Siguiendo un ejemplo muy comentado en estos días, ¿por qué no puedo cambiar de opinión? He escrito dos columnas con este título haciendo referencia al sesgo que producen las anteojeras ideológicas cuando evaluamos el comportamiento económico de los países, siendo ello válido, tanto en Chile como en Estados Unidos. Sin embargo, nueva evidencia apunta, en el caso chileno, también en otra dirección. Al parecer, se trata de nuestro modo de ser como sociedad en que sólo vemos el vaso medio vacío, encontrando siempre razones para decir que lo hacemos mal, que cada día estamos peor, que el país se hunde: que estamos siempre “al final de la tabla en América Latina”.
“PIB potencial de Chile se ubica por debajo de 19 países desarrollados que integran la OCDE”, es el titular de un periódico en estos días, el que se basa en un informe de la Universidad Diego Portales (UDP). Este también pudo ser, ¡¡¡con los mismos datos!!!, “PIB potencial de Chile se ubica por encima de 18 países que integran la OCDE”. ¿Qué dice este titular en cualquiera de sus dos versiones? Que en cuanto al crecimiento futuro, estamos en la medianía de la tabla del selecto grupo de países OCDE. Ello es equivalente a que alcancemos con el club Huachipato, los octavos de final de la Champions League. ¿Algún chileno estaría disconforme?
Es cierto, se podrá argumentar que los países en vías de desarrollo crecen más que los desarrollados, pero Chile hace rato que se pegó el “estirón” y entró la categoría de países con ingreso alto (junto a Uruguay), según el informe del World Economic Forum (WEF).
¿Por qué no he encontrado en la prensa actual, crónicas que le cuenten a los chilenos -una y otra vez-el avance que ha tenido el país en materia económica en casi cuarenta años, incluyendo los mediocres últimos diez?, ¿good news, no news?, ¿ceguera ideológica (política) o síndrome de depresión?
En estos treinta y dos años: Brasil, de ser 12 veces más grande en tamaño económico que Chile llegó a 6 veces, México de 10 a 5 veces y así el resto. Una notable performance en el “barrio”.
Pero volvamos al citado informe, ya que estamos de acuerdo con su conclusión más relevante: “Estimular la productividad en Chile es un desafío como país, siendo la base para garantizar un mayor crecimiento en el largo plazo” y para ello, miremos de nuevo el cuadro sobre el crecimiento del país, por quinquenios.
¿Qué explica el tremendo salto en productividad (PTF) entre 1991 y 2005 y por qué no se replica hoy?
Como muchos fenómenos económicos la respuesta es multifactorial. Al menos resulta evidente que uno de los más relevantes fue el impacto de la inversión extranjera directa, no sólo porque aumentó el capital disponible sino porque la llegada de las multinacionales trajo consigo nuevas prácticas de gestión, desafiando a las empresas nacionales a seguirlas, en un movimiento virtuoso.
Un ejemplo de ello me tocó vivirlo directamente en Codelco, cuya productividad física (Tons Cu fino/ Trabajadores directos+contratistas operación) creció un 84% entre 1994 y 1999. Entre otras múltiples causas está el que aprendimos de los éxitos y errores en la construcción de la mina El Abra por Ciprus Amax, y que aplicamos exitosamente en la mina Radomiro Tomic. Y así ocurrió en el sector de las sanitarias, la banca, la infraestructura y muchas otras áreas donde éstas llegaron.
También fue importante en el aumento de la productividad en esos años: la modernización del aparato del Estado, habida cuenta que quienes llegamos al Gobierno junto con el retorno de la democracia, entendíamos que el Estado debe hacerlo mejor, olvidando el dictum reaganiano: “Government is not the solution to our problem, government is the problem”. Varios de los gerentes públicos, de larga experiencia en el sector privado, logramos transformaciones notables donde destaca con luces propias el trabajo de Javier Etcheberry en el SII, una de la creaciones de valor público más relevantes.
Es a este espíritu que nos referíamos en una entrevista el año 1993 cuando decíamos: “la clave es introducir la cultura del "management' en la gestión pública”. Y vaya que la hemos recordado en estos días aciagos para el país, referida al éxito en abordar los grandes desafíos del ex Presidente Piñera: la reconstrucción del terremoto 2010, el rescate de los mineros y el combate a la pandemia, ejemplos notables de llevar la cultura del management a las tareas del Estado.
Pero el momento que vive Chile amerita algo más que recordar tiempos pasados. Tal como hacíamos un llamado al sector privado a tratar de avanzar en una mayor productividad en su ámbito de competencias y responsabilidades (80% del PIB), se hace indispensable un nuevo ambiente que acerque posiciones para que juntos: gobierno y oposición, sector público y sector privado, empresarios y trabajadores, aportemos a resolver grandes problemas nacionales.
Por de pronto, frente a la emergencia de los incendios que ha dejado tanto dolor y destrucción. Sin una gestión eficaz, profesional y no partisana desde el Estado, será imposible salir adelante. Mala señal: la superposición de figuras ministeriales y con ambiciones políticas; buena señal: recibir el aporte de los experimentados ejecutivos del terremoto.
Lo mismo respecto del uso eficiente de los recursos del Estado, donde a pesar de haber “roto el chanchito” del fondo soberano, el nivel de la deuda bruta pública ha crecido hasta un 39,8% del PIB y los intereses de la misma se espera que crezcan un 20% durante este año.
En este tema se requiere de una actitud distinta de cada funcionario público -desde el más alto hasta aquel del menor rango- cuidando no sólo que cada peso se gaste en lo que corresponda sino que estén conscientes en la difícil situación que vive el país y eviten cualquier gasto que no se justifique, aunque tengan las autorizaciones legales para ello. El caso Lexus debe servir de ejemplo.
En cuanto al crecimiento económico, la permisología ha constituido un freno que ha ido aumentando día a día. Bienvenido el esfuerzo encabezado por el Ministerio de Economía para disminuirlos, aunque con razón se le considera poco ambicioso, pero que esperamos muestre resultados tempranos. Sin embargo, mientras el funcionariado público -incluyendo el escalón municipal- no entienda la relevancia de su quehacer para el desarrollo de Chile y adopte un sentido de urgencia en su accionar, por encima de toda consideración burocrática, poco podremos progresar. El Estatuto Administrativo no puede estar por encima de los intereses del país.
Para terminar recordar tres noticias positivas:
“No nos quejemos de los tiempos, seamos nosotros mejores y los tiempos serán mejores… nosotros somos el tiempo”.
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