Después de haber hecho todo lo posible para asegurar los votos de sus bases en la primera vuelta, los candidatos ahora se encuentran peregrinando hacia el centro, en ruta hacia el votante mediano. Para ambos, tanto José Antonio Kast como Gabriel Boric, es imposible siquiera pensar en ganar la elección sin considerarlo. Sin no van al centro, se quedan con lo poco que tienen.
El trayecto es especialmente importante para Boric, que está atrincherado en la izquierda. Es, al menos, lo que muestran los datos. El número de votos que obtuvo el candidato en la primera vuelta de noviembre es casi idéntico al numero de votos que obtuvo su sector en la primaria de julio (la suma de votos entre Boric y Daniel Jadue): 1.8 millones. Es decir, en 4 meses, el candidato no logró crecer más allá de su base.
Hoy, Boric hoy tiene el desafío de moverse hacia el centro. Pero en su peregrinaje se encontrará con varios problemas. De partida, deberá deconstruir y rearmar el relato de su sector, que hasta hace muy poco planteaba feroces criticas contra la centroizquierda que hoy busca conquistar. Luego, tendrá que justificar por qué el traslado no es más que otro truco político. Finalmente, tendrá que dar cuentas de por qué terminó aceptando lo que tanto rechazaba.
Para entender el peregrinaje es importante tener una idea sobre el paisaje político. En este sentido, el terreno es favorable, pues hay evidencia que muestra que casi dos tercios de los chilenos se identifica con posiciones ideológicas del centro hacia la izquierda. Es decir, de cada diez votantes, al menos seis se pueden convencer. Una ventaja estructural frente a Kast, quien se enfrenta al techo del 40%.
En ese contexto, la pregunta sobre el terreno fértil queda despejado, y se instala una pregunta más importante, sobre la capacidad del candidato de moverse hacia el centro y crecer de forma orgánica. En otras palabras, el problema no es tanto si el candidato se puede mover hacia el centro (entablando un discurso de moderación, gradualidad, orden y seguridad), es si lo puede hacer a pesar de todo lo que ha hecho hasta ahora.
Parte de la naturaleza de la crisis de representación es precisamente que la gente no les cree a los políticos. Por lo mismo, la estrategia de adoptar posiciones notoriamente contradictorias es arriesgada. En el caso de Boric, la pregunta es si el giro post-primera vuelta, que va desde lo estético a lo programático, será entendida por los votantes como algo natural y honesto o simplemente como otro truco político.
Hay una tensión latente en lo anterior. Pues, es imposible ignorar que el giro al centro de Boric ocurre en fuerte contraste con el relato que ha construido su coalición en los últimos cuatro años. El Frente Amplio nació para suplemento a la centroizquierda tradicional, no como complemento. Apruebo Dignidad, la extensión electoral del Frente Amplio, se registró para desplazar a la centroizquierda, no reemplazarla.
Para la primera línea de la coalición de Boric lo anterior es evidente. Basta leer el programa de la primera vuelta para entenderlo. Las principales propuestas programáticas no son ni graduales, ni moderadas, al menos no en la tradición socialdemócrata post transición. Son drásticas, tajantes y apuntan a incrementar significativamente el tamaño del Estado. Son todo lo que se esperaría de un programa de izquierda.
Lo anterior no debe ser leído como una sorpresa ni como una critica. Es precisamente lo que Boric y la coalición quiso comunicar. Hicieron todo lo posible para cavar un dique entre ellos y la centroizquierda, quizás bajo la impresión de que podrían capitalizar sobre el éxito de su sector en la elección de constituyentes de mayo. La única sorpresa, paradojalmente, fue que la estrategia no resultó. La candidatura presidencial terminó atrincherada y en problemas.
Oportunamente, Boric identificó el problema con la estrategia y adoptó cambios. Mientras queda abierta la pregunta si esos cambios se leerán como una estrategia legítima o no, resulta interesante reparar en la implicancia más amplia del traslado ideológico y sus efectos más a largo plazo para la coalición. Pues, es inevitable observar cómo Boric ha ido soldando lazos con la centroizquierda.
Desde los endosos del establishment de la Concertación a la incorporación de técnicos y académicos vinculados al mundo más amplio de la centroizquierda, parece evidente que la intención de Boric es presentarse como una carta socialdemócrata. Y efectivamente puede ser una intención genuina. De hecho, considerando los resultados de la elección legislativa, puede ser una decisión no solo consecuente, sino que también responsable.
Al final del peregrinaje Boric terminará ubicado precisamente en el lugar que tanto criticaba su sector: en la centroizquierda. Los cuatro años de criticas a la socialdemocracia de la Concertación, y después Nueva Mayoría, tendrán que ser archivados en el olvido. Los roles de la moderación y la gradualidad tendrán que ser reevaluados, recomprendidos, reempaquetados y representados como costos del ascenso al poder.
Finalmente, si Boric acepta el apoyo irrestricto de la centroizquierda, y les permite participar de la refacturación de su programa, en un esfuerzo para apelar a los sectores más moderados, lo que quedará en limpio es que lo que se presentó como el meollo del problema (los treinta años) simplemente no era tal. La crítica, en ese sentido, no habrá sido más que un instrumento político y electoral.
Lo anterior plantea un problema al más puro estilo Catch-22: si Boric se modera, incrementa su posibilidad de ganar el votante mediano, pero sacrifica la legitimidad de los argumentos que ha usado su sector para acceder al poder y criticar el statu-quo. En cambio, si no se modera, y conserva la consistencia ideológica que le ha dado sustento político, arriesga perder la flexibilidad de apelar al votante mediano y, por cierto, la posibilidad de ganar la elección.
Por ahora, todo apunta a que será lo primero lo que ocurra. Pues, al fin y al cabo, todo buen político, como Boric, entiende que no hay forma de ascender al poder sin ser pragmático y estar dispuesto a hacer sacrificios. En esa línea, si finalmente gana, se deberá a su estrategia de trasladarse al centro. Al mismo tiempo, curiosamente, por los compromisos que habrá hecho en el camino, estará ad portas de levantar un gobierno consistente con la medida de lo posible.
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