Meses tardaron los estrategas del gobierno en aceptar una realidad del tamaño de una catedral: el proceso constituyente iniciado en 2021 iba directo al despeñadero en el plebiscito de salida de septiembre de 2022.
Diseñado como respuesta al estallido social, compuesta mayoritariamente la Convención por un grupo de constituyentes enconados con los 30 años de la Transición y con una oferta de contenidos refundacionales, el proceso fracasado condensaba mucho de lo que la nueva generación en el poder, junto al partido Comunista, soñaban para Chile.
Tan lindo parecía el sueño, que en Palacio no quisieron despertar hasta que el propio presidente Boric decidió darles una cachetada de realismo. A menos de 2 meses del plebiscito de salida, aseguró que, en caso de rechazarse la propuesta de nueva carta magna en el plebiscito del 4 de septiembre de 2022, debía convocarse un nuevo proceso constituyente.
“De ganar la alternativa ‘Rechazo’, lo que va a pasar es que vamos a tener que prolongar este proceso por un año y medio más (…) Tiene que haber un nuevo proceso constituyente”, señaló en una entrevista a Chilevisión. Y claro, una cosa era tener que despertar de un lindo sueño. Otra muy distinta tener que entrar en la pesadilla de no amarrar el tema constitucional y ponerle como sello la rúbrica de Gabriel Boric.
Haya sido por convicción sobre la relevancia que para el país suponía cerrar rápido el tema constitucional, o haya sido por la ambición de rubricar una nueva carta magna, como el lenguaje genera realidades, ese día en que el Presidente dibujó un nuevo y urgente segundo proceso, también amarró el destino de su gobierno a éste y al resultado dela elección de este fin de semana.
¿Qué reflexiones habrá habido en ese momento entre el Mandatario y su equipo que los llevaron a empujar un nuevo proceso, costara lo que costara? Y, cuando luego de la contundente derrota del 4S, insistió Boric en que era “preferible un acuerdo imperfecto que no tener acuerdo”, urgiendo a los partidos a tener un nuevo proceso cuanto antes, ¿qué diagnóstico tenían sobre la sociedad que habitaban y el significado del “momento constitucional” para la ciudadanía?
¿Seguirían pensando que el relato dominante entre la ciudadanía sería este fin de semana de mayo de 2023 el mismo que post estallido de 2019 ponía a la desigualdad y la dignidad en el centro de los problemas sociales y a una nueva Constitución como el mejor dispositivo para enfrentarlos?
¿Habrán visto las encuestas que mostraban que el cansancio constitucional crecía como reguero de pólvora y que la ilusión asociada a la magia de un nuevo pacto constitucional empalidecía frente a otras preocupaciones centrales del pueblo?
¿Imaginarían en ese entonces que el interés de la sociedad en el tema constitucional caería a menos de la mitad en tres años y que ad porta de una nueva elección sólo un tercio de las personas querría votar este domingo?
Y, por sobre ello, ¿proyectarían en esos momentos que los contenidos que poblarían las campañas y conversaciones de un segundo proceso no serían la dignidad, la diversidad, el medio ambiente y los pueblos originarios sino el orden público, la crisis de seguridad, la regulación migratoria y el crecimiento económico?
Y, luego de la traumática experiencia con el plebiscito de salida, y con la experiencia en el cuerpo de lo que significó la elección del proceso 1 para el gobierno de Piñera, ¿habrán tenido en consideración que una nueva elección constituyente tendría como trasfondo un plebiscito al gobierno que lideraban?
Si habiendo tenido ese diagnóstico en consideración, decidieron el Presidente y su equipo apostar por una nueva Constitución, es que optaron por someter sacrificialmente al gobierno, una vez más, en menos de una año, al escrutinio popular. Esta vez, a sabiendas que entregarían a la derecha, a la republicana esta vez, el parlante y el micrófono para poner la nueva música constituyente.
Es que, si a pesar del viento en contra que -supongo- vieron venir, fueron capaces de sobreponer el interés constitucional del país por sobre los de su sector, y se dispusieron a firmar una constitución más cercana a la de Jaime Guzmán que a la que imaginaron tras el estallido social, fueron de una nobleza republicana pocas veces vista en política. ¿Habrán sido tan magnánimos? Chapó, si es que así fue.
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