Construir confianza: tarea de todos. Por Marcos Lima

Profesor MBA para la Industria Minera. Ingeniería Industrial, U. de Chile, y socio de CIS Consultores

No debemos olvidar el impulso que significó la globalización en el crecimiento de Chile; nos permitió pasar de ser el sexto país en ingreso per cápita al primer lugar de América Latina. Al haberse instalado una economía de mercado y una unilateral apertura al exterior sumado a la vuelta a la democracia, se logró el mayor avance en la historia de nuestro país.


En la prensa económica leí dos columnas y una entrevista sobre temas que me han acompañado durante décadas.

La primera, de Macarena Navarrete, Managing Partner de E&Y, trata sobre la desglobalización y la amenaza del proteccionismo, algo que podría aumentar si Donald Trump llega a ser elegido, lo que constituiría un tremendo desafío para economías abiertas como la nuestra.

No debemos olvidar el impulso que significó la globalización en el crecimiento de Chile; nos permitió pasar de ser el sexto país en ingreso per cápita al primer lugar de América Latina. Con la instalación de una economía de mercado y una apertura unilateral al exterior, sumado a la vuelta a la democracia, se logró el mayor avance en la historia de nuestro país: un desarrollo minero que representó el 36% de la producción mundial de cobre de mina, una pujante industria salmonera -la segunda a nivel global-, notables aportes de las industrias vitivinícola, forestal y agroindustrial, y muchas otras; todo ello con una impresionante disminución de la pobreza.

Para enfrentar esta nueva tendencia global, dice Macarena: “La clave estará en nuestra capacidad de adaptación, diversificación y de encontrar nuevos caminos de cooperación y desarrollo”.

Desde la década de los 90, el tema de la confianza como valor social ha sido una preocupación constante en mi quehacer académico y profesional. En esa época, un libro de Alain Peyrefitte, “La sociedad de la confianza”, ponía el acento en la importancia del factor cultural para explicar el desarrollo de los países, yendo más allá del clásico ensayo de Max Weber sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, mostrando la divergencia entre los países “etológicamente protestantes” y los de tradición católica.

Las cifras en Chile, en esta materia, son dramáticas. En 1997, a la pregunta: ¿Se puede confiar en las personas?, sólo un 14% respondía afirmativamente, y en el Informe de Desarrollo Humano del PNUD del 2002, el 28% tenía “confianza en la información que le entregan las conversaciones con otras personas”. Qué distancia con respecto a lo que ocurre en países desarrollados, donde las personas tienen niveles de confianza interpersonal entre el 60% y el 80%

Esta característica, muy propia de nuestra cultura nacional, ha llegado a límites increíbles, tal como lo muestra la última encuesta Bicentenario.

 

Es por ello que resulta urgente una discusión -particularmente en la clase política- para no seguir siendo, como dice Peyrefitte: “Una sociedad en que la vida en común es un juego de suma cero (“si tú ganas , yo pierdo”); sociedad proclive a la lucha de clases… a la envidia social, al encierro, a la agresividad de la vigilancia recíproca”. De ahí la relevancia del llamado a colaborar de Macarena Navarrete, en una tarea que, necesariamente, debe ser abordada conjuntamente en una alianza público-privada.

La segunda columna es de Andrés Benítez, “El Silicon Valley de los recursos naturales”, quién, reconociendo que  formaba parte “de una generación que ve (veía) la minería con cierta distancia, porque nadie quería participar de un sector extractivo que tenía sus días contados”, se encuentra ahora con que, producto del impulso de la electromovilidad, “…hoy tener cobre o litio, no sólo es rentable, sino (también) “cool””.

Este positivo comentario de Andrés sobre la actividad minera me hizo recordar una columna que escribí en la revista Capital en septiembre 1999: ”La gran oportunidad de Chile”, como contrapunto a otra suya titulada “¿Cuándo se jodió Chile?”. En ella mencioné los clusters exportadores como palanca para aumentar el desarrollo del país. No fue casualidad entonces que, en 2003, junto a Patricio Meller, invitados por el Consejo Minero a efectuar un análisis y evaluación de un cluster minero en Chile, recomendamos crear confianza entre las empresas que lo conforman y que a continuación reproduzco:

  • Crear instancias de encuentro entre las empresas mineras destinadas a promover tareas conjuntas (comités).
  • Promover el intercambio de información de mercado, técnica y de proyectos entre las empresas y con otros actores del cluster.
  • Crear instancias de acercamiento con las empresas proveedoras y contratistas, y con la industria (encuentro de proveedores de la minería, alianza SOFOFA, CChC, AIA – Consejo Minero).
  • Definir políticas y generar normas que regulen los procesos de negociación y transacciones comerciales entre integrantes del cluster. Crear una instancia para la resolución de conflictos (Tribunal Arbitral Minero).

Mucho se ha hecho en estos 20 años. No es mi propósito desconocer la tarea del propio Consejo Minero, Sonami, Aprimin, Asociación de Industriales de Antofagasta (AIA) y otras instituciones, pero las empresas mineras deben trabajar unidas enfrentando los desafíos: estancamiento de la producción, aumento de los costos provocado, entre otros factores, por la baja productividad, e impulso del aporte que pueden generar la innovación y las nuevas tecnologías, ojalá desarrolladas con el ecosistema local.

Además, estas deben superar cierto modo de actuar en cuanto a seguir “abusando” de su tamaño relativo frente a proveedores y contratistas, incluso sin proponérselo, por otro estilo que refleje mejor el concepto de win-win. Sólo si ello ocurre podrá haber un cluster minero donde se den las cinco C virtuosas:

  • Confianza: requisito para el funcionamiento del cluster.
  • Conveniencia: la eficiencia colectiva es un buen negocio adicional.
  • Colaboración y Competencia: coexistencia dinámica para el desarrollo.
  • Complementariedad: alianzas, sinergia y beneficios para todos.

¿Cúal fue la entrevista, dirán ustedes?

Una en la cual aparece un comentario que, considerando los últimos acontecimientos violentos que nos han impactado a todos, es un llamado a la acción y a levantarnos como nación, que emociona. Son las palabras del gerente y socio fundador de Territoria, Ignacio Salazar, empresa que levantó el Mercado Urbano Tobalaba (MUT): “A nosotros nos gusta Chile, creemos en Chile. Pensamos que tiene un futuro brillante este país y queremos aportar a ese futuro”.

 

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