Francisco Ljubetic dirigió el Ministerio Público en la Araucanía entre 2005 y 2013 y es considerado una de las personas que más conoce el conflicto en la zona. El diagnóstico del actual vice decano de la facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Temuco es lapidario: ni Estado ni los políticos chilenos han estado a la altura. “Nadie quiere tomar decisiones”, señala. Y advierte que la violencia aumentará y que no se está lejos del enfrentamiento entre civiles.
—La región lleva décadas sufriendo un cuadro complejo. En su experiencia, ¿Cómo se ha ido ampliando el conflicto?
—Este es un tema que lleva más de 20 años. El primer hecho de violencia ocurrió en 1997. En ese tiempo la actividad de violencia era la toma de predio y quemas de plantaciones forestales, particularmente la zona de Malleco. Luego se sumaron los ataques a camiones, que no tienen nada que ver con el reclamo de tierras, pero tiene que ver en la instalación de una lógica de temor en quienes participan en la producción forestal o agrícola. Hoy lo que existe son ataques derechamente a personas. Lo que hace 20 años atrás no produjo los efectos deseados, generó fue un espiral de violencia que cada vez es más difícil de limitar y reducir. Hoy no se respeta a nadie, da lo mismo quien sea, su actividad, su estrato social o a lo que se dedica. Hoy muere la gente y nadie se impacta, es una etapa muy grave donde el enfrentamiento entre civiles no está muy lejano.
—¿Usted calificaría la situación como violencia rural o terrorismo?
—Esa es una discusión más bien discursiva y de grupos que pretenden confundir a la opinión pública. Muchos de los hechos que ocurren en la región pueden ser catalogados de terroristas y obviamente eso genera un ambiente de terror y es lo que la gente le llama terrorismo.
–¿Por qué es tan complejo imponerse como Estado?
—Es un tema de Estado, pero nunca ha sido enfrentado de verdad porque no da réditos políticos, al revés, los quita. Quienes lo han envuelto en una lógica política-ideológica están sacando réditos desde esa perspectiva, pero nadie quiere tomar decisiones, ni en este gobierno ni en ninguno de los anteriores, salvo la importante decisión que tomó el Presidente Lagos al respaldar al entonces General Bernales, cuando se llevaron adelante investigaciones y detenciones. Después, en el primer gobierno del Presidente Piñera le tocó la muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay y actuó el entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick. Pero luego, hay una lógica reactiva: sólo suceden los hechos y siguen sucediendo en esta lógica de que en algún momento esto va a cesar, pero eso no será así, no va a terminar, se va a incrementar, ha demostrado ser así.
-¿El Estado no logra imponerse porque la clase política no genera consenso transversal?
—Exactamente, todos imponen su mirada ideologizada sobre el tema. El decir que este es un conflicto mapuche es un invento, no hay conflicto con la etnia mapuche. Hay un 25% de La Araucanía de personas que se declaran mapuche pero un millón de personas viven acá. Cuando tenemos grupos paramilitares y guerrillas armadas que atacan a las fuerzas policiales y a las personas, creo que lo mínimo que hay que hacer es tomar una decisión de Estado acerca de cómo ir reduciendo a estos grupos armados, sin perjuicio de los caminos políticos de encuentro, de conversación, dialogo, con los intereses muy legítimos que tienen integrantes de la etnia mapuche. Pero no es la etnia mapuche la que está en conflicto ni menos con una determinada autoridad o gobierno.
—¿Se debiesen dar las condiciones para que militares tomen control de la zona?
—Las FF.AA. podrían prestar sus servicios junto con las policías, por supuesto que sí. Pero esa capacidad de liderar con decisión se hace compleja porque enviar militares significa supuestamente irse en contra de la población mapuche, lo cual es no es real. Si uno ve que están ocurriendo hechos permanentes de violencia y ataques armados, uno tiene que pensar que la autoridad pública tiene que tomar medidas para controlar esa situación. Eso está dentro de las obligaciones que tiene el Gobierno y además dispone de las herramientas legales para hacerlo. Se debe desmentir el discurso de que aquí se va a militarizar la zona para atacar al pueblo mapuche, esto es para controlar la violencia de grupos armados.
— ¿A la oposición le complica hablar de seguridad?
—Efectivamente, y le teme al costo de decir “vamos a militarizar la zona”, que es un vocablo que no existe. Lo que estaría haciendo el Estado es usar las herramientas jurídicas que tiene frente a ciertos escenarios que lo justificarían y lo permitirían. El Estado de excepción, por ejemplo, que tenemos por la pandemia, involucra a militares y eso no significa haber militarizado el país.
—¿Qué pasa con la Fiscalía y las policías? ¿A qué atribuye que las autoridades no logren encontrar responsables?
—Las fiscalías y policías son organismos que tienen en su ADN investigar y obtener resultados. Desde el punto de vista profesional, esos son triunfos. Sin embargo, cuando hablamos de una investigación preventiva o de Inteligencia, significa que hay que tener grupos policiales y de fiscales que estén exclusivamente destinados a la indagación de estos hechos y que se mantengan en el tiempo. Debe existir una amplia generosidad de parte de las policías para formar equipos permanentes. Inteligencia hay, lo que pasa es que hay que destinar todos los recursos necesarios y estos no son pocos desde el punto de vista humano y tecnológico. Lo que hoy falla es no tener esa indagación permanente en el tiempo y debidamente coordinada. No basta con presentar querellas, lo que hay que hacer es poner a disposición todos los medios necesarios y no anunciarlos.
—Los ojos de parlamentarios de la zona están puestos en dos principales agendas legislativas: la indígena y la de seguridad. ¿Cree que avanzando en ellas se podrá controlar la situación?
—Ambas agendas han estado en todas las declaraciones de principios de los gobiernos en democracia. Con más acento en algunas épocas que en otras, dependiendo de la cuantificación de la violencia. Desde el punto de vista de avanzar en la temática indígena, en el reconocimiento de sus derechos, en la posibilidad de poder consensuar beneficios, mejores tratos, eso es siempre bienvenido y va a ser necesaria una decisión en esa línea. Pero eso no se va a lograr en un año o en dos, debe ser una política permanente y lo mismo en el caso de la seguridad. Los resultados son paupérrimos. Por lo tanto, lo que menos uno podría esperar de una política pública de seguridad, si los resultados no están siendo los esperados, es ajustar esta política pública.
—Hay quienes rememoran que el primer año de gobierno este fue un tema central, liderado por Alfredo Moreno desde Desarrollo Social, ¿fue un error sacarlo de esa artera?
—En materia política también hay señales. Hay personas que tienen ciertas capacidades que son reconocidas para liderar y trabajar, eso es talento. Es dificil comparar a Moreno con otros. Ahora, ¿está dispuesto Moreno a canjear su capital político en un territorio que lo único que se puede pensar es que va a perder? Por eso es clave la generosidad, y la generosidad no es política.
—En casos internacionales, ¿Qué aprendizajes ve? Si miramos Nueva Zelanda, el exministro encargado de pactar con los maoríes dijo que para un proceso exitoso, tanto la centroizquierda como la centroderecha deben estar unidos en la necesidad de un proceso así. ¿Ve dicha voluntad en el espectro político chileno?
—En estas iniciativas que han habido en otros países el aprendizaje es la capacidad de unión en lo objetivo, en la convicción de analizar lo que se quiere para el país y por lo que se decide trabajar. Y eso descarta absolutamente los temas ideológicos. El principio es buscar una solución que a todos los habitantes le resulte adecuada, que sea generosa y permita el encuentro y no lo que ocurre hasta ahora en Chile. Hoy parte importante de la política partidista tiene un egoísmo que en mi opinión no va a permitir superar el conflicto, porque tienen otros objetivos.
—¿Cuáles serían?
—Que esto se mantenga en el tiempo, independiente de la dureza y crueldad, porque da réditos o contra un gobierno o a favor de intereses mezquinos. Nuestro país lamentablemente está en un ambiente de polarización muy severo, no hay esa generosidad necesaria, cada uno opta por quedarse en sus propias trincheras y en definitiva aprovechar a favor o en contra los escenarios que se presentan. En otros países han sido mucho mas generosos y se han unido en pos de un objetivo común. Aquí se echan de menos las posiciones reales, con convicciones, no atrincheradas.
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