No creo equivocarme si digo que Carolina Tohá buscó activamente ser jefa de gabinete del presidente Boric. Durante los seis meses que miró desde fuera al gobierno fue ante todo empática con los gruesos errores que marcaron la ruta inicial.
A corto andar, siguiendo a Jackson et al., se echó al hombro la campaña del “Apruebo” transformándose en la principal vocera de la causa desde el Socialismo Democrático. Articuló la idea de que era posible aprobar para luego reformar y buscó minimizar legítimos temores sobre los aspectos refundacionales del texto.
Llegado el momento de la verdad, con los resultados en mano y la derrota doliendo en el cuerpo del gobierno, al mandatario no le quedó otra que mirar al Socialismo Democrático para enmendar rumbo ante la inminencia de un naufragio demasiado temprano. Y ahí estaba Tohá, presta para timbrar como ministra del Interior.
Es, precisamente desde esa motivación de origen, que llama la atención lo molesta, digamos lo enojada que se ha visto Tohá el último tiempo en el ejercicio de su cargo. Como si estuviera a contrapelo en el mismo, peleando contra una realidad que no se ajusta a lo que a ella le gustaría que pasara. Buscando cifras apuradas, por aquí y por allá, que no reflejan tendencias, para avalar mejoras en materia de seguridad que no resultan perceptibles ni verosímiles para la población.
Una incomodidad que la desencaja y también la hace caer en las encuestas. Que la desempodera al exponerla insegura, amenazada por las preguntas de la prensa y agresiva en sus respuestas. Tensa con los periodistas, en un tú a tú con los medios como si ella no fuera la segunda autoridad del país.
Carolina Tohá por momentos parece obligada a estar donde ha querido estar. Acusa el desgaste de más de un año dando explicaciones por unos indultos que nadie le consultó y unas pensiones de gracia que ella no concedió pero que tuvo que firmar. Se la ve cansada de bregar porque el gobierno entienda que la inseguridad que vive la población no es un problema de cuicos ni tampoco es una crisis inventada por los medios para favorecer a la derecha en la elección de turno.
De seguro está agobiada de tanto insistir con que la delincuencia y el crimen organizado deben ser el foco prioritario de La Moneda y hastiada de machacar con que hablar en post moderno suena accesorio frente a las urgencias terrenales y deslava los avances que efectivamente ha habido en seguridad. Aburrida de la frivolidad de las selfies matinales, de reels de Instagram de algunas ministras y sus new look para la fanaticada mientras ella lidia a diario con una experiencia de miedo que atenaza a una mayoría de la población.
Por momentos, quizás, la ministra se mira a sí misma a cargo de un palacio que anda patas para arriba, con un dueño de casa que por momentos parece ausente y desordenado. Ella, la tutora exigente mientras el jefe habla y habla bonito, pero a veces pareciera que trabaja poco y pierde el foco. Y, para peor, lo entretienen más los temas de la Vocera, la nueva joven promesa de la izquierda, que los de Tohá, la ex joven promesa de la Concertación.
Aunque no está obligada a estar donde está, Tohá, por su sentido de responsabilidad, se ve compelida a seguir firme en el cargo que tanto buscó. Hoy está en primera línea resistiendo, dirigiendo y ordenando la acción gubernamental frente a los incendios que asolan la región de Valparaíso.
Resistiendo, poniendo la calma y la cara no para las fotos de ocasión, sino que para conducir la emergencia. Y seguirá intentando apagar incendios y plantarle cara a la delincuencia mientras el presidente no decida lo contrario.
Y como resistirá, durante la semana seguramente habrá -por fin- sonreído cuando el mandatario decidió hábilmente situar la crisis de seguridad en el Estado en su conjunto citando al COSENA. Coincidencia o no, una citación que se da cuando Vallejo sale de vacaciones y que de seguro Tohá sintió -al fin- como un gesto presidencial hacia ella.
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