Febrero 5, 2023

La lista de Boric y Bachelet. Por Sergio Muñoz Riveros

Ex-Ante
El Presidente Gabriel Boric y la ex Presidenta Michelle Bachelet a la entrada del Centro Cultural La Moneda, en diciembre pasado. Crédito: Agencia UNO.

“Michelle Bachelet estuvo en la primera línea del empeño por convencer al PS respecto de la conveniencia de asociarse con el PC y el Frente Amplio (muestra de ello fue el ágil giro de la tendencia “grandes alamedas”, que encabeza Isabel Allende), pero también hizo cuanto pudo para desestabilizar la lista del PPD. Ella es, fuera de toda duda, el principal apoyo de Boric, quien ha estado siempre atento a sus recomendaciones”.


Los zigzagueos del PS respecto de las listas para la elección de mayo culminaron, el viernes 3, con una extraña declaración: “La decisión que adoptamos hoy –parte diciendo-, es de carácter electoral, no constituye la creación de una nueva coalición ni modificación de las actuales. Lo insólito es que no decía cuál era la decisión adoptada.

Como si hubiesen preferido no entrar en detalles, los dirigentes socialistas optaron por no informar francamente que se iban a aliar con el PC y el Frente Amplio, y abandonar al PPD y al PR, sus socios del Socialismo Democrático, bloque al que, en todo caso, definían como “nuestro espacio natural en términos programáticos e ideológicos”. Era como si pidieran compresión por haber dado un paso del que no parecían sentirse orgullosos. Las invocaciones a la unidad cubrían la vergüenza de romperla.

¿Qué consideraciones prevalecieron en la cúpula del PS para proceder así? En ningún caso, ideológicas, como lo reconocen. ¿Qué, entonces? Pragmatismo vulgar, entendido sobre todo como “instalación en el Estado”. Mal que mal, al actual gobierno le quedan tres años, pronto vendrá un ajuste de gabinete y de los equipos del aparato gubernamental y, además, el diputado Ibáñez, presidente de Convergencia Social, que suele hablar por Boric, le había ofrecido al PS el liderazgo de una nueva coalición. Los dirigentes socialistas sopesaron costos y beneficios, y actuaron del modo antiestético que lo hicieron.

En la génesis de los vaivenes electorales está, por supuesto, la precaria situación del gobierno. Si Boric fuera aplaudido hoy en las calles y su gobierno estuviera arriba en las encuestas, no haría falta convencer a los partidos oficialistas sobre el valor de la unidad para enfrentar la elección del 7 de mayo: esa unidad fluiría de modo natural y todos estarían contentos en una sola lista, dispuestos a defender los éxitos del gobierno. El problema es que las cosas van mal y el árbol de Boric ya no da buena sombra.

Con enorme inconsciencia del déficit de autoridad que arrastra, el mandatario intervino directamente en las operaciones político-comerciales de los últimos días. Pudo haber actuado como Jefe de Estado y no comprometerse con el juego de intereses de los partidos. Pero, no lo hizo. Se podría decir que no puede con su naturaleza. Tampoco estaba obligado a meterse en la trinchera del Apruebo en el plebiscito del año pasado, pero se metió, y sufrió una derrota bochornosa.

Después, era riesgoso que se obsesionara con la idea de un segundo proceso constituyente, esperanzado al parecer en lograr un triunfo que borrara el Rechazo, pero lo hizo. Ya está en marcha el nuevo proceso, y no se ve por dónde el gobierno podría conseguir un triunfo.

El mandatario es un militante, ante todo. Por eso, lo decisivo para él fue disimular la condición minoritaria de Apruebo Dignidad dentro del gobierno. Era indispensable, pues, romper “el bloque amigo” del Socialismo Democrático. Así, combinó persuasivamente las advertencias y las ofertas, llevando al extremo el mal uso de la majestad del cargo. Es de antología el caso del pequeño Partido Liberal, identificado con Vlado Mirosevic, que parece orientarse según el principio probado de ubicarse dónde más calienta el sol.

Es posible que el PPD haya percibido, sobre todo después del escándalo de los indultos, que la eventualidad de recibir nuevos cargos en el gobierno no alcanzaba a compensar el riesgo de pagar los platos rotos de una gestión que provoca la desaprobación del 70% de los ciudadanos. Eso implicaba pensar en el futuro del partido más allá de este gobierno. Se trata de un asunto de supervivencia, que requiere un esfuerzo por recuperar una identidad maltrecha, como consecuencia de haber seguido los pasos de la generación supuestamente luminosa que iba a renovarlo todo.

Los dirigentes del PPD estuvieron dispuestos a tragarse muchos sapos para no quedarse atrás de las “grandes transformaciones estructurales”, al punto de haber apoyado sin remilgos el proyecto de Constitución que desarmaba a Chile para armar otro país. Ahora, parecen haber adquirido conciencia de que sólo les sirve recuperar la autoestima y sacar su propia voz, o el partido desaparecerá. Ello exige, forzosamente, no dejarse intimidar por las amenazas y articular un mensaje alejado del populismo, que justifique la reivindicación de una perspectiva socialdemócrata. Algo parecido habría que decir respecto del PR y la DC. Tienen una oportunidad. Veremos si la aprovechan.

Michelle Bachelet estuvo en la primera línea del empeño por convencer al PS respecto de la conveniencia de asociarse con el PC y el Frente Amplio (muestra de ello fue el ágil giro de la tendencia “grandes alamedas”, que encabeza Isabel Allende), pero también hizo cuanto pudo para desestabilizar la lista del PPD. Ella es, fuera de toda duda, el principal apoyo de Boric, quien ha estado siempre atento a sus recomendaciones. Allí está la verdadera alianza de gobierno. Boric y Bachelet se jugaron en cuerpo y alma por la Constitución refundacional, pero resultaron duramente derrotados. Ahora, extrañamente, parecen no darse cuenta de que caminan juntos hacia una nueva derrota.

No hay modo de evitar que la votación de mayo adquiera el carácter de un pronunciamiento ciudadano sobre el rumbo del país. Será juzgado el gobierno de Boric.

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