor.
Así respondió el escritor: “Por supuesto, Silvio: yo firmaría esa denuncia. La CIA, como todos los servicios de inteligencia, ha hecho cosas deplorables que merecen ser censuradas. Y las ha hecho el ejército norteamericano cuando maltrató cruelmente a los prisioneros. Y las sigue haciendo el Departamento de Justicia de Estados Unidos, y hasta la Corte Suprema, cuando priva a ciertos detenidos del amparo de la ley. Todo eso, incluida la pena de muerte, me parece abominable y contrario a un verdadero Estado de Derecho en el que se respeten las libertades individuales”.
El intercambio de mensajes fue subiendo de tono: “Atrévete un día a respetar al prójimo. Atrévete a expulsar la soberbia. Atrévete a merecer un pueblo como este”, escribió Rodríguez..
En otra carta, Montaner señaló: “A mí me parece muy bien que alguien con tu talento haya podido enriquecerse legítimamente, tener propiedades dentro y fuera de Cuba y poseer una próspera empresa de grabaciones construida con el producto de su esfuerzo. Lo que quisiera es que ese privilegio que te han concedido se convierta en un derecho y se extienda a todos los cubanos”.
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