“Algo está podrido en el Estado de Dinamarca”. Con estas palabras, Horacio, un simple soldado de guardia, termina la escena III de Hamlet. El soldado, con su humilde distancia de los asuntos de la alta política, percibe que las cosas andan mal cuando ve al príncipe Hamlet alejarse a conversar con el fantasma de su querido y respetado padre. El espectro era el rey, muerto recientemente, cuya viuda en menos de un mes ya estaba casándose con el hermano de su difunto marido.
Lamentablemente se lee poco a Shakespeare por estas tierras del sur del mundo. Una pena, porque sus enseñanzas a temprana edad serían muy útiles a quienes algún día se hacen adultos y, como es obvio, siguiendo la ley de la vida, reemplazan (a veces con poco talento) a otros más añosos en responsabilidades de Estado, como en esa lejana Dinamarca.
Con el viento soplando fuerte sobre el lago Rupanco, y sin ajetreos de oficina, las vacaciones de repente juntan sobre el escritorio lecturas curiosas, que riman en el tiempo a pesar de los siglos que las separan.
En el Mercader de Venecia el personaje central, Basanio, comienza la enredada trama que vendrá con esta explicación: “no ignoras cómo he debilitado mi fortuna ostentando un lujo más subido del que mis medios permitían mantener”.
En lo esencial, los principios básicos de economía valen igual para una persona, para una familia o para el Estado. Si se gasta más de lo que se gana, la diferencia al final sale de los ahorros que disminuyen o de deudas que aumentan. No hay magia.
Uno gasta lo que tiene o lo que le prestan otras personas. Lo que se tiene, el patrimonio, si todo el tiempo estoy gastando más que lo gano, de a poco se va acabando.
Los que prestan lo hacen en cantidad y precio que depende de cómo ven la posibilidad de cobrar en el futuro. Si me ven ganando plata, talentoso, con buena salud y juventud, sobran prestamistas y me cobran barato. Al contrario, si mis rentas están por el suelo, llevo años ganando lo mismo y gastando más, y no hago nada para cuidar mi salud, entonces el precio será más caro y será más difícil. En algún momento terminaré pidiendo plata a un usurero de barrio.
Tampoco es lo mismo aquello en lo que gasto el dinero que gano o que pido prestado.
Si lo uso para pagar estudios míos o de mis hijos, que como familia nos permitirán ganar más en el futuro, esa plata está muy bien invertida, porque el pago de la deuda se ve saludable, habrá mayores recursos. Si, por el contrario, gasto el dinero en fiestas, en regalos a mis amigos y parientes, en subsidiar la vida del hijo flojo que no estudia y no quiere trabajar, o simplemente comprando lo mismo de siempre en el supermercado sin ajustar mi consumo, la cosa se ve mal.
Como le pasó a Basanio, en algún momento el resto del mundo deja de creer en el cuento de que “este año no, pero el próximo sí voy a ganar más” y entonces no habrá problema con seguir comprando lo mismo en el supermercado y llenando el tanque de la 4×4, “y, además, pagaré lo que debo”.
La lectura que se cruzó con Shakespeare fue el “Informe de Estadísticas de la Deuda del Gobierno” (3er trimestre 2024) y el último “Informe de Finanzas Públicas”, ambos de la DIPRES. Al leerlos, da la impresión que en algún momento, a partir de 2014, un Basanio local se instaló a vivir en Teatinos 120. Repasemos algunos datos y preguntas obvias:
Al ver esto y escuchar hace poco las celebraciones que hacían los amigos de Besanio cuando el PIB no cayó todo lo previsto, sino que creció un 0,1% más, me acuerdo de Horacio que pregunta a su amigo Hamlet por qué se escuchan unos cañonazos. Hamlet responde “El Rey se divierte. Está cumpliendo su promesa de celebrar a cañonazos cada brindis que haga por la salud de su amado sobrino e hijo”. Luego agrega con su triste sabiduría “Pero a pesar de que nací y me crié en palacio y soy heredero de esas prácticas, creo que es una costumbre que trae más honor en el incumplimiento que en la observancia. Esta bárbara diversión que se oye por todas partes, en levante como en poniente, nos afrenta y nos da mala fama entre otras naciones.” Omitiré la línea que sigue en ese dialogo.
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