-Se armó una batahola por las declaraciones de Patricio Fernández sobre el golpe y las distintas miradas sobre su origen. Pero una cosa es comprender y otra justificar. ¿Cómo calificas este episodio que terminó con su renuncia?
-Su salida era previsible. Hay una parte de la coalición de gobierno que tiene un inmenso poder de veto. Lo más razonable es que él presidente disuelva ese cargo. No veo nada en las declaraciones de Patricio Fernánez que haya justificado la petición de renuncia. Pero esa petición la firmaron el PC y grupos a los que es lícito calificar como izquierda radical. Y lo que ellos buscan es el auspicio del Estado para una revictimización de gran escala, que vaya mucho más allá de todo lo que el Estado ha hecho en materia de derechos humanos. Que, dicho sea de paso, es mucho más de lo que han hecho otros Estados, pero que nunca será suficiente allí donde el concepto de “memoria” se haya convertido en parte estructural de un proyecto político.
-El PC y agrupaciones de DDHH lograron su objetivo de sacar al escritor. ¿Hay una disputa en la izquierda por imponer cierta lectura del 11 de septiembre? ¿Entre el PC y el Socialismo Democrático, por ejemplo?
-Sin duda. La cuestión de los derechos humanos, me parece, es sólo una parte del verdadero debate. El PC apunta a evitar que tanto la UP como el presidente Allende sean tratados como proyectos socialdemócratas, o moderados, o eurosocialistas. Lo que se quiere es reivindicar que la UP fue un proyecto revolucionario y radical. La “concertacionización” de la UP es inaceptable para el PC. Y es posible que tenga razón. Otra cosa es pretender que no fue un fracaso político y que “sigue pendiente”. Nadie puede, racionalmente, sostener ese juicio, salvo que quieras revivirlo.
-¿Fue un error de La Moneda que cediera ante la presión de grupos de DDHH?
-El error fue crear ese cargo. Fernández también pudo salir por hastío, por agotamiento con la intolerancia y el insulto. Sería normal. Y en ese caso, lo lógico sería eliminar el cargo. El presidente ya ha visto que nadie será todo lo estridente que el ultrismo solicita. Vamos a ver qué han preparado estos grupos para el día 11. Si había razones para sospechar, con la forma en que se ha llevado esta polémica ya casi no las hay.
-Fernández dijo en la entrevista con Manuel Antonio Garretón: “Los historiadores y los politólogos podrán discutir por qué y cómo se llegó a eso (el golpe)”. ¿Es correcto?
-Claro, una reflexión. Pero esa izquierda no quiere reflexión, porque eso significa restar energía a la movilización. Es probable que Garretón les disguste más que Fernández, pero no se atreven con él. Garretón es uno de los pesos pesados de la inteligencia chilena, incluso cuando ha podido anteponer su identidad de izquierda a su condición de alto intelectual.
–¿Qué papel jugaron la izquierda y Allende en la justificación de la violencia?
-La violencia fue el chiche de la izquierda en la década de 1960. En París se marchaba con banderas de Mao cuando miles de intelectuales eran perseguidos por la “Revolución Cultural” china, uno de los mayores crímenes de la historia. En América Latina cualquier joven entusiasta fundaba una guerrilla. El PS tenía su aparato militar, el MIR creía en la guerra civil, igual que una parte del Mapu. “Crear un, dos, tres Vietnam” era una consigna… ¡de aliento! Nos faltan datos para saber cuánto promovió cada cual la violencia. Los historiadores jóvenes, más libres de rémoras, están avanzando por esa línea, me parece.
-Sergio Micco ha dicho que estos 50 años deben servir para instalar dos nunca más: nunca más violaciones de DDHH y nunca más justificar la violencia política. ¿Estás de acuerdo? ¿La sociedad chilena ha incorporado esas dos bases que sustentan la democracia?
-No creo que se pueda decir eso hoy. Octubre del 2019 y los días posteriores mostraron que hay sectores que son propensos a la violencia, incluso a los métodos retorcidos y dolosos que aplicaron al propio Micco en un organismo que después de eso dejó de ser confiable. Y hay otros grupos que, rechazando la violencia en las palabras, se inclinan ante ella para explicarla antes que detenerla. Chile es un país frágil ante la violencia.
-¿Piensas que la conmemoración del golpe por parte de Gobierno va en la dirección correcta? A tu juicio, ¿cuál debería ser el foco?
-Siempre he pensado que es un error que el gobierno se involucre en una conmemoración semejante. No le corresponde, no le sirve, ni sirve a nadie. Después de todo, el 11 fue un momento culminante del odio entre chilenos. ¿Eso queremos recordar, con auspicio oficial? ¿O más bien es otra cosa, algo indecible?
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