Este libro de título interminable, escrito por la pareja de Ronald Rivera Calderón, el asesino del ex vicepresidente Edmundo Pérez Zujovic, es una reivindicación de la ultraizquierda. Se trata de un libro sectario -publicado por la editorial del anarquista que le envió una bomba al ex ministro Hinzpeter- pero que puede enseñar qué pasa cuando la izquierda, una vez llegada al poder, debe hacerse cargo de enfrentar a sus expresiones más radicales. En este caso, derechamente terroristas
Las memorias de “Natacha”. Si no aprendemos a luchar juntos, nos matarán por separado. Mi vivencia en la Vanguardia Organizada de Pueblo, de Carlota “Natacha” Vallebona y Felipe Guerra (Editorial Tempestades, Colección Narrativa, 407 páginas, 2019) podría haber sido de esos libros con que hace treinta años los protagonistas de la UP miraban al pasado y reflexionaban de lo que habían hecho en su juventud mientras terminaban de instalarse en el país de la transición, es decir, uno de esos libros de arrepentidos.
- Pero las memorias de Vallebona –“Natacha”, la compañera de Ronald Rivera Calderón y uno de los rostros de la Vanguardia Organizada del Pueblo, VOP–, parecen congeladas el 13 de junio de 1971, el día que se despidió de Rivera poco antes que lo mataran en el tiroteo en Independencia en que se terminó la cacería que la Unidad Popular desató contra los asesinos del ex vicepresidente DC Edmundo Pérez Zujovic, cometido en 1971.Rivera integraba la lista de los indultados por Salvador Allende al llegar al poder, bajo el argumento de que durante eran jóvenes idealistas que en su gobierno no necesitarían recurrir a las armas.
- Estas son las memorias de “Natacha”, a la que el propio libro describe como “temida” en las lecturas de las escasas fotos que tiene. Y memoria novelada, además. O sea, con el justo espacio para no tener que acreditar con hechos algunas cosas. Como la acusación que el asesinato de Pérez Zujovic fue ordenado por la propia UP.
- Por eso que tampoco es un libro de denuncia, aunque reflote con fuerza la acusación de traición de socialistas y comunistas (y casi de los miristas) que los militantes de la VOP han venido denunciando desde hace décadas.
- Este es tal vez el libro más importante de la literatura sobre la VOP, en la que abundan memorias y tesis de las facultades de Humanidades que a veces hasta la reivindican. De culto pero de ese que tiene un aire de verdad religioso. Porque es el texto más importante precisamente porque lo escribe Natacha, la temida, que después de casi 50 años salió a aportar la versión oficial de la vida y muerte de Ronald Rivera a los grupos que mantienen el recuerdo de Rivera y la VOP, los derrotados de los derrotados en la crisis de la UP; los que, en la lógica de la victimización, se autopostulan como los “más puros” no solo por su intransigencia: también por haber sido reprimidos por el gobierno popular.
La literatura de la VOP. Para el que mire de lejos ese debate sectario, Si no aprendemos a luchar juntos… le puede enseñar qué pasa cuando la izquierda, una vez llegada al poder, debe hacerse cargo de enfrentar a sus expresiones más radicales. En este caso, derechamente terroristas.
- No son muchos los textos con fuentes primarias que se puedan leer bien sobre la VOP. Están las memorias de Patricio Dagach (Memorias de un secuestrador), que a los 14 años se convirtió en el primer secuestrador de aviones chileno, y Carne de perro, de Germán Marín, que ficciona lo que rodeó el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic y la posterior cacería emprendida contra la VOP, que terminó con su cúpula muerta tras un tiroteo en la última casa de seguridad del grupo, en Independencia.
- De la VOP se escribe y lee hace rato, algo que bien puede comprobarse al recorrer las bibliotecas de las facultades de Humanidades y Ciencias Sociales. La diferencia es que ahora pareciera importar más y debe ser razón para que Editorial Tempestades publique esta edición. Una editorial fundada por Francisco Solar, el anarquista hoy preso por enviar una carta bomba con TNT al ex ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter y a una comisaría; que fue absuelto del Caso Bombas 1 y que, más tarde, fue condenado a cárcel en España, tras atacar con explosivos la basílica de Zaragoza.
“Traición”. Gran parte de las memorias de Natacha giran alrededor de lo que califica de “traición” de socialistas y comunistas a la VOP, y de cómo fueron perseguidos y torturados por la policía política del gobierno, la PDI de entonces, al mando de políticos designados por La Moneda (Tampoco es éste un debate nuevo; hasta se puede ver en YouTube en la rarísima Metamorfosis del jefe de la policía política, la película que Helvio Soto tenía lista para el golpe y que tuvo que estrenar exiliado en Francia, cuando nadie quería ver algo sobre las divisiones de la izquierda y que se promocionó como “rodada en el 72, censurada en el 73”).
- En Si no aprendemos… nadie va a encontrarse con una reflexión sobre la violencia. Esto es una reivindicación de la VOP, y la Unidad Popular es sólo el telón de fondo. Lo dice el coautor, el historiador Felipe Guerra, en el prólogo, cuando alega contra la poca profundidad que hay en las investigaciones realizadas y “la abundancia de tapujos, mentiras e infamias que ha trascendido hasta nuestros días sobre este grupo. En resumen, la historia oficial se encuentra plagada de versiones sobre un grupo de infiltrados por la ultraderecha, de lumpen o agentes de la CIA que ‘solo querían causarle problemas al gobierno de Allende’”.
- Por eso a veces se lee como una novela de acción, en que los personajes van de un lado a otro armados, arrancando, cargando nitroglicerina en un bus desde el norte, etcétera, y cuando se agarran a balazos y matan a alguien –un policía, un asaltado– apenas surge un remordimiento que es tapado por una supuesta falla en los planes. Es como si quisiera plantearse una diferencia entre técnicos y políticos. Porque reflexión política, que la había en esa época, es lo que no hay en los recuerdos de Natacha.
- Si no aprendemos… es también una historia de amor, porque cuenta la forma en que Natacha y Ronald Rivera se conocieron en Arica, donde éste llegó a organizar el trabajo clandestino del MIR en tiempos de Eduardo Frei Montalva. Vallebona, entonces una escolar, pasó de una familia democratacristiana a recorrer el archipiélago de movimientos revolucionarios que proliferaban en ese entonces para terminar, junto a Rivera, liderando la VOP y protagonizando el auge y caída de una de las organizaciones más controvertidas y violentas que ha dado la izquierda chilena.
El túnel de la ultra. Todo el libro converge hacia un nudo dramático evidente, que es el asesinato de Pérez Zujovic y la muerte de Ronald Rivera y su hermano Arturo. Y aunque la existencia de Ronald Rivera es contada con la tinta con que se imprimen las hagiografías, se cuela algo de vida en el relato porque probablemente una buena historia no puede ser pavimentada completamente por la ideología.
- Aparecen, así, el malestar –al menos– que provocaron en Rivera los asesinatos en asaltos fracasados de la VOP (algunos cometidos por él mismo); el culto a la violencia y hasta las reflexiones que se hacían en las películas que iban a ver. También, hay que decirlo, se puede leer en Si no aprendemos… una descripción de Santiago y de Arica pre golpe de Estado que más mueve a la nostalgia que a otra cosa.
- La descripción del barrio donde estaba la casa de los Rivera, en la Ñuñoa vieja, le da hasta un aire a Palomita blanca al relato.
- Hay más. Si uno toma distancia del texto, se aprecia la visión de túnel que se adivina puede sufrir alguien que se ha desplazado a un borde sin matices como es la ultra. Hay una mirada conspiranoica y victimista que lleva a decir que a la VOP casi que le impusieron otros el asesinato de Pérez Zujovic. ¿Quiénes? Los socialistas, los comunistas; en fin, la UP, por ahí se disgrega la acusación. También es una crónica de la violencia, que se lee casi como un estilo de vida, por peligroso que fuera. Y un estilo extendido, porque Ronald Rivera y Natacha parecen haber frecuentado a los principales jerarcas de cuanta banda armada existía en el país en ese momento
- Si no aprendemos… no es una novela de amor ni una historia de pistoleros. Como bien proclama el propio libro es “un aporte inmenso a la historia de la VOP”. Pero un aporte desde la memoria, que no reemplaza nunca a la historia.