Julio 12, 2022

Sebastián Soto: “Muchas personas admiten en privado que es una mala propuesta, pero en público optan por el aprobar para reformar”

Marcelo Soto

El profesor de la UC, doctor en Derecho y autor del libro “La hora de la Re-Constitución”, Sebastián Soto, tiene un juicio crítico sobre el texto que se plebiscita el 4 de septiembre. “Esta propuesta nos pone en un escenario donde será más difícil resolver nuestros problemas. La Convención nos propone un texto plagado de defectos técnicos, por lo que votaré rechazo” dice.


 -No sé si estás de acuerdo, pero el texto constitucional es muy largo. Va a ser difícil que mucha gente lo lea entero. ¿Hubieses preferido una propuesta más corta? ¿Crees que se vuelve redundante o incluso contradictoria a veces?

-Los textos constitucionales largos, como el que se nos propone, son inconvenientes desde donde se les mire. Rigidiza más de la cuenta, aumenta la presencia de las cuestiones constitucionales en los futuros debates, abre numerosas interpretaciones y, en fin, se aleja de lo que debiera ser una ley fundamental. Es sorprendente que para huir de una constitución que se decía constitucionalizaba un modelo, terminemos cayendo en otra que tiene demasiadas frases que son más propias de un programa de gobierno. ¿O alguien cree que las constituciones del mundo se refieren a las ferias libres, a los pirquineros o a los cielos nocturnos?

-Se suele decir que ninguna carta magna es perfecta. ¿Qué sensación te deja a ti? ¿Piensas que es posible mejorarla a partir de ella misma, reformar la constitución vigente o partir de cero?

-Lo primero que hay que destacar es la amplia coincidencia en que el texto que se nos propone tiene enormes defectos. Muchas personas admiten en privado que es una mala propuesta, pero en público optan por el aprobar para reformar. Pero a mi juicio ese camino es incorrecto no solo porque es un poco cándido y parece no haberse detenido en las reglas de reforma de la propuesta. También y sobre todo porque nos pone en un escenario donde será más difícil resolver nuestros problemas. Si hoy es difícil gobernar, mañana será más difícil. Si hoy es difícil legislar, mañana lo será más aún. Si hoy es difícil la relación con nuestros pueblos indígenas, todo indica que mañana será más conflictiva. Y lo mismo con el crecimiento, la judicialización y tantos otros temas que se enredan con las normas de este texto.

-El punto más crítico, según gente como Genaro Arriagada o Arturo Fontaine, es el sistema político. Por un lado es un modelo bastante inédito y el riesgo sería que deja espacios para populismos autoritarios. ¿Estás de acuerdo?

-Yo en esto soy algo más escéptico. Creo que lo que salva de los populistas no es una constitución, ni la de hoy ni la de mañana, sino que la cultura política del país. Y en eso, lamentablemente, la Convención no hizo un aporte y no fue capaz de proponernos una nueva forma de deliberar.

De todos modos, el sistema político es importante y puede ayudarnos a estar más preparados cuando llegue el líder populista. La propuesta en esto tiene problemas porque debilitó la idea de contrapesos institucionales. Uno de los que más siento y que no ha sido destacado es la eliminación del control del procedimiento legislativo por el Tribunal Constitucional.

-Un aspecto que se ha discutido es que los partidos políticos no hayan sido fortalecidos. Si lo sumas a los gritos “el pueblo unido avanza sin partidos”, que convencionales hicieron oír al final, no deja de ser inquietante. ¿Es una señal o deuda para tomar en cuenta?

-Es tanto una señal de la utopía que habitaba en la Convención como una deuda. En eso la Convención mostró una notable capacidad de desentenderse completamente de los consensos académicos. Hoy costaría encontrar a alguien que no sostenga que el proceso constituyente debía fortalecer a los partidos políticos, evitar el discolaje y la fragmentación. Y pese a ello, para el borrador es como si esos temas que se vienen discutiendo hace tanto tiempo no existieran.

-Mucha polémica ha causado la plurinacionalidad. ¿Se ha sobredimensionado, hay modelos parecidos en países desarrollados?

-El concepto de plurinacionalidad está incorporado solo en la constitución de Bolivia y Ecuador. Ese no es el constitucionalismo que debemos seguir y no son esas sociedades a las que debemos imitar. Pero más importante que eso es cómo cambió el debate constitucional este año. En la última década los debates constitucionales en Chile siempre tenían sus ojos puestos en Europa o a lo más en la experiencia colombiana. Nunca fue un modelo el constitucionalismo de Morales o Correa. Las cosas cambiaron demasiado durante este año al punto que en varios temas, como la plurinacionalidad o los derechos de la naturaleza, nuestro modelo pasó a ser Ecuador. Nadie debiera celebrar eso.

-Los sistemas de justicia han recibido cuestionamientos por muchos abogados. También se critica que no se llame poder judicial. ¿Cuál es tu evaluación de la propuesta de la Convención en esta materia?

-Si es que el cambio fuera solo el nombre, yo no estaría preocupado. El problema de la propuesta es que concentra desmedidamente el poder en pocas manos. Había coincidencia en que el sistema debía cambiar, pero nadie esperaba que la fórmula elegida sería una que, como advirtió el profesor Eduardo Aldunate, nos hace retroceder siglos en este tema. Un buen ejemplo es el Tricel. Desde su creación en la Constitución del 25 su integración está diseñada sobre la base del sorteo para evitar que una institución tan crucial para la salud de la democracia pueda ser capturada. Pues bien, la Convención prefirió entregarle la designación del Tricel y de todos los jueces y juezas a un Consejo, sin contrapesos como los que tiene hoy el sistema. Si hay una facción, cualquiera que sea, que captura ese Consejo por dos periodos presidenciales estaremos en un gran problema.

-¿Qué cosas hay que cambiar sí o sí de la “nueva constitución”? ¿Qué cosas mantendrías?

-Son tantas las cosas que creo deben cambiar. Y es que como escribió Alfredo Jocelyn Holt esta propuesta rompe con toda la tradición constitucional chilena en demasiados aspectos.

-Seguiste de cerca el trabajo de la Convención. Mucha gente se pregunta ¿qué pasó? ¿Por qué se radicalizó o dejó de interpretar a la mayoría? ¿Aventuras una respuesta?

-Aunque habrá que mirarlo con mayor perspectiva creo que hay dos elementos determinantes. El primero es que una buena mayoría de la Convención nunca entendió que estaba escribiendo una constitución, es decir, una norma básica con vocación de consenso, como recomienda desde hace décadas la Comisión de Venecia. Y entonces prefirieron escribir un texto agobiante lleno de adjetivos y aspiraciones. Renunciaron a la “casa de todos” porque probablemente, sobre todo la izquierda más inorgánica, nunca aspiraron a ello y optaron por la retórica programática. El segundo factor fue la ausencia de liderazgos convocantes. Todo momento constituyente requiere de esos líderes y nunca en la Convención los hubo. Elisa Loncon que tenía todo para serlo, prefirió la trinchera política al proyecto común.

-¿Tienes el voto decidido: Rechazo o Apruebo? ¿O quizá blanco, como deslizó Lagos? ¿Esperas que se abra un segundo momento constitucional?

-Voté apruebo en el plebiscito de entrada con la esperanza que este proceso nos permitiera iniciar una reconstitución. Nada de eso se ha logrado y además la Convención nos propone un texto plagado de defectos técnicos por lo que votaré rechazo. Miro, en todo caso, con mucha esperanza lo que están haciendo los partidos de centroderecha, los amarillos, además de la iniciativa “casa de todos” que están trabajando en propuestas alternativas al borrador. Ese es el camino sensato porque vivimos en el ocaso de la constitución vigente y tenemos que encontrar pronto una fórmula para escribir una constitución de consenso y así cerrar el debate constitucional para empezar a preocuparse de lo importante.

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