Noviembre 20, 2021

Una primera vuelta mirando la segunda. Por Cristián Valdivieso

Director de Criteria.
Crédito: Agencia Uno.

Clave para proyectar la segunda vuelta será conocer cuánto suman en conjunto las opciones de derecha vs. las de izquierda y la votación que finalmente obtenga Franco Parisi, votos de incierto domicilio político para la segunda vuelta. Por otro lado, las señales explícitas y rápidas de apoyo de las candidaturas derrotadas serán importantes para prefigurar la segunda vuelta. A continuación cinco claves, a partir del alcance político y social que pudieran tener en adelante.

Un sobrevuelo por la elección presidencial ad portas pasa necesariamente por observar con atención los escenarios que configurará con sus resultados. Lo primero y más evidente se dibujará según quién gane, aunque sea por escaso margen. Desde el retorno a la democracia, cuando ha habido necesidad de balotaje, siempre ha terminado por imponerse quién ganó la primera vuelta.

Tener más votos en la caja es, sin duda, un activo. Sin embargo, la valoración simbólica del triunfo también importa y mucho. En el caso de Ricardo Lagos, en la elección de 1999, su triunfo tuvo una fuerte sensación de derrota por cuanto se esperaba que fuera mucho más holgado, incluso tanto que hiciera de la segunda vuelta un mero trámite. Algo similar sucedió con Sebastián Piñera, que, si bien ganó por amplio margen en 2017, quedó bastante por debajo de lo que algunas encuestas presagiaban.

En el caso de la elección de hoy, si efectivamente termina siendo tan competitiva como se proyecta, la dimensión simbólica del resultado será muy relevante. Gane quien gane, habrá sorpresa y la atención se focalizará en la épica del ganador, más si es por un margen mayor al que marcaron las encuestas. Clave para proyectar la segunda vuelta será conocer cuánto suman en conjunto las opciones de derecha vs. las de izquierda y la votación que finalmente obtenga Franco Parisi, votos de incierto domicilio político para la segunda vuelta.

Por otro lado, las señales explícitas y rápidas de apoyo de las candidaturas derrotadas serán claves para prefigurar la segunda vuelta. Nuevamente, las expectativas mandan y si Sebastián Sichel perdiera parece menos probable un rápido apoyo a Kast que el que podría darle Provoste a Boric si ella pierde.

Asimismo, y políticamente tan importante como lo anterior es el resultado de la elección parlamentaria, clave para anticipar las correlaciones de fuerza territoriales que deberán desplegarse para la segunda vuelta.

Pero por sobre estas primeras generalidades, propongo mirar cinco claves que me parecen de interés por el alcance político y social que pudieran tener en adelante.

  1. El término de la primacía del centro en un sentido amplio (el fin o la impugnación del ciclo Bachelet-Piñera). Lo más probable es que el balotaje sea entre Boric y Kast, candidatos que varios analistas tildan como representantes de los extremos pero que, hasta ahora, no parecen ser leídos como tales por la ciudadanía. Más bien son candidaturas percibidas como radicales en el sentido de apurar, esta vez sí, los postergados cambios: en materias de orden y seguridad en un caso; en la materialización de derechos sociales en el otro.
  2. La batalla entre relatos, uno restaurador y el otro transformador. El crecimiento de Kast logró desafiar un cierto sentido común sobre la urgencia de grandes transformaciones sociales. Kast trajo de vuelta el cotidiano, el día a día de las personas, instalando una narrativa en torno al tiempo presente, más que el futuro. Un presente acuciante por la falta de orden, vandalismo y narcoterrorismo, cuestiones que pasaron a ser igual o más relevantes que las demandas del estallido. Tendremos una elección que enfrentará dos subjetividades sociales en curso: una que valora como necesario el estallido social para empujar una agenda de derechos, otra que lo impugna por sus resultados en cuanto a orden y seguridad. ¿Cuál se impondrá como hegemónica?
  3. Una segunda vuelta de alta intensidad. Si en la primera vuelta triunfan Boric y Kast tendremos una segunda vuelta polarizada y de alta intensidad, marcada más por el miedo a la opción contraria que por la esperanza en la propuesta de la propia. Pese a ser opciones en los extremos, sin una oferta de centro, la segunda vuelta podría tener mayor participación ciudadana por la movilización que genera el miedo.
  4. El acuerdo del 15 de noviembre de 2019 como una respuesta incompleta. A dos años de ese acuerdo, una pregunta relevante es si los resultados de la primera vuelta son, en parte, efecto de una negociación que terminó más centrada en lo político que en lo social, sin proponer alternativas para abordar en el corto plazo las demandas urgentes en salud, pensiones o seguridad pública levantadas por la ciudadanía. Para los partidos tradicionales, no haber pactado soluciones transitorias que proporcionaran un alivio concreto a la espera del resultado de la Convención Constitucional puede haber resultado letal electoralmente. No fueron capaces de dar respuestas propias y quedaron expuestos a opciones por fuera de ellos.
  5. La disputa generacional. Al comparar la participación en el plebiscito con la registrada en las elecciones presidenciales de 2017, se observa una caída de 15 puntos en la votación de las personas mayores. Al mismo tiempo, se muestra un crecimiento de 21 puntos en la participación de jóvenes de entre 18 y 24 años, y en torno a los 18 puntos entre los votantes de edades entre 25 y 29. Si los jóvenes (más pro Boric) mantienen la conducta electoral del último tiempo y los adultos de 60 y más años (más pro Kast) vuelven a las urnas, tendríamos dos subjetividades enfrentadas electoralmente para hacer prevalecer como dominante su  sentido común generacional.

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