“En la Trifulka”, una tragedia chilena. Por Ricardo Escobar

Socio del estudio Bofill Escobar Silva Abogados

El secretario de la Cámara lee las indicaciones presentadas por la ministra del Interior al proyecto de ley sobre Reglas de Uso de la Fuerza: “Los reglamentos regulados en el presente artículo deberán considerar especificaciones para un uso diferenciado de la fuerza en los casos en que exista presencia de niños, niñas o adolescentes, mujeres, diversidades sexuales, personas con discapacidad, migrantes, indígenas o personas adultas mayores”.


Escena 1, lado norte de Plaza Italia, 1 pm, 33 C°.

Luego de seis horas, María tiene los ojos rojos y la garganta seca, le cuesta ver a través del cristal del casco, su propia transpiración lo ha empañado. El casco y los gritos de sus compañeros heridos le dificultan oír las órdenes del capitán Pérez por radio.

Eran cuatro hombres y una mujer encapuchados los que se acercaron a unos 20 metros luego de la andanada de piedras lanzadas desde más atrás. Los hombres vestían overoles blancos, dos tenían fierros en una mano, otro venía con una honda y disparaba un balín tras otro, uno de esos reventó la mirilla del sargento Catripán y casi le sacó un ojo. El otro hombre y la mujer lanzaron las molotov. Pero fue la molotov de la mujer la que pasó por encima de los escudos y explotó en los pies de Julia, la teniente amiga de María.

Julia seguía gritando de dolor mientras esperaban que la retirasen, protegida por María y dos compañeros más. María vio entonces venir el segundo ataque, la línea de atrás con gente tirando piedras, un tipo apuntando con un arma con una mira telescópica hacia ellos y los mismos cinco de antes acortando el espacio. Manuel, compañero de promoción de María, pidió por radio permiso para usar las pistolas y repeler el ataque.

Por altoparlantes desde una patrulla dijeron algo que no se entendía en el barullo. María escuchó que podían disparar, la mujer con la molotov estaba a 30 metros cuando le apuntó y apretó el gatillo. No le dio, María vio caer a alguien enmascarado más atrás. La mujer iba a lanzar la molotov cuando María disparó nuevamente y esta vez la bala dio en el blanco, el brazo perdió fuerza y la botella cayó en el pavimento.

Escena 2, lado sur de la Alameda, 1 pm.

Juan estaba fascinado, era lo que soñaba cuando entró a periodismo, estaba finalmente en la noticia misma. Su polola había conseguido que estuviera en la primera línea, lo habían autorizado a filmar y fotografiar lo que pasaba. Había entrevistado a varios antes de la refriega.

Lo impresionaron las historias del equipo de ataque. Gabriel Quepe era un chico de 15 años, hijo de una familia de Traiguén avecindada en La Florida, encargado con su honda de hacer que los Carabineros se arrodillaran tras sus escudos cuando los otros se acercaban para atacar.

Ignacia Andrea era un travesti, en su cédula de identidad era Mario, que en el liceo había sido lanzador de jabalina y ahora usaba esa técnica para hacer volar las molotov más lejos que cualquiera de los demás. Los de overoles blancos eran dirigidos por un tipo rubio al que llamaban el “Loco Schuberg”, o algo así, que luego de fumar un pito era capaz de tirarse de cabeza contra un bus de pacos.

Más atrás, el “Turco Hassim” daba las órdenes y coordinaba todo. Juan se había arrodillado y había apoyado en el hombro la culata sobre la que montaba su Canon con el lente de 400 mm y así había tomado las dos fotos que sabía le harían vender el artículo que publicaría la prensa en España.

En una se veía en primer plano el miedo en la cara de una mujer policía cuando al mismo tiempo una molotov estaba reventando atrás de ella y un carabinero al lado se cubría la cara ensangrentada. La otra era dos segundos antes, se veía a Ignacia Andrea terminando el movimiento y la molotov volaba hacia el grupo de carabineros apiñados tras sus escudos. Juan mantuvo el dedo en el obturador y la fiel Canon disparó la seguidilla que lo consagraría cuando ocurrió el segundo ataque.

Una foto fue de la misma carabinera de antes apuntando la pistola hacia los que atacaban, luego en la serie de fotos se veía la sangre en la escápula de Ignacia Andrea que se doblaba en un grito mientras la molotov aún estaba cayendo unos metros más adelante.

Juan sintió que iba a vomitar, miró hacia atrás y vio al Turco Hassim tirado en el pavimento con la sangre haciendo una poza.

Escena 3. Seis meses antes en la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados y Diputadas.

El secretario lee las indicaciones presentadas por la ministro del Interior al proyecto de ley sobre Reglas de Uso de la Fuerza:

Se prohíbe apuntar o disparar armas letales para meras demostraciones de fuerza. Excepto en aquellos casos en que sea estrictamente necesario para el logro del objetivo legítimo, de conformidad con las reglas y protocolos establecidos al efecto.”

“Los reglamentos regulados en el presente artículo deberán considerar especificaciones para un uso diferenciado de la fuerza en los casos en que exista presencia de niños, niñas o adolescentes, mujeres, diversidades sexuales, personas con discapacidad, migrantes, indígenas o personas adultas mayores”.

Escena final. Dos días después en el Tribunal de Garantías.

Habla el abogado del capitán Pérez. “Como se ha podido ver, mi cliente no tuvo participación alguna en los hechos que llevaron a la muerte del señor Hassim ni a las lesiones graves de don Mario, conocido como Ignacia Andrea. El capitán estaba en el vehículo blindado a unos 50 metros de la carabinera que disparó y por radio dijo con claridad que no podían disparar.

Mi cliente, es cierto, también reconoció que en todo caso había sido difícil para él y sus superiores determinar si entre los atacantes había adolescentes, migrantes, minorías sexuales tales como travestis, o bien de minorías étnicas como las comunidades judías, palestina o mapuche. Reconoció también que se hizo lo posible avisando por parlantes que Carabineros respetaba los derechos humanos de todos ellos y que serían tratados distinto de los hombres adultos, caucásicos y descendientes de mayorías hispánicas u otras europeas. El capitán Pérez lamenta profundamente que la carabinera acusada de lesiones y homicidio no haya efectuado distinción alguna al disparar en la confusión que había”.

Fin.

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