En la segunda votación presidencial entre Boric y Kast, llamó la atención ver cómo ambos candidatos morigeraron sus posturas en vista a los electores moderados. Esto, dentro de ciertos márgenes, se mantuvo estable una vez que el primero se convirtió en presidente electo. Sin embargo, en el diseño original fue claro que Apruebo Dignidad se volvía protagonista, no sólo a nivel de cargos sino también en lo discursivo. Todo se detuvo gatillado por el terremoto electoral del 04 de septiembre, teniendo como resultado la primera gran crisis del Gobierno cuando vio a su opción derrotada.
Fue de tal magnitud esa derrota, que las acciones tomadas por el presidente Boric fueron de alta envergadura, y podrían resumirse en: cambiar el eje del poder, poniendo a quienes fueron protagonistas de gestiones de centroizquierda en cargos de relevancia, y relegando al ministro Jackson en otro anillo del poder.
Por varios días, se celebró el giro moderado por el que optó el presidente, pero este entusiasmo duró poco. Con el pasar de las horas, y puntualmente lo que ha ocurrido desde la previa de Fiestas Patrias, vimos performances más parecidas a las del diputado que el presidente Boric. Ejemplos existen, y varios: decir que la Parada Militar significa una subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil; el impasse diplomático con el nuevo embajador israelí; sus respuestas ante la frase del embajador en España Javier Velasco sobre “los 30 años”, son sólo algunos.
Es comprensible que quiera manejar los equilibrios al interior del Gobierno, dando señales hacia las dos almas de su coalición, más su actuar debería ser cauto. Sería recomendable mantener una posición neutral ante la constante tensión que existe entre Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático, como líder del oficialismo.
Por otro lado, el presidente debe tomar atención -aunque pareciera algo lejano para su mundo- en el interés de varios por crear un referente de centro. La consolidación de un eventual polo de centro es una amenaza concreta y podría tener como consecuencia el desfonde de su apoyo en los grupos moderados. También debe atenderlo, porque han logrado aumentar su influencia al ser críticos con la gestión de Boric.
El presidente puede tomar la opción, legítima por cierto, de convertirse en un líder de nicho. No obstante, debe pensar en el futuro y los desafíos electorales que los partidos políticos de su Gobierno están por enfrentar; la suerte de ellos está atada a la de su gestión, y nadie gana elecciones sólo con los propios. El presidente debe recordar la experiencia de la segunda vuelta, para comprenderlo. La victoria del Rechazo fue una herida para su gestión, y continuar por el camino de hablarle a sus públicos, sólo lo llevará a profundizarla.
Con todo, el debate en el Senado sobre el TPP11 puede transformarse en su prueba de fuego. Eso hará evidente las dos almas de su Gobierno, y debería tomar parte de una alternativa, comprendiendo que él es Jefe de Estado, y la experiencia indica que el camino de acuerdos multilaterales ha funcionado. Si decide tomar palco, sólo agudizará las tensiones y seguro la suerte estará echada.
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Obviamente existe la tentación de ahogar la ensalada en sal, aceite y sus compañeros, pero si la madurez se impone, los aliños, como dicen los italianos, deben solo besar a las verduras. Pero una ensalada sin aliño no es ensalada. Al menos debe llevar sal, porque por eso se llama ensalada. Algo es algo.