1 de enero de 2024. El año político se iniciaba de manera generosa, brindando una noticia sorprendente: Daniel Andrade, el dirigente/operador de Revolución Democrática, ideólogo del burdo mecanismo de desvíos de fondos destinados a asentamientos precarios, a la fundación Democracia Viva, hoy preso desde la cárcel de Antofagasta, subía a su redes sociales un posteo que contenía entre otras líneas, la siguiente sentencia: “Sus palabras son un bálsamo en esta prisión política”.
¿Qué hay detrás de esta aventurada frase? Mucho por analizar, por cierto.
En primer lugar, habría que señalar que la conducta de Andrade, inclusive tras las rejas, denota esa incontrolable pulsión, tan propia de los miembros del Frente Amplio de hacer de cualquier evento, una burda performance victimista, al punto de trastocar conceptos con un peso histórico en la propia cultura política izquierdista, como el de prisión política. Los presos políticos, los son, en tanto han sido privados de libertad por profesar ideas. No por defraudar al fisco, como indican los cargos formulados por la Fiscalía contra Andrade.
Enseguida, las palabras del ex Presidente Fech y dirigente de Revolución Democrática, expresan ese activismo cuasi patológico, combinado con una alta dosis de falsa moralina, que ni siquiera la cárcel es capaz de contener. Andrade, a través del posteo, se ufana de, a pocos días de haber ingresado a la prisión, haber “levantado” un taller de inglés. Renglón seguido, añade que también “están levantando” -nótese esta vez el uso del plural- “un taller de nivelación en lenguaje y matemáticas”.
¿A nombre de quiénes habla Daniel? ¿De dónde proviene esa manía de jóvenes que no representan a nadie de hablar en nombre de otros? ¿O es que acaso, el joven dirigente estudiantil devino prematuramente en un sagaz y activo dirigente carcelario? ¿Cuál es el próximo paso de Daniel? ¿Levantar una asamblea en la “cana” como él mismo se refiere a la cárcel? ¿Constituir el “territorio” RD, cárcel Antofagasta, módulo 90?
El historial de Daniel Andrade refleja que tiene cierta facilidad para conjugar el verbo “levantar”, sin embargo, de lo único que tenemos certeza es que efectivamente levantó platas, platas del Gobierno Regional destinadas a gente pobre.
Más que ofrecer clases, quizás sea el propio Daniel Andrade quien deba recibir clases, a lo menos de ética, en lugar de, desde una cierta falsa superioridad moral e intelectual, sacar provecho comunicacional del ofrecimiento de instrucción a sus compañeros reos.
Pero también, lo de Daniel Andrade tras las rejas, es un intento, algo patético, de replicar un viejo guion carcelario, muy presente en el pensamiento post marxista, aunque, por cierto, en versión fake.
La nueva izquierda tiene una suerte de fetiche u obsesión con el presidio. Haber sido guerrillero, sufrido el exilio o experimentado la prisión política son una suerte de sagrada trinidad que cualquier joven dirigente que frívolamente juega a la revolución, desde su posición de privilegio, anhelaría haber experimentado.
Quizás, esto se deriva del hecho de que la gran mayoría de los cuadros de la nueva izquierda incluyó en su formación más de alguna lectura de pasajes del mítico Cuadernos de la cárcel, obra póstuma de Antonio Gramsci, texto en el cual, el pensador marxista italiano formula a través de notas, apuntes y ensayos, una serie de reflexiones tras las rejas, en torno a la necesidad de actualizar la lógica de acción y comprensión del pensamiento marxista, en plena represión y reclusión durante el régimen fascista de Benito Mussolini.
Siguiendo con Toni Negri, autor post marxista, muy influyente en el pensamiento de las corrientes autonomistas que nutrieron la conformación intelectual del Frente Amplio. En Cárcel y exilio: historia de un comunista, Negri desarrolla la idea de “prisión como monasterio”.
El filósofo y activista italiano relata múltiples pasajes de su experiencia vital en el presidio: “Nos hacemos la comida, estamos bastante tranquilos. En cierto modo, estamos tranquilos porque empezamos a acostumbrarnos a la idea de los tiempos medios-largos. Pero esto no implica un desarme, intelectual y moral (…) Cuando uno no está preso porque es culpable de algo, sino porque es un rehén, no termina de entender cómo terminarán las cosas (…) Luego el aburrimiento dejaba paso a las ganas de trabajar, de estudiar –entonces parecía que el tiempo escaseaba, y había que arrebatárselo a la prisión”.
Pero el uso político de la prisión política también ha estado muy presente en América Latina. Álvaro García Linera, ex Vicepresidente de Bolivia, de pasado guerrillero, e ideólogo de la tesis del socialismo del siglo XXI de la mano de la plurinacionalidad y la sustitución del proletariado por el indigenismo, vivió la prisión durante 5 años en la cárcel de alta seguridad de Chonchocoro.
En una interesante entrevista realizada por el otrora líder de Podemos y también referencia intelectual del Frente Amplio Pablo Iglesias a García Linera, éste señala que, la reclusión le brindó la oportunidad de “aprender a bailar con el tiempo”. ¿A qué se refiere García Linera con esta idea?
“A saber moderar el ímpetu (…) que uno tiene que saber esperar su momento, que a veces, pueden pasar 30 años para que llegue tu momento, y que ese momento lo tienes que saber aprovechar hasta entregar la última gota de sangre, arriesgándolo todo y luego saber esperar, 5, 10, 20 años. Ese entendimiento de la lógica del tiempo fue algo que aprendí en la cárcel, a tener una visión más entusiasta pero también más tolerante de lo que se puede hacer en la historia”.
Pese a comprenderse como “profesor” tras las rejas, si algo no ha aprendido Daniel Andrade, en su corta estadía tras los barrotes, es a “bailar con el tiempo”, como diría García Linera.
Detrás del post de Andrade, y su experiencia carcelaria no hay nada grande, nada admirable, nada valioso. A lo más, un fallido intento de replicar esta lógica de enseñanzas y formación asociada a la experiencia política carcelaria. Detrás de su mensaje, no hay causa que permita otorgarle épica ni sentido político alguno a su presidio, no hubo revolución, únicamente un intento de enriquecimiento ilícito.
Tampoco hay entereza moral en quien usó dineros públicos para gente carenciada con el objeto de financiar su pyme política. Menos templanza, maduración ni consolidación de carácter, en alguien que, luego de 15 días tras las rejas, pretende ofrecer una reflexión en clave de testimonio político a través de un posteo en tono victimista, moralista, pero también revanchista.
En su puesta en escena política, únicamente hay performance, arrogancia, impulsividad, frivolidad e irresponsabilidad. Seguramente Andrade, al ingresar al presidio, se desprendió de muchas cosas, mas de lo que aún no ha logrado desprenderse, es de esta esencia frenteamplista.
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