La historia está llena de falsos redentores caídos. Profetas que vendrían a erradicar todas las malas prácticas, privilegios y abusos, pero que, al final, terminan transformándose en todo aquello que prometían eliminar. La política no es para puritanos. Con la misma velocidad que te elevas en el púlpito, caes. Hoy llegó el turno de Revolución Democrática (RD).
“Nuestra escala de valores y principios dista de la generación que nos antecedió (…) Tenemos infinitamente menos conflictos de interés que otros que trenzaban entre la política y el dinero”. La frase del ministro Giorgio Jackson resuena por estos días y recuerda lo complejo que es establecer juicios morales taxativos en política.
El escándalo Democracia Viva puede ser el epílogo de una gradual debacle moral frenteamplista. O tal vez sea sólo la punta del iceberg de una trama de corrupción más profunda y extendida. No lo sabemos.
Lo que sí sabemos, es que la impostura en RD se inició con la temática de la dieta parlamentaria. Transcurría el año 2016 cuando en un programa estelar de televisión, el por ese entonces diputado, Giorgio Jackson, se jactó de que donaba un 50% de su dieta parlamentaria, marcando un aparente contraste con el resto de la clase política.
El primero en poner en entredicho la veracidad del testimonio de Jackson fue el visionario comentarista deportivo Eduardo Bonvallet: “déjate de mentir, Jackson”. Con el tiempo, sabríamos que Bonvallet tenía razón. Las donaciones tenían como destinatario su propio partido ¿el propósito? Financiar campañas políticas, entre las que se encontraban -por cierto- las del propio Jackson. Así nace el irónico concepto de “autodonación”. La Comisión de Ética de la Cámara de Diputados, recordemos, llegó a sancionar a Jackson por “engaño comunicacional”.
El segundo episodio fue la altisonante promesa frenteamplista, en el marco de la segunda vuelta presidencial, de “No más pitutos” en la administración del Estado. Tras 15 días de haber asumido el mandato presidencial, emanó desde Presidencia, con estridencia, un instructivo denominado Lineamientos que impiden la contratación de parientes.
Bastaron un par de meses con la nueva administración en funciones para que una investigación periodística desnudara una compleja red de nepotismo y amistad en el corazón de Gobierno: más de 40 parientes y personas relacionadas con dirigentes, autoridades y políticos de la coalición oficialista habían sido contratadas en el seno del aparato público, cobijados todos bajo el frondoso árbol frenteamplista. Un número que debe ser ampliamente superado en los hechos y que hoy amerita ser actualizado.
El tercer acto, recientemente conocido, dice relación con el traspaso de recursos públicos a la fundación Democracia Viva, relacionada a dirigentes del partido Revolución Democrática. La situación es doblemente infame, toda vez que dicha fundación, diseñada para el proselitismo político, habría empleado como fachada el trabajo social con habitantes de campamentos, es decir, una burda instrumentalización de la vulnerabilidad y pobreza a cambio de dinero para operadores.
En síntesis. Algo huele mal en Revolución Democrática. Y desde su génesis.
Comenzando por el oxímoron del término porque, sabemos, no existe una revolución en el mundo, que haya sido democrática. Siguiendo por el meteórico ascenso parlamentario del líder Giorgio Jackson en un cupo protegido por la Nueva Mayoría. Continuando, con su cómoda “colaboración crítica” durante el segundo Gobierno de Michelle Bachelet, eufemismo que les permitió cobrar abultados sueldo a sus militantes en puestos de gobierno, sin asumir los costos de ser parte de dicha administración. Y finalizando con el eventual esquema fraudulento de donaciones a fundaciones relacionadas al aparato partidario.
Lo que RD ha ido construyendo con el tiempo, se parece más bien a una Revolución Cleptocrática: un sistema de gobierno en el cual un grupo de personas poderosas utiliza su posición política para obtener beneficios personales a través de la apropiación indebida de recursos públicos y corrupción.
Una suerte de estafa piramidal aplicada a la política, con cargo a las rentas generales, con connotados líderes a la cabeza, dirigiendo, siempre, desde un púlpito.
Sin embargo, la caída, no será leve.
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