-“¿Por qué viniste a Chile y ahora quieres quedarte acá siendo una chilena más?”, le pregunté hace unos días a M., una ejecutiva latinoamericana que trabaja hace varios años en una empresa minera.
-“Porque Chile es el mejor país de América Latina, el que tiene mayor potencial para seguir desarrollándose y su minería es de clase mundial”, me respondió.
Vaya que tiene razón M., al punto que leyendo The Economist la semana pasada, una vez más aparece Chile en el primer lugar de nuestro “barrio”, en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas, “creado para enfatizar que las personas y sus capacidades debieran ser el criterio último para evaluar el desarrollo de un país, no solo el crecimiento económico”.
Esta noticia, recogida por La Tercera, tuvo pocos comentarios, salvo en el boletín de Libertad y Desarrollo, que hace un interesante análisis comparado de los resultados del Índice. Haciendo honor al estilo chileno de ver el vaso medio vacío tituló: “Chile baja una posición en IDH por menor avance en sus componentes”, aludiendo al 45º lugar que nuestro país ocupa en el citado ranking.
Es cierto, estamos lejos aún de los países que lideran y es una preocupación no seguir progresando, pero ubiquémonos: seguimos siendo latinoamericanos, no somos nórdicos ni suizos y, además, hemos tenido un conjunto de remezones políticos y sociales inusuales en nuestra historia reciente. Algún costo teníamos que pagar.
Una mirada comparada se refleja en el siguiente cuadro:
Resulta interesante mirar la distancia que hemos alcanzado en dos indicadores: esperanza de vida al nacer (casi cuatro años sobre Argentina y seis sobre México y Brasil) e ingreso per cápita (8,4% sobre Argentina, 28,6% por encima de México y 55,7% más que Brasil).
Entre el “Chile se cae a pedazos” de las redes sociales prefiero quedarme con la frase de Vittorio Corbo, ex presidente del Banco Central y uno de los economistas más prestigiosos a nivel internacional: “Chile hoy es un oasis y la gente lo busca como país refugio”.
Es que efectivamente parece que, a pesar de la incertidumbre global generada por las medidas mercantilistas del Presidente Trump, nuestro país está de vuelta a la senda del crecimiento reflejado en un mejor escenario para las inversiones, un escenario político poco favorable a los extremos e indicadores económicos positivos.
Veamos algunas cifras:
Con toda razón la agencia Moody’s mantiene la calificación de Chile y destaca su alta fortaleza institucional y fiscal, proyectando un crecimiento del PIB real en alrededor de un 2,5%. Lo mismo la Bolsa de Comercio, cuyo IPSA ha crecido un 26,2 % desde inicios del año 2025, y un 33,9% si lo medimos en dólares, muy por encima de las bajas del Dow Jones (-1,2%) y del Nasdaq (-1,7%), a pesar de su reciente recuperación.
¿ Y donde entra la esquizofrenia?
Si miramos la última encuesta CEP, -aquella que dio origen a un titular: “85% de la población cree que Chile se encuentra estancado o en decadencia”-, en ella se refleja una contradicción vital. Mientras ese altísimo porcentaje evalúa así la performance del país, consultado por su propia situación económica, un ¡¡33%!! la considera buena o muy buena, muy lejos del escuálido 11% que estima que lo mismo ocurre con la economía chilena.
Consultado mi informante, Víctor, el jardinero ilustrado, para tratar de encontrar una explicación, me comentó:
— “El problema, don Marcos, se llama delincuencia. No se ve en el horizonte una crisis económica, estamos bien. Pero la inseguridad que vivimos en nuestros barrios es de tal magnitud, que tiñe todo, incluyendo la economía”.
En un ambiente preelectoral, entender y sobre todo dimensionar adecuadamente los verdaderos problemas que el país enfrenta es fundamental. Si no hacemos un buen diagnóstico, nunca encontraremos la solución.
Si ya el mundo inversor cayó en cuenta que “Chilito hoy día vale más”, citando nuevamente a Vittorio, ojalá las actuales y nuevas autoridades apunten correctamente y le ganemos la batalla al crimen organizado, al narcotráfico, a las barras bravas, al comercio ilegal y a tantos otros males que nos afectan. Así lograremos que todos, no solo quienes vivimos en entornos más seguros, volvamos a sentir que Chile “es la copia feliz del edén”.
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