El sábado 24 publiqué un tweet donde señalaba que la derecha buscaba interpretar mañosamente (o convenientemente) el mensaje electoral del 4 de septiembre al plantear que cualquier nuevo proceso debía tener tantos “bordes”, que, en definitiva, dejaba de ser un proceso deliberativo amplio y abierto. Como si antes que por malestar hacia la Convención Constitucional redactora y varios aspectos del texto, el 62% de la población hubiera votado en contra de tener un nuevo proceso Constituyente.
Presuroso el diputado Schalper salió a desmentirme: “Cristian: para nada! Vemos en estudios de opinión un clamor por certezas y por no volver a discutir todo desde cero”.
Más allá del diputado en cuestión, el supuesto desmentido refleja una creciente pulsión del mundo político por “sacar las castañas con las manos del gato”, aludiendo a las encuestas para responsabilizar a la ciudadanía de sus decisiones antes que asumir sus compromisos en temas tan de fondo como el constitucional.
Por definición, los estudios de opinión, particularmente las encuestas, son fotografías del momento, capturas circunstanciales tan volátiles como impredecibles en su rumbo que no permiten proyectar completa la película. Una cosa es entender y encontrar en los estudios de opinión formas para sintonizar con las subjetividades de la ciudadanía y hacerlas compatibles con el encauzamiento de la política; otra muy distinta es ampararse en ellos para justificar la omisión de compromisos y la falta de convicciones ¿Qué sería del actual presidente Boric si se hubiera dejado arrastrar por las encuestas del minuto que hasta marzo del 2021 lo mostraban sólo con 1% de preferencias presidenciales espontáneas?
Pero vamos al fondo del problema. Es absolutamente atendible, incluso lógico, que en la actualidad las encuestas muestren a una ciudadanía hastiada del proceso constitucional. Hoy las prioridades claramente son otras. El cansancio, la frustración y la decepción con el reciente proceso pasaron la cuenta.
Incluso desde antes, los estudios de opinión fueron evidenciando que las preocupaciones surgidas por la contingencia sanitaria, económica y de seguridad le iban quitando piso al llamado “momento constituyente”, entendido éste como el periodo donde las interpretaciones sociales mayoritarias y la energía social demandan una redefinición de la dinámica y gestión del poder mediante un cambio constitucional.
Qué duda cabe que hoy, entre apostar por focalizarnos en seguridad pública y apuntalar la economía o bien poner la prioridad en un nuevo proceso constituyente, nadie sensatamente apostaría por poner lo constitucional en el primer lugar de la fila.
Pero las prioridades que más aquejan hoy al país no niegan ni contradicen el que la Constitución actual esté simbólicamente derogada y que es igualmente imperioso cerrar este ciclo con una nueva carta fundamental redactada por una Convención 100% electa, tal como demandó el país en las urnas en octubre del 2020.
Si el día de ayer la campaña del rechazo y sus firmantes de centro derecha llamaron al electorado a votar a su favor ofreciendo un nuevo proceso para “una nueva y buena Constitución”, ChileVamos no puede ahora titubear cuales mercachifles confrontados ante la evidencia de sus engaños.
Sería una muestra más de esa pulsión por la “encuestitis” con proyecciones a corto plazo, pero, por, sobre todo, de esa misma falta de convicción expresada en la carrera presidencial cuando al primer traspié de Sichel lo abandonaron para abrasarse a José Antonio Kast, a lo que el expresidente de Banco Estado no le quedó otra que acatar el desprecio de su coalición al señalar “me di cuenta cuando me traicionaron por la espalda y abandonaron el barco”.
Miopía de ChileVamos, que posiblemente le impide ver las oscilaciones y la liquidez de las percepciones ciudadanas y que ahora arriesga regalarle al octubrismo la posibilidad de reinstalar su relato impugnador. Aquel relato que se tornó hegemónico tras el estallido de octubre y que vinculaba a la derecha con la resistencia completa al cambio, con el cuidado de los intereses de las élites antes que con el de la mayoría ciudadana y un largo etc. que terminó con el sector completamente subrepresentado y ninguneado en la Convención.
Si ChileVamos titubea respecto a sus compromisos y convicciones, aunque apele al gato para sacar las castañas, terminará desacreditado y, como si fuera poco, indiferenciado de la derecha alternativa criolla representada por “patriotas y republicanos”.
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